Portada
© Rodrigo G. Racero




ENTRE EL BIEN Y EL MAL


CAPÍTULO XXIV


Como hubo anunciado, Beatriz se presentó en la oficina a las nueve de la mañana, la hora en la que normalmente comenzaba su trabajo. Malva y Ricardo ya se encontraban allí.
  -Buenos días -dijo al entrar. Parecía tener una cara más alegre, y estar de mejor humor-. ¿Hay alguna novedad?
  -Nada nuevo -dijo Ricardo-; tan sólo recordar el que tenemos que permanecer firme en el hecho, de que nada sabíamos, ni sabemos, de la trama que Rogelio pudiera tener con otra gente, para quedarse con parte de la droga. De eso no nos podemos salir ni tan siquiera un ápice. ¿Estamos de acuerdo?
  -Por  supuesto  que  ninguno  de nosotros  sabemos nada  del tema -dijo Beatriz- ahora con cierta seriedad.
  -Yo nada sabía, y sigo sin saber nada -afirmó Malva haciendo un gesto resoluto con su cabeza.
  -Bien, esperemos pues a que aparezca el señor Juan -dijo un tanto irónico Ricardo.
  Todos esperaban con cierta tensión la aparición del hombre que venía a interrogarles, para tratar de sonsacarles lo que hubiese de verdad en lo concerniente al robo de la droga cometido por Rogelio, y quienes eran sus cómplices.
  Eran las diez en punto en el reloj de la oficina, cuando la puerta se abrió, y apareció la alta y esbelta figura de Juan.
  -Muy buenos días -dijo con aquella, para Ricardo falsa sonrisa que tenía por costumbre esbozar, para en el instante siguiente, tratarte con dureza y agriamente, con el ánimo de desconcertar a su interlocutor.
  -Buenos días -respondieron casi al unísono los allí presentes.
  -Bien, empecemos. Espero de vosotros la mayor cooperación para aclarar los hechos; sobre todo de ti -dijo dirigiéndose a Beatriz.
  Quiero creer de vosotros que me ayudaréis, y no me pongáis obstáculos para entorpecer mi labor. ¿Hablo claro? -preguntó.
  -Por supuesto -dijo Ricardo.
  Sí -respondieron ambas mujeres.
  -¿En qué banco, y bajo qué número de cuenta se encuentra el __________

Página 296



dinero que habéis obtenido, con el producto de la venta de la droga que habéis robado?
  Nadie contestó a la pregunta hecha por Juan. El silencio se prolongaba, y Juan daba muestra de impaciencia.
  -Se ve que ninguno queréis contestar; así me veré obligado a tomar medidas más drásticas.
  Ricardo alzó la mano, dando muestra de querer hablar.
  -Di lo que tengas que decir -le animó Juan.
  -Tú haces una pregunta que yo, por mi parte no puedo contestar, ya que ignoro la respuesta. No me puedo dar por aludido; de Malva estoy por completo seguro que nada sabe de eso, y de Beatriz, aunque Rogelio fuera su marido, creo que ella está fuera de esas cosas, y tampoco sabe nada.
  -¡Oye, a mí no me vayas a tomar por idiota! Tú te crees muy caballero saliendo en defensa de las dos mujeres. En el caso de tu novia puedo entenderlo, pero, ¿qué sabes tú de Beatriz, como para asegurar nada?
  -No aseguro, he dicho que creo. De todas formas ella te lo dirá.
  -Ricardo tiene razón en su suposición -dijo Beatriz- yo ignoro a qué se dedicaba mi marido dentro de la organización; él nunca me contaba nada. Decía que era mejor para mí, que yo no estuviera enterada de nada de lo concerniente a su trabajo.
  -Lo malo de eso es que no le podemos preguntar a él, si eso es de verdad así -dijo Juan.
  -Pongamos todas las cartas sobre la mesa -dijo un tanto airada Malva-. Usted no se cree eso, de que nosotros nos quedemos con ninguna parte de la droga que, muy a mi pesar tengo que consentir que se manipule en mi empresa. Nosotros no somos criminales, ni tenemos necesidad alguna de hacernos de dinero por medios ilícitos; nuestro trabajo nos ha bastado siempre para vivir holgadamente sí, pero al mismo tiempo honradamente, sin tener que quedarnos con nada de nadie, con nada que no nos perteneciera, y menos aún con droga.
  -Para el carro, no te vayas a ir por las nubes, mujer, ni se te suba a la cabeza haber sido siempre la niña con los papás ricos que todo se lo podía permitir. Tu padre no le hacía asco a nuestro dinero, dinero __________

Página 297



sacado de la droga, y siempre exigía, y siempre quería más, y eso fue su perdición, como también será vuestra perdición, si no me decís la verdad.
  -¿Qué quieres insinuar? -dijo Ricardo de mal talante. ¿Tú nos amenazas? ¿Pues sabes qué te digo? Que después de perdío al río. Si así lo prefieres, salta todo por los aires; que todo me importa tres leches, amigo, si tenemos que morir moriremos, pero ten la seguridad, que alguno me llevaré por delante, y la organización también saldrá perjudicada en sus intereses, cuando todo se descubra, y probablemente te pidan a ti responsabilidades; y no me creas tan tonto como para que yo no haya tomado ciertas medidas, en caso de que a nosotros, a Malva y a mí, nos suceda algo que nos acarree la muerte de forma extraña o violenta. Oye bien lo que te digo, a ti y a tu organización: Vosotros tenéis una carta que jugar, esa carta es la amenaza de la muerte a nuestra vida; pero de poco os vale, en el momento que nuestra desesperación acepte la muerte, la asuma, y decidamos morir matando, porque hemos llegado a la conclusión de que más vale estar muerto, que seguir viviendo con esa constante presión que queréis ejercer sobre nosotros. Todo tiene un límite, y nosotros hemos ya arribado a ese límite. ¿Lo has comprendido?
  Ricardo se había mostrado frío y sereno al pronunciar sus palabras, todos advirtieron que en el fondo, había una innegable sinceridad en todo aquello que decía.
  Juan tragó saliva. No esperaba ni por asomo, una tan contundente respuesta. Tenía que ser cauto; no podía dejar que aquello, terminara yéndosele de las manos.
  -Parece  que  has  comprendido que la  mejor defensa es un ataque -dijo Juan demostrando absoluta tranquilidad-. De lo que no estoy tan seguro, es de que tú tengas las agallas de soportar, las vejaciones y torturas que le puedan sobrevenir a Malva, como consecuencia de tu torpe modo de actuar.
  -Sería cuestión de saber quién llega antes, si vosotros a torturarnos, o nosotros a quitarnos la vida.
  -¡Vamos, hombre, tu fanfarroneas!
  -Tenga usted la plena seguridad -interrumpió Malva- que lo que __________

Página 298



mi prometido le dice es tan real, como que aquí estamos reunidos. Yo misma se lo he propuesto hace un par de días. ¿Para qué vivir de esta manera? Pero antes de despedirnos de la vida, trataremos de hacerles el más daño posible, es decir, procuraremos que todo este entramado se descubra; y ya hemos hecho lo necesario, por si se diera el caso.
  -Yo también estoy dispuesta a acompañaros en esa vuestra decisión -dijo Beatriz, que había oído asombrada todo lo que se había dicho.
  Juan sopesó los pro y contra de la situación creada. Quizá se hubiese pasado un poco. No se les puede amenazar con la muerte, a aquellos que están dispuestos a perder la vida.
  -Una cosa es hablar de morir, de quitarse la vida, y otra muy diferente el ser capaz llevarlo a cabo. Cuando de verdad la muerte se acerque, y te mire con el profundo horror de su incógnita, con las cuencas vacías de sus ojos que te arrastran a la nada, entonces, la duda hará temblar tu mano. Créeme, no es tan fácil -dijo Juan, y continuó-. Yo no tengo personalmente nada en contra de ninguno de vosotros. Me mandan para que averigüe la verdad de lo que ha sucedido. Es un hecho probado que Rogelio se quedaba con parte de la droga. Un espía nuestro que trabajaba con él, nos lo ha delatado. Me parece raro que ninguno de vosotros, no hayáis advertido algo de lo que estaba pasando.
  -Mire -dijo Malva-, mi propio padre estaba, por lo que parece, metido en ese negocio vuestro de la droga, en mi misma fábrica, y yo que trabajo aquí, no tenía, hasta que mi padre fue asesinado, la más mínima idea de lo que pasaba.
  -Yo supongo que no tengo que explicarte, de qué forma he entrado, mejor dicho, me han hecho entrar en la organización. Beatriz está en ella porque era la mujer de Rogelio. Tú bien sabes que nosotros no somos delincuentes, ni sabríamos qué tendríamos que hacer para sacarle producto a una droga robada. Tú no te crees de verdad que nosotros tengamos algo que ver en este asunto.
  -No digo que directamente seáis vosotros los responsables, me consta que no, pero ¿sabíais algo del tema? Esa es la pregunta.
  -Le ruego que me crea -habló Beatriz- Rogelio nada me contaba, __________

Página 299



ni yo le preguntaba, sobre su quehacer en la organización.
  -Sé que vosotros tres estuvisteis ayer juntos en el restaurante, quizá os pusisteis de acuerdo en lo que teníais que decirme.
  -Cierto que fuimos al restaurante a comer -dijo Ricardo-. Nos llevamos a Beatriz con la intención de que saliera un poco, y se distrajera, pues anda algo depresiva con todo lo sucedido; nuestra intención era animarla, nada más.
  -Bien, quiero creer que esa es la verdad. Haré ver a mis superiores las conclusiones a las que he llegado, y ellos decidirán. ¡Ah! Se me olvidaba, un par de trabajadores que estaban implicado con Rogelio en esa trama, no volverán por aquí. Mandaré gente nueva. Espero que de aquí en adelante, las cosas marchen sobre ruedas, sin que existan más complicaciones. Os tenéis que repartir en tres turnos, para vigilar el trabajo. Ahora sois vosotros los responsables ante mí de que todo siga su curso normal. Otra cosa que la organización desea saber sin más demora, es la fecha de vuestra boda. Vendré el jueves de la próxima semana y me lo comunicáis. ¿Estamos todos de acuerdo?
  Ricardo y Malva se miraron un momento. Ella hizo un gesto afirmativo, y él dijo:
  -Vale, la semana que viene pondremos fecha a nuestra unión.
  -Doy por terminada mi investigación. Si no saliera nada nuevo, la cosa se quedará así -dijo, y se marchó tras despedirse cortésmente.
  -No me  termino  de creer que  haya dado el asunto  por concluido -comentó Beatriz-. Esa gente te está constantemente espiando. Lo dice sólo para que nos relajemos y cometamos alguna falta.
  -Nosotros no podemos cometer ninguna falta, por la sencilla razón de que nosotros ignoramos el paradero, en donde Rogelio tenga escondido el dinero que haya ganado con la venta de la droga.
  -Pues aunque no lo creáis, yo tampoco lo sé; él nunca me dijo nada al respecto.
  -Debes buscar por todos los rincones de tu casa -aconsejó Malva a Beatriz-, no sea que Rogelio lo haya escondido; y si a Juan se le ocurre buscarlo en tu casa y lo encontrara, sería tu perdición.
  -Sí, eso es verdad -dijo Ricardo-, debes hacerlo en cuanto antes.
  -No se debe de precipitar -dijo Malva a Ricardo-. Ella tiene que __________

Página 300



ser muy cauta. Esa gente es capaz de espiarla hasta dentro de su misma casa. Antes de ponerte a buscar nada, cerciórate de que estás sola en tu piso.
  -¡Dios mío, me asustáis! ¿Pensáis de verdad, que alguien se esconda en mi casa para ver lo que yo haga?
  -No me extrañaría nada -dijo Ricardo.
  -Por favor acompañadme. Tengo miedo -dijo Beatriz, y ciertamente se le advertía cierto temor en el rostro.
  -Lo siento de veras, pero eso es una cosa que debes hacerla tú sola -dijo Ricardo-. Tú puedes estar en tu hogar y buscar cualquier cosa, que no recuerdas dónde la pusiste, pero los tres revolviendo todos los rincones de tu casa, sería más que sospechoso, si llegaran a verlo, o a saberlo, compréndelo.
  -Es cierto -le apoyó Malva.
  -Sí, pienso que tenéis razón. Esta noche, cuando esté sola, miraré por todas partes, por los sitios más inverosímiles, pero dudo que llegue a encontrar algo.
  -Quédate esta noche -dijo Malva a Beatriz- haciendo el primer turno. Así será normal que llegues tarde a casa, y podrás ponerte a buscar por si encuentras dinero o algún papel que te dé alguna pista.
  -Me marcho ahora -dijo Ricardo-. Mi turno lo haré pasado mañana, si os parece bien. Nosotros tenemos que fijar la fecha de nuestra boda, y hablar de cómo la vamos a hacer, a qué gente invitamos y si lo hacemos de un modo más bien íntimo y discreto, con pocas personas. Me parecería lo mejor, lo más apropiado, después de lo de tu padre.
  -Ya hablaremos de ello cuando vuelvas, desde luego que no deseo ninguna gran fiesta.

  En el camino de vuelta, Ricardo iba pensando que la cosa, dentro de lo grave que era, no se podía decir que hubiese ido del todo mal. Por lo menos habían conseguido salir ilesos de la sospecha de haber estado en colaboración con Rogelio en el robo de la droga.
  Pasó el resto del día en la librería, terminando algunos asuntos y negocios pendientes.
__________

Página 301



  Hizo una cena frugal y se fue relativamente temprano a casa.
  Bebió un par de coñac viendo la televisión, con la intención de forzar al sueño, pero éste estaba lejos de presentarse.
  Apagó la televisión y buscó ayuda en la lectura, y se sirvió otro coñac.
  El tiempo pasaba lentamente. Eran las dos de la madrugada y el sueño no era capaz de vencerle. Aunque había tratado de evitarlo, los pensamientos le rondaban la cabeza, llamaban, martilleando su cerebro, y al final no tuvo más remedio, que abrirse al hilo conductor de ellos: ¿Cómo podrían, Malva y él, salir de las redes de la organización en las que se hallaban atrapados? Era un problema a solucionar, un problema vital para el futuro de sus vidas. ¿Cómo iban a poder seguir viviendo en la situación actual?
  Se metió en la cama a pesar de que el sueño se encontraba cada vez más ausente, y dio rienda suelta a sus pensamientos, que saltaban y rebotaban de un lado para otro: ¿Qué haría Samara? ¿Habría sido ella la autora de la muerte de Rogelio? Ahora pensaba en Mauricio: ¿Qué sería de él? ¿Habría conseguido llevar a cabo con éxito su intento de huida, escapar de las garras de la organización? ¿Qué sería lo próximo que tramara Juan? Sabía que en el fondo éste le odiaba, y buscaría la forma de hacerle daño, de humillarlo, haciéndole ver que él era alguien dentro de aquella banda de criminales.
  Al fin, enfrascado en estos y otros muchos pensamientos, terminó por quedarse dormido, dando vueltas en el lecho, con un sueño agitado, desinquieto y poco reparador.
  Se levantó temprano. Se había despertado bruscamente, y aunque lo hubo intentado, no fue capaz de seguir durmiendo, pese a que se encontraba cansado por las pocas horas que había dormido. Tenía un desasosiego que no lograba explicarse bien. Se duchó para despejarse, y sobre las siete y media salió con su coche para la ciudad.
  Después de dejar el coche en el garaje, compró el periódico y entró en el bar de siempre a desayunar.
  En la primera página del periódico se veía la fotografía de una construcción en llamas. Gran incendio, rezaba el título, en el __________

Página 302



edificio de una congregación dedicada a la ayuda al necesitado.
  Ricardo supo de inmediato que se trataba de la casa en la que tenía sus oficinas la congregación a la que Samara pertenecía.
  En la crónica del suceso se reseñaba la muerte de dos personas y varias otras con quemaduras de diversa consideración. Se ignoraba el motivo que causó el fuego, aunque se sospechaba que un cortocircuito fuera el origen del mismo.
  Con el fundado temor de que Samara fuera una de las victimas de aquel incendio, se apresuró a llamar al móvil de ella. Tras sonar un par de veces el timbre oyó al fin la voz de su amiga.
  -Soy yo, Ricardo -dijo al advertir que era ella-. Acabo de leer en la prensa lo del incendio, y sentí miedo al pensar que te hubiese pasado algo. ¿Cómo estás?
  -No me ha ocurrido nada. No estaba allí cuando ha pasado; pero me encuentro muy mal, estoy fatal...
  -Lo comprendo, pero debes sobreponerte, tú eres fuerte.
  -No lo entiendes; es que soy yo la responsable de lo acaecido, yo tengo la culpa de la muerte de mis amigos, y no me lo puedo perdonar.
  -No comprendo por qué te consideras causante de esa desgracia. ¿Qué te hace pensar tal cosa?
  -No es por teléfono el mejor modo de explicarte nada. Quizá nos podamos ver, si tienes tiempo.
  -Naturalmente que sí, para ti siempre. Dime dónde nos podemos ver y ahora mismo me pongo en camino.
  -Iré a verte a las dos a la librería. Podíamos comer en cualquier restaurante de por allí cerca.
  -De acuerdo te espero a esa hora.
  -Hasta luego entonces.
  -Sí, hasta ahora.
  Ricardo se preguntaba ¿qué sería lo que había motivado a Samara a considerarse culpable de aquel incendio?
  Por supuesto que ella no lo había provocado; había dicho que no se hallaba en la congregación cuando se provocó la deflagración.
  Se quedó un tanto intrigado. En fin, ella le aclararía los motivos en los que se basaba para decir aquello.
__________

Página 303



  Llamó a Malva y le dijo lo del incendio, así como que Samara habíase auto inculpado del mismo, y que había quedado con ella para almorzar, y que ésta le expondría la razón por la que pensaba, que era responsable de lo sucedido. Quedó en llamarla más tarde, cuando supiera algo concreto.

  Eran las dos de la tarde, y Ricardo esperaba impaciente delante de la librería la aparición de Samara. Al fin la vio venir, con ese su modo peculiar y sensual de andar que tenía, y que Ricardo no podía evitar que en su intimidad, se despertara cierta oscura emoción del deseo, que él ya no quería avivar.
  -Buenas tardes -dijo ella tratando de forzar una sonrisa en su algo pálido rostro.
  -¿Cómo te encuentras? -preguntó él a modo de saludo.
  -Vamos, entremos en algún sitio.
  -Sí -dijo Ricardo-, aquí cerca hay un restaurante.
  Una vez acomodados, y después de tomar un par de tragos de cerveza, comenzó Samara a hablar despacio, con una voz apenas perceptible:
  -Yo soy la única responsable, mía es la culpa de todo lo que pasa. No debía de estar en el mundo; sólo traigo desgracia a las personas que me rodean.
  -¿Por qué hablas así? ¿Qué te impulsa a decir tal cosa?
  Aunque Ricardo preguntaba, una idea iba tomando cuerpo en su mente, pero no quería adelantarse, ella debía de decirlo.
  -Yo he matado a Rogelio, tú ya sabes porqué. La organización ha vengado su muerte prendiéndole fuego a nuestro centro. La cosa no se puede ahora parar ahí; vendrá una espiral de violencia, y seguro habrá más muertos, y la culpa es mía.
  -Lo sospechaba -dijo Ricardo-. Sé que el deseo de venganza es mal consejero; pero tú eres humana, y te han hecho mucho daño. ¡Perdónate a ti misma! Ya no tiene solución, di como el refrán: "A lo hecho pecho". Y no te consideres tan cruel.
  -Se entiende que yo estoy en la congregación para ayudar, y hacer el bien, no para causar la muerte de nadie, ni aún la de Rogelio.
  -Si te sirve de consuelo te diré, que Rogelio estaba de todas __________

Página 304



formas condenado a muerte por la organización. Tú tan sólo te has adelantado a los acontecimientos. Él se quedaba con parte de la droga que se manipulaba en la fábrica de Malva. Sospechaban incluso de que nosotros, Malva y yo, junto con su mujer Beatriz estábamos, o éramos compinches de él. Ricardo le relató lo sucedido con Juan en la fábrica; y que él tenía que estar en un turno, como también Malva y Beatriz, para vigilar el trabajo del envío de la cocaína, heroína, o sabe Dios qué otras drogas al extranjero, ocultas en los muebles que allí se fabricaban, y que eran los responsables de que en el futuro todo marchara bien.
  -Para nada me alivia el hecho de que Rogelio estuviera prácticamente condenado a muerte. Yo ignoraba tal cosa, de todas formas, es la acción innegable de mi comportamiento, lo que ha motivado la represalia de la organización. Le correspondía a ellos ejecutarlo, no a mí. ¿Comprendes?
  -Sí, te entiendo perfectamente, pero debes intentar olvidarte de ello. La vida continúa, y tú eres una pieza clave dentro de la congregación, no lo olvides. Debes continuar tu labor de ayuda al necesitado. Yo creo que ese ha sido siempre el verdadero sentido de tu vida, y en él debes de persistir.
  -Quizá tengas razón. Te doy las gracias por tus palabras, me han animado bastante. ¿Cuándo os casáis? -pregunto inesperadamente, tal vez por cambiar de conversación.
  -Pronto -contestó Ricardo-. La organización nos obliga a poner una fecha, y hemos quedado en que la fijaremos en la próxima semana.
  -Os deseo que seáis muy felices. Os lo merecéis. Creo que será mejor que nosotros no nos volvamos a ver. Yo sólo os puedo acarrear inconvenientes, pues la organización no verá con buenos ojos que continúes teniendo amistad conmigo.
  -Lo sé. Si te soy sincero, incluso me lo han dicho, prácticamente me lo han prohibido; pero yo no dejo que nadie pueda decidir por mí, con quien debo tener o no amistad.
  -De momento sin embargo podemos apartar nuestras relaciones, que naturalmente nunca podrán ser lo que fueron, e intentar no vernos con demasiada frecuencia. Tan sólo si hubiese una __________

Página 305



necesidad perentoria de ello, si tuviera que ayudaros en algo, siempre podréis contar conmigo -dijo Samara.
  -Tú con nosotros igualmente, no lo olvides -le respondió Ricardo.
  Se despidieron los que después de haber sido amantes, eran ahora sólo amigos, lo cual no es tan normal como se pueda pensar; estas cosas suelen acabar muchas veces de un modo trágico. El que no hubiese sido así, se debía al buen carácter y comprensión de ambos personajes.
  Después de haberse despedido Samara, Ricardo llamó como había prometido a Malva y le contó lo sucedido.

  Ricardo se fue al otro día temprano por la mañana, hacia el pueblo de Malva. Esa noche le correspondía a él la vigilancia en la fábrica, para que nadie cayera en la tentación de birlar ni tan siquiera un gramo, de la droga que pertenecía a la organización.
  -Buenos días -dijo Ricardo al entrar en la oficina donde Malva y Beatriz le recibieron, contestando a su saludo, pero reflejando en sus rostros una cierta preocupación-. ¿Pasa algo? -preguntó él al advertirlo.
  -Beatriz me dice que anoche cuando llegó a su casa, se encontró todo patas arriba, todo se lo habían revuelto, ropa y cajones tirado por el suelo, en todas las habitaciones era el desorden ostensible. Se conoce que algo buscaban, incluso en la cocina habían mirado, y rompieron algunos vasos y tazas. Ella no echa nada de menos, pero no cabe la menor duda que han estado buscando lo que sea.
  -Lo más seguro es que sea obra de Juan -dijo Ricardo-. Buscará el dinero que dice debe tener Rogelio, o algún papel que le revele dónde lo pueda tener oculto.
  -Si algo de eso hubiese en mi casa -dijo Beatriz-, yo tendría conocimiento de ello, pero os aseguro que nada sé, ni creo que Rogelio hubiese ocultado algo en casa, que a mí de cualquier manera me pudiera comprometer. Mi marido sería como fuera, pero él no quería que a mí me pasara algo malo.
  -Lo que dice Ricardo tiene sentido -comentó Malva- ¿Quién sino iba a revolver tu casa sin llevarse nada de valor? Seguro que no han ido a robar, buscaban algo. La pregunta es si lo han encontrado.
__________

Página 306



  -Lo cierto es que en mi casa no hay nada de verdadero valor -dijo Beatriz-. No creo que hayan hallado nada.
  -Cuando han ido a registrar,  es  porque  esperaban  encontrar  algo -dijo Ricardo-, de eso no hay duda. Confiemos que Rogelio no haya dejado algo comprometedor que ellos puedan haber descubierto, y que dé motivo a Juan a querer vengarse de nosotros; pues pienso que él nos odia.
  -En las próximas horas lo sabremos -dijo Malva-. Si tuvieran algunas pruebas, no tardarán en presentarse para hacérnoslo saber.
  -Eso es verdad -reconoció Ricardo-. Esperemos pues a ver qué sucede.
  Y bien, ¿qué me decís del trabajo que habéis hecho?
  -Trabajo en realidad ninguno -comentó Beatriz-. Es un modo como otro cualquiera de vejar, o chicanear a la gente. ¿Cómo vamos nosotros a advertir algo? Las bolsas que esconden en las tablas de los muebles, deben de estar, si lo están, ya de antemano apañadas. No creo que esperen al último momento para robar alguna. Quizá vengan ya con menos cantidad de la que dicen que tienen. El que esté detrás de toda esa trama, debe ser alguien que tenga cierta importancia dentro de la organización, probablemente ese mismo tipo, Juan. No creo de ninguna de las maneras, que un simple trabajador se atreva a llevarse nada, tienen todos demasiado miedo como para hacer eso.
  -Es cierto -corroboró Malva-, nosotros podemos estar presente, observándolos cómo hacen el trabajo, lo que nos hace cómplices del delito, quizá sea eso lo que pretenden, porque coger a alguien in fraganti, es algo muy poco probable, por no decir imposible. Si han detectado la falta de estupefacientes, ésta se debe producir en otro lugar, antes de llegar aquí, o tal vez después, en el lugar de destino.
  -Con esta clase de gentuza -dijo Ricardo- todo es posible.
  En fin, ésta noche me toca a mí. Según vea cómo se desarrolla el trabajo, así le comunicaré mi impresión a Juan, y le haré ver mis sospechas y la vuestra, de que no es aquí donde se produce el robo, sino que debe investigar en otra parte, y que nuestra vigilancia aquí, en la fábrica, no tiene en realidad ningún sentido.
  -¿Crees tú que él, se va dejar aconsejar por ti? -dijo Malva __________

Página 307



incrédula.
  -Yo tampoco lo creo -comentó Beatriz-. Ese es un tipo arrogante.
  -Se lo diré de todas formas -insistió Ricardo- si la ocasión se presenta.
__________

Página 308



Subir
Elegir otro capítulo



Portada

© Rodrigo G. Racero