Portada
© Rodrigo G. Racero




EL CUENTO SOÑADO


CANTO 11

I Atónito quedé al oír tal cosa. De tal guisa siguió hablando aquel gnomo: «Empezaste, pues debes continuar bien o mal con la historia nuestra pronto, antes que el tiempo acabe con tu vida, o por estar termines más que loco». ¿Qué podía pensar de lo que oía? Lo miré fijo y vi serio su rostro. «No puede ser verdad lo que me dices, dije, mas cierta duda en lo más hondo de mi alma, me arañaba el pensamiento. Quizá no sea yo tu autor, sino otro que por algún lugar anda perdido». «No nos podemos engañar nosotros. Ven conmigo que quiero mostrarte algo», habló muy convencido el feo gnomo. Comenzó andar delante de mí, rápido, y desapareció en el negro fondo de la cueva, perplejo quedé y quieto, ni atreverme a dar paso. Estaba solo. II Pero si por mí él era imaginado, nunca fuera de mí podría moverse ni desaparecer así a capricho. Su existir dependía de mí siempre, pues de mi pensamiento era el producto. De alguna forma fue, quizá inconsciente que se esfumó en el laberinto negro de mi imaginación loca o demente. En mí pues lo tenía que buscar, pero no en el pasado, en el presente tenía que intentar verlo de nuevo. Enroscada vi al pronto la serpiente. «¿Qué buscas, pregunté, en mi pensamiento?». «Que me des otra forma o bien la muerte». «¿Soy también responsable de tu vida?». «Tú eres el poderoso ser viviente que transformarme puedes con tu magia en otro ser más bello, inteligente». «Tu identidad sería eliminada, si dejaras de ser lo que ahora eres».






III «Mi identidad es no tener ninguna. Tú me has creado como todo y nada». El hablar misterioso no entendía de aquellos seres, pero me sonaba eso de -todo y nada- en la memoria. Me acordé de repente de Sagara. Sabía, aunque de un modo muy confuso que estaba en su poder. También Orada vino a mi pensamiento. Poco a poco por mi mente pasaron dislocadas, como en un torbellino, las figuras todas de la aventura tan extraña que últimamente estaba yo viviendo. «¡Ven, ven!», oí una voz que me llamaba. El gnomo era, que hacía raros gestos con el cuerpo, los brazos y la cara. Sus gritos eran cada vez más fuertes, quería a toda costa me acercara. Cuando estuve a su lado me indicó en un sillón, una figura echada. IV Con espanto advertí que era yo mismo. Dije no obstante: «¿Quién es? ¿Está muerto?». «En cierto modo muerto debe estar, pues que inactivo lleva mucho tiempo. Tú lo puedes salvar, que eres tú mismo». «¿Cómo salvarlo puedo, si estoy muerto?». «Tu fantasía es la que yace inerte. Tú, vivo estás en alma como en cuerpo». «¿Y qué crees tú entonces debo hacer?». «Primero tienes que salir del cuento, a tu realidad tornar seguro, para poder, forzando el pensamiento, hacer que sigan todas nuestras vidas en su curso normal, según tu invento». «Todos imaginados sois por mí, tú te atreves no obstante, a dar consejos». «No soy yo, sino tú a través de mí quien te hablas y respondes en tu cerebro». «Nada puedo creer de lo que dices. Tal vez un truco de Sagara es esto».






V «La verdad es que tienes miedo y dudas, y te ocultas y niegas a ti mismo». «Creo que tengo que beber un trago o loco acabaré oyendo al maldito gnomo. ¡Sí, eso voy hacer, beber un trago y olvidarme de todo lo que ha dicho!». «No debes de entregarte a la bebida, últimamente bebes mucho vino». «Tú sabes que es un vino en verdad bueno». «De lo bueno mejor ser comedido». «Quizá tengas razón, mas me hace falta estimular mi fantasía, y digo que sólo así lo puedo conseguir». «Tan sólo lograrás quedar dormido dentro del laberinto de tu sueño, y ponernos a todos en peligro». «Tal vez fuera mejor probar con droga». «Peor será el efecto que el del vino». «Si quedara inactivo para siempre, seguro moriréis tú y tus amigos». VI «No son en modo alguno mis amigos. Sólo he sido elegido para hablarte». «Tú eres el genio de la tierra, dime qué puedo hacer ahora, en este instante». «Veo que no te acuerdas de mi nombre. Ignoro todo lo que tú no sabes». «¿Es en verdad que ya te puse nombre? Creo que no te he visto jamás antes». «Me creaste igual que niebla o humo, me transformas ahora en repugnante figura; a <Todonada> en la serpiente que sin objeto o fin, por aquí yace. No llego a comprender el por qué de esto». «¿Tú eres Cori?, me alegra de encontrarte igual que a <Todonada>, me hacéis falta, que el relato seguir quiero adelante». «Tienes razón sin duda alguna Sauri; para salir del cuento es despertarte lo primero, y ponerte a escribir con cuidado, pensando bien lo que haces».






VII «Puedo intentarlo, mas me falta el arte del perfecto escribir y hacer la trama». «Así es, y desde tiempo lo sabemos. Todos tenemos miedo y nos espanta que con desilusión nos abandones, y se llegue a trocar nuestra esperanza de saber terminada nuestra historia». «¿Por qué no continuar a lo que salga, como he venido haciendo hasta este instante, sin tener que llegar a escribir nada?». «Mala cosa es, que así vivimos sólo dentro de ti, en tu mente dislocada. Nosotros exigimos ser escritos, de esa forma quizá arribe un mañana que un nuevo ser nos lea, y continuemos en su conciencia vivos, como en su alma; y tal vez vengan otros más después y sea entonces nuestras vidas largas». «¿Pensáis acaso por mí en ser eternos? ¡No lograréis por mí ninguna fama!». VIII «No quiero que persona alguna ajena, su faz asome a mi alma, o me haga burlas». «Creo a veces que sufres de complejos». «Ignoro si estoy loco o no, mas nunca mi intimidad le mostraré al extraño». «Así pues nos condenas a absoluta oscuridad por todo el tiempo eterno». «Creedme que la idea es bien absurda, si más que yo queréis ser en mi historia. Sólo la brevedad de mi vida única viviréis, y a mi muerte, seréis muertos». «Mas si fama cogiéramos alguna, tanta tendrías tú como nosotros. Puedes contar seguro con la ayuda nuestra, en cualquier momento que desees». «Traedme pues al pronto ya mi musa, que, aunque no me seduce honor ni gloria, el cuento y la poesía si me gusta». «Darle pues rienda suelta al pensamiento y escribe, para no olvidarte nunca».






IX «Lo haré, aunque sea sólo por recuerdo. Pienso y pienso, mas nada se me ocurre que la historia vuestra haga interesante. A pesar de que nadie me pregunte, hacerlo quiero lo mejor que pueda. Bien, a la espera quedaré, no me urge, puedo empezar lo mismo hoy que mañana». «Comienza pronto y pronto así concluyes. La muerte agazapada está en la vida, y todos te rogamos que procures acabar bien y con presteza el cuento». «Sí, pero ven, acércate y condúceme donde la inspiración encontrar pueda. Mi alma está hastiada y nada me seduce». «Concéntrate, concéntrate y trabaja, no te abandones en el sueño dulce de las divagaciones y pereza. El buen hacer, satisfacción produce». ¿Qué pasa? ¿Me estaré volviendo loco? ¡Este maldito gnomo me confunde! X Están tratando hacerme desvariar, pero, ¿con qué intención, por qué motivo? Alguien que no conozco se interpone procurando desviarme del camino. Al jardín tengo que llegar por fuerza, aunque enfrentarme tenga a mil peligros. En juego está poder salvar a Orada. ¿Qué hará, si por mi parte no es cumplido el acuerdo que tengo, la fea bruja? Me parece que el gnomo es mi enemigo, mas, ¿qué poder lo manda en contra mía? Aunque con él hablando había dicho, o dado a entender, que él era Cori. Cavilar podría hasta el infinito sin llegar a encontrar respuesta alguna. Ni consultar, ni someter a juicio mi problema podía con persona versada en la materia, o con amigo que me diera un sincero, buen consejo. ¡Tenía que seguir solo el camino!

FIN DE LA PRIMERA PARTE




Subir
Elegir otro canto



Portada

© Rodrigo G. Racero