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© Rodrigo G. Racero



Poema

Rodrigo G. Racero

HOY IGUAL QUE AYER Hoy igual que ayer has penetrado en mi habitación a través del cristal. Suave, silenciosamente, con lánguida pereza te has extendido por mi lecho, te has prolongado un leve momento por el suelo, y has besado las negras pastas de la vieja Biblia. Después has descansado, rubio pálido en el invierno, sobre las naves blancas de hinchadas velas. También tú has corrido, como ayer, por entre los árboles, y has agitado las desnudas ramas exentas de verdor, como horribles dedos descarnados. Has golpeado en el cristal con tu mano invisible. Has penetrado haciendo gran ruido en mi habitación; hojeando mis libros, confundiendo mis papeles, revolviendo mi ropa, dejando caer mis cosas. Y yo también igual que ayer, me he levantado, he ido hasta la ventana y he mirado al cielo. El pensamiento escapa, rompe el mundo concreto. El anhelo persiste, el deseo aflora insistente. La mente está consciente ante la incapacidad, ante la impotencia de crear, formar la obra que justifique la existencia, que confirme el yo. Las voces de mi alma tienen eco en mi cerebro, y me torturan insistente la memoria. La fantasía se libera, huye junta con el sueño; escurridiza, igual que un pez moviéndose en el agua. ¿Cómo afianzarla, encadenarla al sentimiento? ¿Cómo poder lograr su dominio, su conocimiento? Habrá que seducirla, buscar su complicidad. Mas, ¿cómo encontrar la fórmula de poder cautivarla? Habrá que conjurarse con la luz, la lluvia y el viento. La confabulación buscar de un gnomo benigno que me abra al misterio, que me lleve por el insondable enigma hasta el centro del amor y del silencio. Esa quietud profunda, interior, del alma íntima, que me lleva a verter el llanto en la noche oscura.

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