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© Rodrigo G. Racero



Poema

Rodrigo G. Racero

EN LA NOCHE Por el camino oscuro de la noche se movía taimado, a tientas, solo; aquel hombre portando el Mal en su corazón. La sangre le hervía y el odio le torturaba las sienes. Su pensamiento estaba desgarrado, ciego por los deseos de venganza. La ira le punzaba en la mente, la imagen en su cabeza se hacía insoportable, la rabia le hacía temblar el cuerpo, el dolor era intenso en su imaginación y en el recuerdo lloraba. La carne palpitaba en el delirio, la pasión se expandía dislocada, la idea imperaba obsesiva reclamando calmar la sed de su martirio. Caminaba en la noche sin encontrar la paz. La herida se agrandaba en su moral. Perdía su valor la honradez, y era su decisión irrevocable. No podía aplacar su locura, no tenía conciencia de su debilidad. Erróneamente, pensaba que tenía la razón, que le asistía cierto derecho a matar. Su intención estaba firme, era inapelable. ¡Era ella, sí, era ella la culpable! Le mordían los celos el estómago y no había cabida para el perdón. Los diablos se habían adueñados de su mente. La obcecación persistía impertérrita, ofuscada, siendo de todo punto incontrolable. El arma estaba dispuesta para perderse en el crimen con ella, y arrojar su vida al infierno. -¿Dónde había quedado el amor profesado en otro tiempo?, ¿dónde las promesas y el eterno juramento?, ¿dónde la fidelidad? ¿Y los hijos Dios mío, dónde quedaban los hijos? -¡Hija de mala perra! ¿Por qué me engañaste, por qué?- con desesperación se preguntaba. ¡No mereces perdón de Dios, ni del hombre! Turbulento era su despecho, implacable su predisposición al delito, al crimen concebido sin piedad, dispuesto para asesinar al ser querido. -¡Oh, amor, amor! ¿Qué has hecho de mí? ¿Qué hacer ahora?- se lamentaba. -¡No puedo sin honor vivir, no puedo! Su acción me ha llevado a esta suerte, donde su muerte es mi muerte.

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