Portada
© Rodrigo G. Racero



Poema

Rodrigo G. Racero

EL SUEÑO PERDIDO Me he despertado de un profundo sueño; de un modo inesperado, como obedeciendo a una voz que me ordenara levantarme presto. Pienso en mi sueño en tanto me visto. Las imágenes se agolpan, rondan confusas en mi mente y no la capta la memoria. Tengo un sabor amargo de boca. Y tengo una extraña sensación, igual que si hubiera perdido algo esencial, algo que fuera imprescindible a mi vida, sin lo cual no pudiera vivir. Era mi sueño; no podía de él prescindir. Tenía que hallarlo por fuerza, sin más remedio. Me era necesario como el aire que respiro, como el agua y el alimento. Me invade una inquietud, una zozobra, un miedo que me amilana y deja triste y decaído. Yo tenía un sueño; pero ahora, no sé dónde está, lo he perdido. Si le falta el sueño a la vida, ésta se queda sin sentido alguno, no merece la pena de ser vivida. Algo como una fuerza súbita torna mis ojos ávidos de mirar, ávidos de encontrar. Busco por mi estancia, revolviendo libros, abriendo puertas y cajones. Busco por todas partes. Me acerco al lecho, por las desordenadas sábanas, arrugadas y aún calientes extiendo mi mano con un loco, utópico deseo de poder encontrar mi sueño bajo la almohada. Se ha perdido mi esperanza, se ha desvanecido como ceniza al viento, como si una parte de mi ser se hubiera muerto. La ilusión se ha quebrado, yace rota, parece que un ser perverso la haya retorcido, la haya quebrado. ¿Ha quién voy a exigirle la devolución de mi sueño? ¿Quién es el responsable de que lo haya perdido? ¿Quién me lo ha robado o lo ha escondido? ¡Soy yo, Dios mío soy yo! Yo, que no he sabido guardarlo, ni he sabido enfrentarme al enemigo para defenderlo. Salgo de mi casa. Recorro la ciudad, a esta hora solitaria. La noche es serena, hay una apacible calma que actúa como un sedante sobre mi agitada alma. ¿Cómo poder recuperar mi sueño, mi ilusión? Todo es apatía y desencanto. "¿Vale la pena de vivir la vida?", me preguntaba entristecido y apocado. Andaba sin saber a dónde iba. Me obsesionaba hallar mi sueño, sentirlo de nuevo, sentir que se movía en mi mente y en mi pecho. Estaba apagado, se había extinguido el fuego que tiempo atrás había ardido en mí, con ilusión creando un castillo (ahora lo entiendo) en la arena de la playa, y por eso arrasado fue por las furiosas olas del mar de la vida. Hundido en profundos pensamientos penetré en el espeso bosque. Reinaba aún la oscuridad de la noche. Al pronto, en un momento, apareció un ser extraño. Parecía viniera de otro mundo. No me hallaba seguro si era el producto de mi imaginación, o de verdad estaba allí. "¿Qué deseas de mí?" Pregunté. "La ilusión devolverte, que no debiste perder. Siempre el sueño se puede soñar, pues que sueño es, tan sólo es atrevido pensar, que llegue a ser realidad". Era hora avanzada en la mañana, cuando me desperté de un largo sueño. Recordaba que había soñado en mi sueño, que la ilusión, en ilusión se quedaba; aunque algunas veces, raras, se verificara.

Subir
Elegir otro poema



Portada

© Rodrigo G. Racero