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© Rodrigo G. Racero




ENTRE EL BIEN Y EL MAL


CAPÍTULO XIX


Ricardo y Malva estaban muy atareados con los preparativos de la boda. La felicidad no era completa, no podía serlo dada las circunstancias que se habían fraguado para llegar al matrimonio, tan deseado en un tiempo anterior.
  Malva había manifestado su deseo de encontrarse con Samara, ahora que sabía por Ricardo que ya estaba en libertad. Acordaron los tres en verse el Sábado por la tarde, en aquel café y salón de té que Samara solía frecuentar.
  No era cosa muy normal, pensaba Ricardo, el que dos mujeres que amaban al mismo hombre, y de eso él estaba seguro; fueran amigas, y que él estuviera junto con ellas. Era una situación que se le antojaba un tanto incómoda, y por eso decidió acompañar a Malva hasta el lugar de reunión, y después, con una disculpa de que tenía que entrevistarse con un cliente, marcharse, y dejarlas solas.
  Así lo hizo; y tras saludar a Samara, que ya se encontraba dentro de la cafetería, se despidió diciéndole a Malva que la llamaría al día siguiente, y que tal vez fuera al pueblo a verla.
  Las dos recientes amigas quedaron pues a solas, para hablar entre ellas de sus cosas.
  -Me da la impresión -dijo Samara- que tu novio ha preferido largarse, porque le resultaba algo desagradable el estar junto con su prometida, y la que hasta no hace mucho tiempo era su amante. Perdóname -añadió- si lo de "amante" de cualquier manera te ofende, no era mi intención.
  -Lo sé. Desde la muerte de mi padre; y sabiendo ahora todo lo que le ha pasado a Ricardo, y como, y por qué entabló esa relación contigo, estando en las circunstancias excepcionales en las que se encontraba, soy más comprensiva de lo que lo hubiera sido en otro momento. La verdad es, y yo soy la primera en maravillarme de mí misma, que no siento celos ningunos de ti, quizá al contrario, creo que te agradezco lo que has hecho por Ricardo. La decisión de que nos casemos, nos ha sido impuesta por esa organización, supongo que tú lo sabes.
  -Sí, ya sé que lo hacéis por mí, y de verdad que os lo agradezco. __________

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De todas formas, creo que vosotros os pertenecíais hace ya mucho tiempo el uno al otro, y os teníais que casar. Lo nuestro fue un devaneo, motivado por unas extrañas circunstancias, que no quiero que le deis más importancia.
  -Yo también quiero agradecerte que intentes quitarle importancia, pero sé bien que no sólo le has amado, sino que aún le amas, y te está costando trabajo arrancártelo del alma -dijo Malva cogiéndole la mano y mirándola intensamente a los ojos.
  -Será mejor que dejemos el tema  -propuso Samara algo conmovida-. Hablemos de otra cosa, por ejemplo del vestido, ¿cómo será el que lleves en la boda?
  -Todavía no lo he elegido. Créeme que no tengo gran ilusión, me da igual como sea.
  -Sé que yo tengo la culpa. Ahora que te conozco, me siento más responsable si cabe de mi pecado. Tú serías más feliz si yo no hubiese aparecido en la vida de Ricardo.
  -No, no, para nada. No te tortures pensando que yo te achaque a ti el motivo de mi desilusión; el destino así lo ha procurado. Culpables somos todos y ninguno, cada uno de nosotros jugamos un papel en el mundo, y nuestras acciones repercuten en la vida de los demás, querámoslo o no. No obstante, si queremos señalar a alguien, es la organización esa que nos obliga con todas sus pretensiones, la principal culpable, de la muerte de mi padre, y de lo que nos acontece a Ricardo, a ti y a mí.
  -Sí, tienes razón, somos como marionetas del destino. Parece que sea imposible eludir el sino de cada uno; pero tampoco se puede ser fatalista y entregarse sin más, hay que luchar contra viento y marea, e intentar vencer -opinó Samara.
  -También tienes tu parte de razón; no debemos pintarlo todo de negro; debemos de alzarnos con valentía, y buscar con honradez el mejor provecho, dentro de todo el mal que nos rodea.
  -¿Qué tal es el comportamiento de Rogelio, ese hombre que trabaja en tu fábrica, y que también pertenece a la organización?
  -Es el marido de Beatriz, mi secretaria y amiga; lo tenía por otra clase de persona. Me ha desengañado, y ya no me merece ninguna confianza. De ella no sé bien que pensar. Ahora creo ver enemigos __________

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por todas partes.
  -Tengo que confesarte algo, si no lo cuento reviento y muero, me quema por dentro y me llena de rabia; todo mi ser clama venganza. Me tienes que jurar que de verdad no se lo dirás a Ricardo, esto que te voy a relatar.
  -Te doy mi palabra de no decirle a nadie nada, si tú no lo deseas. Te lo juro -remachó Malva y preguntó-. ¿Tiene algo que ver con Rogelio?
  -¿Qué si tiene que ver? El muy hijo de perra, cobarde y cabrón. Ayudado por dos corpulentos sabuesos de la organización me ha violado. Solo no hubiese sido capaz de llevarlo a cabo.
  -¡No me digas!  ¿Es posible?  No me lo imaginaba bajo ese aspecto -se asombró Malva llevándose las manos a la cabeza.
  -Pues eso ha hecho el muy valiente. Emplea la fuerza ese hijo de mala madre para conseguir lo que quiere, y se lo toma por las buenas o por las malas. ¡Ten mucho cuidado con él!
  -Ya, ya lo tengo. Se ha puesto algo chulo desde que se ha quitado la máscara; y hace en mi empresa lo que le da la gana. No sé si comentarle eso a su mujer.
  -Haz lo que te parezca; pero de seguro que delante su mujer lo negará, y ella ante la duda estará al lado de su marido; pues lo más probable es que también ella pertenezca a esa maligna y criminal organización.
  -Sí, eso podría ser. Trataré de sonsacárselo; quizá lo consiga.
  -Pon de todas formas mucha atención con ellos, y desconfía de su amistad, que de seguro es falsa.
  Las dos amigas continuaron hablando y dándose ánimos la una a la otra, para poder seguir adelante en la vida.
  Se habían tomado tanto aprecio, que pasearon juntas por la ciudad, mirando escaparates y comprando algunas cosas para su vestuario personal. Decidieron ir a cenar a un restaurante, y no paraban de charlar, aunque el tema siempre derivaba en la extraña y delictiva organización, y cómo sería posible escapar de ella con algún mínimo de probabilidad de éxito. A lo que Samara dijo que la congregación haría todo lo posible por ayudarles.
  Ricardo, como había prometido llamó a Malva por teléfono a la __________

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oficina de la fábrica.
  -Sí -la voz era de Beatriz.
  -Pásame con Malva por favor -dijo Ricardo.
  -¿Pero no te has enterado?
  -¿De qué?
  -Malva ha tenido un accidente con el coche. Está ingresada en el hospital.
  -¡Dios mío! ¿Cómo es posible? ¿Cuándo ha pasado? ¿Es grave?
  -Parece ser que fue anoche. Yo lo he sabido esta mañana. No sé la gravedad que tenga; nada me han dicho de eso. He intentado comunicar contigo, pero no lo he conseguido ni en tu casa ni en la librería. Tu número de móvil no lo tengo.
  -¿En qué hospital se encuentra?
  -En "La Inmaculada Concepción".
  -Gracias; ahora mismo me marcho para allá -dijo Ricardo colgando el teléfono. En su rostro se reflejaba una honda preocupación. Las desgracias siempre vienen acompañadas de más desgracias, pensó con tristeza. Debía comunicárselo a Samara, así pues sin dudarlo un momento, la llamó a su móvil.
  -Sí, ¿Quién es? -Preguntó la conocida voz de su amante, quizá ya sólo amiga.
  -Soy yo, Ricardo. Quería decirte que Malva está en el hospital. Parece ser, según me ha dicho Beatriz, que tuvo un accidente con el coche. Me pongo ahora mismo en camino para verla. Está en el hospital "La Inmaculada Concepción".
  -¡Vaya por Dios! De inmediato salgo y me voy para allá. Allí nos veremos.

  Se informaba Ricardo del lugar en dónde se encontraba Malva, cuando apareció Samara.
  -¿Sabes algo de su estado? ¿Está grave? -preguntaba anhelante Samara.
  -Aún no sé. Se halla en la estación de cuidados intensivos. Habrá que hablar con el médico.
  Al fin, tras más de media hora de espera, les recibió el médico que les informó del el estado de Malva:
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  En primer lugar y lo más importante era, que su vida no parecía correr peligro. Padecía un traumatismo cerebral, producido por una herida de consideración en la cabeza, dos costillas rotas, así como también el brazo izquierdo. Lo más preocupante era la brecha abierta en la cabeza que habría que operar; pero que había esperanza bien fundada, de que no revistiera más gravedad y se curara en un tiempo más bien previsible, y sin dejar secuela alguna de sus heridas, quedando por completo restablecida.
  Quisieron verla, pero el médico lo desaconsejó en el momento actual. Estaba sedada, no era consciente de nada, y necesitaba absoluta tranquilidad.
  Los dos, ahora más bien amigos, salieron del hospital con una mezcla de alivio y preocupación por lo acontecido con Malva.
  -La boda se tendrá ahora sin más remedio que atrasar -dijo Ricardo. Lo que no sé, es cómo reaccionarán los de la organización.
  -¿Cómo van a reaccionar? Ella ha sufrido un accidente ¡Es una fuerza mayor contra la que nadie puede hacer nada! No creo que puedan pensar, que la boda la queráis atrasar adrede.
  -No te puedes fiar ni un pelo de esa gente; ni nunca sabes cómo van a reaccionar.
  -No te preocupes demasiado, ya dirán lo que tengan que decir; que nosotros también sabremos responder.
  -Nuestras relaciones han tomado otro derrotero diferente al que habíamos pensado -dijo Ricardo inesperadamente.
  -Sí, pero yo creo que las vuestras, me refiero a ti y a Malva, se han vuelto a encauzar por el camino que nunca deberían de haber abandonado. Y eso es bueno así. Deja que lo nuestro quede como un bello sueño, que nunca jamás se podría haber realizado, pero que me hizo palpar la felicidad un breve momento. Ahora por favor te ruego que no hablemos más de esto, ni tampoco en el futuro.
  -Como tú lo prefieras. ¿Tienes coche? ¿Te debo de llevar a alguna parte? -preguntó él solícito.
  -No gracias, he venido con mi coche. Me tengo que marchar. Ya nos veremos -dijo Samara y se separó de Ricardo con pasos ligeros.
  Él se quedó pensativo viéndola ir. El movimiento de sus caderas, __________

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aunque ella no se lo propusiera, era voluptuoso por naturaleza. Sintió como una nostalgia en su interior, una extraña sensación de haber perdido algo, que nunca más podría recuperar. Tuvo que confesarse que la llama de su pasión por ella, aún seguía viva, y le embargaba el alma. Pensó en Malva; quería ser honesto con ella, no se merecía que él la traicionara; tendría que arrancarse poco a poco a Samara de su corazón, quizá más bien de su cabeza. La verdad era que sus sentimientos hacia Malva habían perdido algo de la pasión de los primeros tiempos; pero reconocía que no le era para nada indiferente, pues también la amaba, tal vez de un modo más sosegado, más de un marido que lleva años casado, pero que sigue queriendo a su mujer.
  Malditas las ganas que tenía de ir a la librería para enfrascarse en el trabajo. Una desidia e indiferencia le embargaba el ánimo. Todo se le presentaba mal, en los últimos tiempos nada le salía bien, todo se le trabucaba; parecía que hubiese caído sobre él una maldición. La verdad era que desde el nefasto día en que apareció Mauricio en su negocio, para ofrecerle el dichoso libro manuscrito, las cosas le habían ido de mal en peor. Ahora ya casi no sentía rabia por todo lo acontecido, más bien una dejadez y tristeza, que le agobiaba y le embargaba el alma.
  Ya se disponía a coger su coche para irse, cuando vio aparecer a Rogelio acompañado de Beatriz.
  -¡Vaya hombre, al fin te puedo ver! -dijo Rogelio en un extraño tono, como de alivio y coraje-. Creo que ya sabías por Beatriz, que tenía que verte para hablar contigo.
  -Sí, algo de eso me dijo. ¿Te piensas acaso que sea yo el que tengo que ir detrás de ti, para saber qué es lo que quieres de mí? Si algo me tienes que decir, búscame, procura verme y dímelo -contestó Ricardo con visible mal humor.
  -No te pongas gallo, que ahora, por si no lo sabes, te diré que me debes obediencia. Al haber muerto Sebastián, soy yo tu nuevo jefe.
  -¿Tú mi jefe? -dijo Ricardo con contenida rabia-. Eso no te lo crees ni tú. Sé que perteneces a esa organización criminal, y te recomiendo que andes con cuidado.
  -Basta una queja mía por tu falta de disciplina, y te aseguro que lo __________

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pasarías bastante mal; así que piénsatelo y modérate, que más te vale colaborar, pues estamos llamados a trabajar juntos en beneficio de la organización, y de esta forma, por lógica, también en nuestro propio beneficio. Debes ser prudente, que así saldrás ganando, y todo marchará sobre ruedas.
  -Quítate de la cabeza el que yo acepte órdenes tuyas; y no me vengas con amenazas de muerte, que ya me importa poco perder la vida, porque vivirla bajo vuestro dominio no vale la pena. Pero te aseguro que antes de sucumbir, alguno me llevaré por delante -dijo Ricardo dejando entrever una latente amenaza, particularmente hacia él.
  Rogelio esbozó una leve sonrisa, como de condescendencia y dijo:
  -¿Sabes? Lo de menos es tu vida, en realidad es lo que menos cuenta; pero, ¿qué pasa si tu desobediencia acarrea la muerte, o tortura de un tercero, ¿podrías vivir con el remordimiento de que por tu culpa sufre o muere otra persona? Lo más seguro es que se trate de un ser querido para ti, que cae porque tú fuiste incapaz de salvaguardarlo, de mantenerlo a salvo. La vida es dura para la mayoría de la gente. ¿Te crees que los demás vivimos tan bien como tú, con tu buena casa, tu fortuna y el negocio con tus libritos, riéndote hasta ahora de la vida, viviendo alegremente, con novia rica y amante incluida? No, amigo, ese rollo se te ha acabado, que lo sepas de una vez por todas. Además, tu tiempo de aspirante dentro de la organización ha llegado a su fin, y serás en breve citado para la ceremonia, junto con los otros, de juramento y adhesión plena a la organización, y tú ya has leído y firmado el contrato que te une de por vida a nosotros, y no te quiero repetir lo que tú ya sabes: Las consecuencias que te esperan si traicionas, o intentas escapar abandonando la organización. Yo te juro aquí y ahora, que si tienes el valor de alzarte contra nosotros, tu muerte no será fulminante, sino lenta, muy lenta y dolorosa -terminó diciendo Rogelio, y parecía recrearse, paladeando las palabras, que intentaban producir un dolor psicológico en Ricardo.
  La furia que Ricardo sentía en su interior, y que a duras penas contenía, le hizo ser igualmente duro en sus palabras:
  -Bueno es saberlo. ¿Crees acaso que los demás no nos podemos __________

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convertir igualmente en animales despiadados, por rabia y venganza, y pagar con la misma moneda, infligiendo el mismo dolor atroz a ti y a todos los tuyos, que el que tú me acabas de anunciar? Te advierto que no te sientas tan seguro, sólo porque tienes detrás a una banda de criminales. Así pues los dos estamos avisados. Piensa que si fracasas conmigo, fracasarás también ante tus superiores en la organización, y las consecuencias para ti serían nefastas.
  Beatriz, que había permanecido prudentemente en silencio todo el tiempo, habló para interesarse por el estado de salud de Malva:
  -Dime, ¿cómo se encuentra Malva, está fuera de peligro?
  -Gracias por tu interés -dijo Ricardo-. El médico no me ha dejado verla, pero dice que su vida no corre peligro.
  -¡Vamos! -dijo Beatriz tirando del brazo de Rogelio-. Ya que hemos venido pasemos dentro. Y dejaros vosotros de decir estupideces. Adiós Ricardo, ya nos veremos.
  Durante un instante se quedó Ricardo observando cómo Beatriz casi arrastraba a Rogelio hacia la entrada del hospital. Nunca se imaginó que esa mujer pudiera ser tan enérgica.

  Tras dejar el coche en su garaje, deambuló por la ciudad sin rumbo fijo, dejándose ir hacia donde los pies le llevaran. La discusión mantenida con Rogelio le había enrabiado tanto, que se encontraba con un humor de perros. La impotencia de poder salir indemne de las garras de la organización, le ponían enfermo; clamaba su odio deseos de venganza, y en su pecho ardía una hoguera de sentimientos encontrados: fobia, animadversión, repugnancia hacia Rogelio, pasión de deseos incontenibles hacia Samara, y amor, compasión y compresión hacia su novia y buena amiga que era y siempre había sido Malva. La cabeza le bullía, los pensamientos saltaban, rebotando de una persona a otra, y la duda y el miedo hacían acto de presencia, pese a su envalentonamiento ante Rogelio. Quizá no estuviera él tampoco exento de culpa. Lo cierto es que nunca había pensado en los problemas de los demás; cada uno se las apaña como puede, el mundo es una jungla, y los seres humanos __________

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dentro de éste planeta luchan denodadamente por conseguir posiciones cada vez más relevantes, que les dé poder y riqueza sobre sus semejantes, para poder dominarlos; y para ello recurren a todo lo inimaginable, no lo detienen ni la corrupción ni el crimen. Él no había llegado a ese extremo reprobable, pero había pasado indiferente ante la pobreza ajena, nada nunca había hecho algo por ayudar al prójimo en situación de indigencia, no acostumbraba a dar ni tan siquiera una limosna al necesitado. Inmerso siempre en sus negocios de libros y su independencia, retrasando la boda con la mujer que le amaba, y a la cual él le había sido infiel. Ni tan siquiera podía decir que tuviera un amigo íntimo y verdadero. ¿Habría acaso merecido él, por sus pequeños pecados, un castigo semejante mandado por Dios, que le hiciera tener que colaborar con una banda de dementes criminales?
  Él se había movido en un mundo que pasaba olímpicamente de todos los problemas que afectan en sus diferentes facetas a la sociedad; él vivía bien y nada le preocupaba, hasta el instante que apareció en su librería el antipático Mauricio. Aunque tenía que reconocer que no era éste el responsable directo de sus males, sino que más bien parecía ser que se trataba de Rogelio, que perteneciendo a la organización, y trabajando en la empresa de Cristian, habría sido él, el que de acuerdo con ésta habría tramado todo el complot de la droga, y ponerlos a ellos, a él y a Malva, una vez casados, y muerto su suegro, asesinado por él mismo, como los responsables y representantes como dueños que eran, de todo lo que pasara en la fábrica, y ante la sociedad, y si algo se descubriera, ellos serían siempre los culpables, y los que darían con sus huesos en la cárcel, y no habría forma de probar su inocencia. ¡Todo lo tenían bien urdido los canallas!
  Entró en un restaurante, en un lugar de la ciudad para él desconocido. Debía de almorzar algo, cualquier cosa, aunque no tenía precisamente mucho apetito. Se sentó a una mesa y pidió una copa de un buen vino tinto y la carta.
  Estaba terminando de comer cuando vio a Mauricio que se sentaba a una mesa algo alejada de la suya. Hacía un par de días que estaba libre, lo cual era tanto como decir que estaba condenado a muerte. __________

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En realidad se extrañaba de que ya no lo estuviera. Notaba que no sentía ninguna animadversión por el tal individuo; más bien al contrario, le daba, a pesar de todo su mal comportamiento con él, pena, sentía cierta compasión, quizá porque sabía la situación en la que se encontraba, como fiera acorralada que no tenía posibilidad alguna de escape, ante la inexorable persecución que sufría. Tal vez se hubiese conformado con su suerte, y esperaba el tiro en la nuca que lo ejecutara en cualquier momento. Procuró no mirar hacia donde éste se encontraba. Prefería que no le viera, no quería hablar con él, ni sabía qué aptitud debía tomar, en caso de que el otro intentara cualquier acercamiento hacia su persona.
  Pasó lo que estaba temiendo: Mauricio advirtió la presencia en el restaurante de Ricardo y se acercó a él.
  -Hola Ricardo -saludó Mauricio-. ¿Permites que me siente a tu lado?- y uniendo la pegunta a la acción tomó asiento.
  -¡Ah, tú! -dijo Ricardo haciéndose adrede el sorprendido. Y sarcásticamente añadió-. ¿Todavía estás vivo? ¡Es un record!
  -Sí, puedo decir que he tenido suerte; pero necesito ayuda. El destino te ha traído aquí, por eso no puedes negarte a ayudarme.
  -Estás loco. ¿Cómo puedes esperar ayuda de mí?
  -Sé que mi comportamiento contigo no fue nada de bueno; pero aunque no te lo creas, no estaba motivado por animadversión directa hacia tu persona como tal, era más bien, lo confieso, querer demostrar algo, imponer quizá a Sebastián, para que a través de éste tener la aprobación de la organización, es decir, hacer méritos dentro de ella, en un intento, probablemente equivocado; ahora me doy cuenta, de ganar posiciones siendo mejor reconocido. No sé si me entiendes.
  -Te comprendo perfectamente, pero créeme que no puedo hacer nada por ti. Yo mismo estoy al borde del precipicio.
  -Te aseguro que tú de momento no corres peligro alguno; siempre que seas necesario para los intereses de la organización, respetarán tu vida. Yo los conozco bien. Además, tan sólo me tienes que hacer un pequeño favor, que no te costará ningún gran trabajo. Te ruego que no me niegues la ayuda, eres mi última y única oportunidad y esperanza. Tú no eres mala persona; apelo a tu honradez y honor.
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  Ricardo dudaba. Había odiado a ese hombre hasta desearle la muerte, y ahora estaba frente a él implorándole su colaboración, en un intento de salvar la vida. El destino hace que se den las circunstancias más asombrosas; que se produzca aquello que parecía era lo menos probable que pudiera suceder. ¿Cómo podía negarse a su clamorosa petición, de que hiciera algo por salvarle la vida? Sintió curiosidad por saber de qué forma él podía hacer algo por el otro y preguntó:
  -No sé cómo te podría ayudar; mis posibilidades están reducidas, son mínimas.
  -Te explicaré: Tienes que ir a mi apartamento, pues es necesario que recojas para mí un maletín, en el cual guardo cosas que me son precisas para poder intentar la huida. Sólo eso, ¿no es mucho, verdad? Ya te puedes suponer que estén vigilando la entrada, por eso tengo miedo de ir yo, a mí todos los de la organización me conocen; por lo menos todos los que están en esta ciudad, en tanto que a ti no. Lo más probable es que los que estén al acecho no sepan nada de ti, y aunque te vean entrar, piensen que eres un inquilino más. Puedes ir esta noche. Toma -dijo sacando unas llaves del bolsillo de su chaqueta, que puso sobre la mesa-. Es en la calle "El herrero", número cinco, en el tercer piso, izquierda B. Mañana a esta hora nos podemos ver aquí, y me entregas el maletín. Hazme ese favor, te lo suplico. ¡Perdóname todo el mal que te haya podido causar!
  Ricardo no sabía qué hacer, qué postura tomar. Allí ante él había un hombre que le rogaba, que solicitaba de él ayuda para poder seguir con vida. Ignoraba qué alcance podría tener para él mismo, esa acción en caso de que la organización lo descubriera; pero veía que no era capaz de negarse a las súplicas de Mauricio. Por otra parte tenía que reconocer que fue por la confesión de éste, el que los de la congregación supieran el lugar en donde se iba a desarrollar el crimen, y fueran allí a salvarle. Aunque también era verdad que, si había hablado fue bajo la amenaza de padecer un castigo tremendo.
  De cualquier forma cogió la llave y pregunto:
  -¿Dónde se encuentra el tal maletín?
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  -Encima del armario del dormitorio hay una maleta, dentro de ella se encuentra ese pequeño maletín negro.
  -¿No habrá dentro de él una bomba que me haga estallar por los aires, como venganza por la situación en la que te encuentras?
  -No, ¿deliras? Si lo quieres saber, te diré lo que contiene: Una peluca de pelos canos, un bigote y barba del mismo color, unas gafas, una gorra, pinturas para completar mi disfraz; aparte de algo de dinero y documentos, como pasaporte y carné de conducir. Espero así pasar desapercibido y escapar, quizá logre salir al extranjero.
  -De acuerdo. Lo intentaré; pero creo que será mejor que vaya de día, en vez de por la noche. Puede que la oscuridad, les haga estar más atentos a las personas que entren y salgan, en cambio de día anden más descuidados. Pudiera ser que alguno de los que están al acecho, también me conociera a mí; trataré de ir un poco diferente, quizá me ponga una gorra.
  Bueno, mañana a esta hora estaré aquí. Deséame suerte. Adiós.
  -Adiós. Te deseo la máxima suerte, ya que tu suerte es la mía.
  Ricardo se levanto, y despacio se dirigió hacia la salida sin volver atrás la cara.
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