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© Rodrigo G. Racero



Poema

Rodrigo G. Racero

BUSCAR A DIOS Era tarde en la noche y el sueño no llegaba. Me imaginé andando por el bosque. Subía de repente a la cima del monte. Por una intrincada vereda iba tras del sueño. Quise saber quien era y nada recordaba. Alguien o algo había borrado mi recuerdo. ¿Podría encontrarlo por el sueño? Me era necesario dormir, quizá así recuperar pudiera la memoria que perdí, cuando nací aquí, en este mundo. ¿Dónde se halla el mundo al que pertenezco? Seguro que no es este, en el que ahora me encuentro. Antes debía haber estado en otra parte; pero, ¿dónde, qué mundo fue el primero? ¿Dónde y cuándo comenzó mi vida? ¿Cómo llegar a saberlo? ¿A quién debía preguntarle, que contestarme pudiera? Lo ignoraba, era una incógnita. ¿Dónde estaba la respuesta? ¿Tenía que buscarla en mí, o estaba fuera? Una voz interior me decía que Jamás, nunca lo sabría por más que me esforzara. Obstinada y tozuda era la idea que mi mente embargaba, de querer hallar mi verdadera identidad. Todo el mundo hablaba de Dios, que era el ser dueño y señor; el divino Hacedor de todo lo existente. No me cabía ahora duda alguna, tenía que hablar con Dios sin más remedio. ¿Dónde estaba, dónde encontrarlo? Le pregunté a mucha gente, cada uno me decía algo diferente. Debía visitarlo en su casa; pero, ¿cuál era ésta? El templo, sí, el templo es la casa de Dios. Decidirme debía por un templo: ¿era la iglesia, la pagoda, o acaso la mezquita o sinagoga? ¿A quién debía de creer, cuando todos decían estar en posesión de la verdad de Dios? ¿Quién era el que tenía razón? ¿Hay muchos dioses, o tal vez un Dios con diferentes casas y otros nombres? ¿Y si acaso estaban todos equivocados, y aún no se había encontrado la verdad del verdadero Dios? ¿Cómo hacer, cómo actuar? ¿Cómo poder con él dialogar? Continué caminando, intentando Entrar en el sueño. Una gruta encontré arriba del monte. Me atreví a pensar que allí, tal vez pudiera dar con lo que buscaba: algo o alguien que me aclarara dónde estaba Dios. Entré en aquella gruta y todo era oscuridad. Llamé y nadie me vino a contestar. ¿Se hallaría algún ser en aquel lugar? Alguien que me sacara de mis dudas, que me explicara la verdad. ¡Un ser sobrenatural! Salí y me senté al borde del abismo. Una voz interior me dijo: mira a tu alrededor, que lo que te circunda es, contigo Dios, y sólo en ti lo puedes hallar. Quizá fuera verdad; pero... Pensé que todo aquello, era más que una locura. No encontraría a Dios en este mundo, porque éste era el reino de Satán. Huí de allí. Me di cuenta que dormía y me quería despertar.

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