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© Rodrigo G. Racero



Poema

Rodrigo G. Racero

REENCUENTRO Me desperté en medio de la noche. Estaba sudoroso y tembloroso. Tenía una extraña sensación, era como un mandato imperioso que me impulsaba a levantarme. Debía de ir a algún sitio, pero no sabía a dónde. Súbitamente vino al pensamiento: era ella, sí, era ella la que me llamaba. Su dulce voz había oído en mi sueño. Debía de atender su demanda, acudir a su encuentro, pero ignoraba, no sabía dónde estaba. Recapacité. Era imposible, no podía ser. Todo era una incoherencia, mi querida Elena estaba muerta, nunca jamás podría verla. Me pregunté: ¿Intentaba su espíritu comunicar conmigo? ¿Me quería contar algo del más allá? ¿Podría ser eso posible? Era una fuerza, una presión, un ímpetu que me obligaba e impulsaba a salir de mi casa perentoriamente. Tenía que encontrarla, buscarla por todas parte. ¿Dónde ir, la ciudad era grande para poder hallarla? Me vestí apresuradamente, y rápido bajé las escaleras de mi casa. Era la noche oscura, sin estrellas ni luna. Hacía un gélido frío. Caminé sin rumbo fijo, hacia donde los pies me llevaran. Al pronto observé una persona que andaba unos pasos delante de mí. Era una mujer, y la imaginaba mi mente hermosa sin saber bien porqué; tal vez por su andar cadencioso pensar me hacía en un bello rostro. Tomé la decisión de ir por otra calle. Alejarme de aquella que iba por delante. Era cuestión de concentrarme, y profundo ahondar en mis recuerdos. Tenía que pensar los sitios donde había estado con mi amante; los dulces momentos vividos con ella. Evoqué su imagen, las caricias de ella en aquel tiempo, y mi pasión ciega por su amor sincero y profundo. ¡Nunca hallaré un amor, como el de ella en el mundo! Se hizo la oscuridad, si cabe más profunda. Se oían unos pasos resonar en la noche. Era el sonido peculiar de unos tacones, que hacía el andar de una mujer. No la veía, mas sabía que me precedía; siempre iba por delante mía. Cambié de dirección y doble por otra esquina; mas el sonido de su andar persistía en mis oídos, machacón y de continuo. Apresuré el paso, quería ahora verla, me vino al pensamiento que quizá fuera ella. Me pareció en la oscuridad ver su silueta, pero por más que me esforzaba no lograba alcanzarla, siempre permanecía alejada. Ignoro cuanto tiempo seguí así. Era como andar tras un fantasma. Al pronto me encontré en otro lugar. Miré alrededor, no sabía dónde estaba. Desesperado la llamé a gritos; no quería perder la esperanza de hablar con ella. En la lóbrega noche se perdía mi voz, sin obtener contestación a mi llamada. ¿Por qué me hizo venir? ¿Qué fue de su amor? ¿Por qué no quiere presentarse? ¿Por qué no quiere explicarme lo que siente, lo que hay ahí en el más allá? Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. ¡Ella estaba ante mí! Quise abrazarla sin poderlo conseguir y caí al suelo. Presto me alcé y ya no estaba. ¿Qué pretendía con aquel juego? La evoqué en mi mente con todas mis fuerzas, y vi su pálida faz, blanca como la cera. Al pronto se transformó y era una calavera que miraba con las cuencas vacías de sus ojos. Pensé: "Es la muerte que me llama". Sentí un horror profundo en el alma y quise huir, tan sólo huir de ella, lejos. Pero mis pies no lo lograban, no era capaz de alejarme de aquel lugar; no podía moverme aunque me esforzaba. Me sentía defraudado. ¿Me había mentido ella, o me había mentido yo? Creí ilusamente me diría algo nuevo, que me haría partícipe de la verdad. Debía comprender, que el saber está vedado para todo ser humano. Despacio me alcé, deambulé por la ciudad como un sonámbulo, o como una persona ebria que perdió el camino y no sabía hallarlo. Pasó no sé cuanto rato. Lentamente vencí la desilusión y el engaño, y triste inicié el camino hacia mi casa. Era imposible hallar la verdad ¿Dónde podría estar? Lento subí las escaleras de mi casa. Me sonreí pensando que me vería entrar. Abrí la puerta de mi cuarto y me vi. Corrí hacia mí y me abracé, lágrimas de contento derramé al ver que me había encontrado. Era feliz, pues conservaba aún mi mundo. Y dentro de mi locura, permanecía en mi mente, la verdad de mis dudas.

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