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© Rodrigo G. Racero



Poema

Rodrigo G. Racero

A QUIEN AÚN NO ESTÁ No sé bien el por qué, pero quiero escribirte unas líneas: Andarás a través del mismo camino que yo y que él; un camino de sombras y de silencios lleno. A veces llorará tu alma, y tu boca tendrá un extraño sabor de almendras amargas. No puedo, ni tampoco quiero negarte la sonrisa, o la alegre y jovial carcajada que a veces puedas tener, en los instantes entrañables de la vida. Mas yo quisiera hablarte de otras cosas que encontrarás también andando por tu mundo. Es un dolor, como una aguda punzada, igual que un frío, como una garra que atenaza tu alma, un sentimiento horrible que te sale por los ojos, un sufrimiento por las noches, una tristeza de los días. En tu andar hallarás a unos seres maravillosos, de una pletórica hermosura sin par, inigualada. Callados son, estoicos, grandes y fuertes. Pero no les preguntes nada, no los importunes con tus vanas preguntas sin respuestas. Lo cierto es que no pueden responderte; son limitados sus senderos, permanecen inmutables, silenciosos, magníficos y bellos. Estos seres no tienen rostro como el hombre, ni tampoco poseen los sentidos de éste; pero sus cuerpos se alimentan de agua y cielo, de luz y viento, y de la madre tierra. ignoro si tendrán alma, lo que sí sé, es que una misión tienen y la cumplen. Alzan sus brazos, como orando al dios del infinito, o como meditando en las alturas. Muchos caen y mueren bajo el acero afilado, o pacto de las llamas son, de la maldad irracional que prende fuego a los sagrados montes. Sé que tú buscarás las mismas cosas, los mismos objetivos que nosotros hemos buscados. ¿Qué podría decirte sobre esto? Algunos han hablado largamente, escribieron también otros profundamente, buscando dentro las espesas tinieblas del enigma, contestación, respuesta, explicación a la verdad, a lo insondable oculto. Hicieron moldes, reglas fijas, metódicas. Quisieron abarcar con sus débiles brazos todo el saber del mundo, del universo. Quisieron amarrar con una cuerda fina de seda el pensamiento y la verdad de las estrellas. Pero nada hay de cierto, todo queda en entredichos, y tan sólo persiste en el fondo la duda. ¿Qué podría decirte de mí? Hombre que busca su alma. Soy uno en el limitado número, y seré uno también en el número infinito; como todos, igual que tú cuando abandones esa región oscura, incolora, sin horizontes, y aquí vengas, a estar entre nosotros, deambulando extraño por el intrincado laberinto de voces y llantos, inmoralidad, penas, guerras y quebrantos. En el inmenso círculo azul mi alma ha estado subyugada, como amarrada y prisionera. Testigo he sido de injusticia y criminalidad; y cerca mi razón ha estado de la locura. He fracasado en toda la línea en mis deseos y pretensiones, y me he hundido en la duda. He preguntado y nadie me ha respondido. Mis preguntas cayeron en un río sin riberas; como el agua y la vida que pasa y no torna. Desde lo alto del monte he contemplado las estrellas y me he sentido triste, perdido y solo. No quiero, ni tampoco puedo aconsejarte. Tan sólo te diré que tu inevitable pregunta incontestable es, como lo es la mía y fue también la de él. Que tengas suerte. De corazón deseo que te vaya bien. Yo.

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