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© Rodrigo G. Racero




ENTRE EL BIEN Y EL MAL


CAPÍTULO XVIII


Se despertaron tarde al otro día.
  -Creo que se nos han pegado las sábanas -dijo Ricardo-. Hoy me quiero pasar, a ver como van las cosas por la librería. Después iré a ver a Eusebio por si saben algo de Samara.
  -Yo me debo de marchar. No puedo dejar el negocio mucho tiempo descuidado; ahora que ya no está papá.
  -Lo comprendo. Vamos, desayunaremos en el centro.
  Se lavaron y vistieron con prontitud. Poco tiempo más tarde iban ambos coches, uno tras otro a la ciudad.
  -Ponme al corriente de lo que pase con Samara -decía Malva a Ricardo cuando estaban ya en la cafetería, ante una humeante taza de café y una tostada con aceite.
  -Parece como si hubieses hecho una buena amistad con ella.
  -No me desagrada. Me parece una mujer sincera. La verdad es que me es simpática.
  -Bueno, ahora me debería de ir pues...
  -Perdona. Quería decirte que no te tienes que sentir obligado conmigo; ni por lo que hemos sido en el pasado, ni por lo que pasó anoche entre los dos. Sí quiero que sepas, que mi amor hacia ti es inquebrantable, y que te recibiré con los brazos abiertos siempre que tu así lo desees.
  -Sí, lo sé; y de verdad que me creo indigno de ti, ya te dije, que no te merezco, y que en este instante no sé decidir, estoy confuso y mis sentimientos son contradictorios, me siento como se dice, hecho un verdadero lío.

  -Ve con cuidado -le dijo Ricardo a Malva al despedirse de ella con un leve beso. Después se dirigió hacia la librería.
  Volvía a tener, como en días anteriores, la desagradable sensación de que alguien le seguía los pasos, de que estaba siendo vigilado por una o más personas. Llevaba la pistola en el bolsillo interior de su chaqueta. Estaba dispuesto a defenderse si era atacado por alguno de los hombres de la organización. No le importaba morir si ese era su destino; pero de seguro se llevaría a alguno por delante, __________

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no estaba dispuesto a tener que vivir recluido por miedo a ellos; eso sería algo así como no vivir por vivir. Iba a pesar de todo con siete ojos mirando con atención todo lo que se movía a su alrededor.
  Entró en la librería. Ignacio estaba atendiendo a un cliente.
  Cuando terminó se dirigió hacia él, y se dio cuenta en ese momento que se trataba de su jefe.
  -¡Es usted señor! Perdón, no le había reconocido en el primer momento.
  -No tienes que pedir disculpas. Hace una eternidad que no vengo por aquí. Tampoco he tenido ocasión de llamarte. Dime, ¿está todo en orden? ¿Hay alguna cosa importante que tengas que decirme?
  -Todo lo tengo anotado: El nombre de las personas que han querido hablar con usted, y sus números de teléfono. Las ventas efectuadas y los pedidos de determinados libros.
  Ricardo pasó a la trastienda donde tenía un pequeño despacho.
  Durante una hora estuvo repasando las notas que Ignacio le había dejado; haciendo algunas llamadas telefónicas, y contestando un par de cartas. Encendió un cigarrillo y llamó a Eusebio por teléfono por si sabía algo de Samara.
  El semblante de Ricardo cambió de color: pálido, serio y triste se quedó al oír las palabras de Eusebio que le comunicaba, Samara había sido apresada por la organización, persistían en su exigencia de que Ricardo se aviniera a contraer matrimonio con Malva, y dejaran las manos libres a Rogelio, para que actuaran dentro de la fábrica con plena libertad. Tres días les daban para contestar afirmativamente a sus pretensiones; en caso contrario deberían atenerse a las graves consecuencias que ello traería consigo. Ya no había más tapujos, las posiciones estaban claras. Rogelio se había quitado la máscara, y cada uno sabía el lugar que ocupaba dentro de la lucha eterna entre la organización del Mal, y la congregación de los que están al lado del Bien, de ayudar al necesitado.
  -¿Qué vamos a hacer ahora? -dijo Ricardo más bien preguntándose así mismo, que al jefe de Samara.
  -En tus manos está decidir -le dijo Eusebio.
  -Me pondré en contacto con Malva. Ella es la dueña de la empresa, __________

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e implica un gran riesgo para ella aceptar el tráfico de droga dentro de la fábrica; yo de ninguna manera la puedo obligar.
  -De acuerdo, comunícame el resultado que obtengas de hablar con tu novia lo más pronto posible.
  -Sí, la llamaré ahora mismo.
  Ricardo quiso esperar todavía un poco, pues no estaba seguro de que Malva hubiese ya llegado al pueblo. Aún no hacía dos horas que se había puesto en camino, y en los días laborables el tráfico era muy intenso.
  ¿Qué estaría tramando la organización, cuando amenazaba con graves consecuencias si no se aceptaban sus propuestas? Tenía un temor, sentía una angustia que le atenazaba el alma; no podía por menos que reconocer su honda preocupación por lo que a Samara le pudiera ocurrir; se sentía como responsable, tenía la sensación de que era por su culpa lo que a ella le pudiera pasar.
  Cogió el teléfono y llamó a Malva, pues consideraba que ya debía de haber llegado.
  -Sí -se oyó la agradable voz de su todavía prometida.
  -Soy yo, Ricardo. ¿Qué, como has hecho el viaje?
  -Muy bien, sin ningún problema.
  -Quería decirte, porque me pediste que te informara, que hay malas noticias con respecto de Samara. Al parecer, los de la organización la han atrapado, y la mantienen retenida y amenazan "con hacer algo grave" si no hacemos lo que ellos nos dicten.
  -¿Qué quiere aún de nosotros esa mala gente?
  -Sus exigencias pasan por que nosotros nos casemos; así sirvamos de tapadera para sus sucios negocios. Seríamos algo así como personas honorables, libre de toda sospecha de tener contacto con una banda de esa índole. ¿Comprendes? Nadie podría imaginarse que un librero y su mujer, de honestidad probada en la sociedad, tuvieran algo que ver con el mundo de la droga y la criminalidad.
  -¿Y qué piensas tú que hagamos?
  -La decisión última debe ser tuya. Es tu negocio el que se verá envuelto, metido en ese complejo e irracional mundo de la delincuencia y el asesinato, pues que esa gente no se detiene ante nada, ni nada lo detiene.
  -Si era cierto que mi padre estaba metido en ese ilícito negocio, __________

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obligado o no, el hecho es que ya no tiene remedio, lo único que me cabe hacer es aceptar, o denunciar el caso, acatando todas las consecuencias que de ello se deriven.
  -Tienes razón; la organización nos ha manchado con su asquerosa baba, y será ardua la tarea de poder limpiarnos; y aunque seamos inocentes, seremos ante los demás culpables.
  -Visto todo eso, yo no tengo ningún inconveniente en casarme contigo, es lo único agradable, por así decir, de todo este embrollo. Claro siempre que tú también lo desees.
  -Tú sabes que yo te quiero, siempre te he querido. Pero no puedo por menos que serte sincero, y por eso no puedo negarte que también he sentido, quizá todavía sienta, algo especial por Samara; no sé si es amor, pasión o qué es lo que dentro de mí pasa; pero deseo que lo sepas, como también que hace ya tiempo, a raíz de la muerte de tu padre, que ya nada hay entre ella y yo.
  -Pienso que al menos una cosa tiene esto de bueno, y es que si en los planes de la organización está nuestro casamiento, ello implica por obviedad, que nuestras vidas no están en peligro.
  -Naturalmente que permaneceremos a salvo siempre y cuando nos necesiten. La pregunta es: ¿qué pasará cuando dejemos de serles necesarios?
  -Eso está por ver. Somos nosotros los que tenemos que decidir qué hacemos ahora. Se puede pensar en el futuro, pero hay que actuar en el presente -opinó Malva.
  -No nos precipitemos, pensémoslo antes un par de días, en realidad nos dan tres para que contestemos. Hablaré con Eusebio y le diré que en principio estamos dispuestos a ceder a las exigencias de la organización; pero que es condición previa el que dejen libre a Samara, como se dice, sana y salva. ¿Qué te parece?
  -Estoy de acuerdo; el que ella salga ilesa es lo mínimo que debemos pedir -dijo Malva.
  -Entonces hagamos eso. Te llamaré mañana lo más tardar. Un beso, adiós.
  -Adiós, esperemos que todo salga lo mejor posible.
  Ricardo se quedó un momento pensativo. Se tenía que maravillar de las cosas tan extrañas que le ocurrían. Tenía que casarse con su __________

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prometida, a la que ya consideraba perdida, para salvar a la que hasta hacía poco, había sido su amante. Uno nunca termina de conocer bien a las personas, ni tan siquiera a las más íntimas; pues jamás se hubiera llegado a creer que Malva, se tomara tan a la ligera sus relaciones con otra mujer, como había sido el caso con Samara. Lo más increíble aún, era que incluso se había entablado una especie de simpatía y amistad entre ambas.
  Se encontraba algo nervioso, y en vez de llamar por teléfono, decidió ir a ver a Eusebio para hablar con él de todo aquel tema.
  Aunque había dicho a Malva que debían esperar un par de días, la verdad es que ansiaba ver libre a Samara.
  Se despidió de Ignacio diciendo que se encargara de todo, ya que él no sabía si volvería. Éste estaba ya tan acostumbrado a las bruscas idas y venidas de su jefe, que no se extrañó para nada, y se limitó a decir un "muy bien señor".
  El resto del día lo pasó Ricardo en la casa de la congregación de "Los soldados de Dios". Le contó al jefe la conversación tenida con Malva, y que ésta estaba dispuesta a casarse con él, y así poder liberar a Samara de las garras de la organización. Eusebio acogió la noticia con agrado.
  -No esperaba menos de vosotros -dijo-; de todas formas, creo que vosotros teníais proyectado de casaros.
  -Sí, es verdad, aunque las cosas se habían torcido últimamente.
  Comió allí con Eusebio y estuvo deliberando todo el tiempo, sobre las posibilidades reales que tendrían él y Malva de escapar del cerco tendido, de las garras que les atenazaban y hundían cada vez más, dentro de la organización criminal, hasta terminar por verse obligados a ser cómplices de ellos, de formar parte del pecado, de su intrínseca maldad.
  -La lucha es eterna y siempre lo será. Es ilusorio pensar en un mundo idílico donde impere el amor y la bondad. No hay otra alternativa que hacerle frente con valentía al Mal y combatirlo, si circunstancialmente  es  necesario,  incluso  con  sus  mismas  armas -opinó Eusebio, y parecía creer lo que decía.
  -¿Quieres decir que el estado de derecho, la democracia, fracasa si no es igual de contundente en su represalia, en su modo de actuar __________

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contra la banda criminal, que tendría en cierto modo que aplicar el "ojo por ojo y diente por diente"?
  -Sí, eso quiero decir, y eso digo. No nos podemos dejar sacrificar como corderos expiatorios. Hay que vencer, y ellos no conocen otro lenguaje, sino el de las armas que procuran la muerte.
  -He pensado siempre que erais una congregación cristiana.
  -Y lo somos; ayudamos al necesitado en todo aquello que podemos, nos sacrificamos por nuestro prójimo, siempre y cuando éste sea digno de nuestra abnegación.
  -Pero para vosotros no cuenta el ofrecer la mejilla izquierda, cuando os golpeen la derecha.
  -Las enseñanzas de Cristo son muy complejas, no creo que eso quisiera decir, que hay que dejarse impunemente avasallar por el enemigo. Recuerda que también Él la emprendió a latigazos contra los mercaderes en el templo. Y todavía hay mucho más. Citaré dos únicos ejemplos: En el evangelio según Tomás se dice, (texto de Nag Hammadi) 16 -Habló Jesús y dijo: "Puede ser que los hombres piensen, que yo he venido a traer la paz en el mundo; sin embargo no saben que yo he venido para separar y extender por la tierra el fuego, la espada y la guerra. Que cinco había en una casa, y tres lucharon contra dos, y dos contra tres. El padre contra el hijo, y el hijo contra el padre. Y así quedaron separados y solos". Y en el mismo texto, algo más adelante. 44 -Habló Jesús y dijo: "El que maldiga al padre será perdonado, y el que maldiga al hijo será también perdonado; pero aquel que al Espíritu Santo maldiga, ese nunca será perdonado, ni en la tierra ni en el cielo".
  -Sí, pero ese libro es apócrifo, es decir, no canónico, o lo que es lo mismo, no aceptado por la iglesia.
  -Lo sé, pero no veo por qué han de tener menos autoridad los otros personajes: Pedro, Santiago, Tomás, Felipe, etc.
  -Tampoco yo sé por qué han de ser solamente los de Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
  -Así es, porque así la iglesia lo decidió.
  -En fin, que tú ves razonable el empleo de la fuerza contra el Mal.
  -Sí, en última instancia, y cuando no haya otra posibilidad. El __________

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perdón es siempre una alternativa; pero para conceder el perdón, tiene éste que ser solicitado, no se puede perdonar a nadie si éste no te lo pide, no lo implora. Porque pedir perdón implica que existe un arrepentimiento de aquello por lo que se transgredió; y ante la petición de perdón, hay que ser magnánimo.
  -Me parece tú razonamiento bastante comprensible.
  -¿Cuándo crees tú que contestarán los de la organización, y dejarán libre a Samara?
  -Es de suponer que pronto, ya que se consienten y aceptan sus pretensiones. Mañana lo más tardar, tendrá la noticia de nuestra aprobación. Ya se lo he hecho saber a la organización; pero el jefe de ellos no estaba. Así que esta noche, o quizá mañana lo pongan en su conocimiento.
  Ricardo se quedó por invitación de Eusebio en la congregación, y pasó allí también la noche.
  A la mañana siguiente, sobre las diez, sonó el teléfono. Alguien en nombre de la organización llamaba aceptando el trato; pero no dejarían a Samara en libertad, hasta después de que la boda se hubiese efectuado.
  Eusebio se negó rotundamente a ello; y exigió la inmediata puesta en libertad de Samara; pero dando la plena seguridad de que el casamiento se llegaría a realizar. Una unión matrimonial no se arregla en dos días, era necesario llevar a cabo unos trámites; invitar a gente, en fin, todo debía tener la apariencia de una boda normal, y no que era precipitada y apañada. Lo cual redundaba en beneficio de la organización. Todo ese tiempo no podía Samara permanecer retenida, ya que corría el peligro de que perdiera su nuevo empleo, y éste le era necesario para vivir.
  Quedaron en contestar en un plazo máximo de tres días, pues debían acordarlo en asamblea.
  Ricardo se fue, por lo menos había un plazo de espera, algo así como de espadas en alto, lo que le daba la tranquilidad de que no atentarían contra su vida, en tanto las cosas rodaran según las conveniencias de la maldita organización.
  Se dirigió derecho a la librería y llamó a Malva.
  La voz al otro lado no era la de su novia; le pareció reconocer que __________

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se trataba de Beatriz. No obstante, no quiso darse a conocer ante ella y demandó:
  -¿La señorita Malva por favor?
  -Ricardo, ¿eres tú? -preguntó ella.
  -¿Quién es? -insistió él en disimular no reconocerla.
  -Soy Beatriz, ¿no conoces mi voz?
  -¡Ah, eres tú Beatriz! Sí, ahora me doy cuenta. No te había reconocido. Haz el favor de ponerme con Malva.
  -No está en este momento. Ignoro dónde ha ido. Cuando vuelva le diré que te llame. Aunque quizá fuera mejor que tú vinieras, pues creo que Rogelio desea verte; algo quiere hablar contigo, según me ha dicho. Él tiene mucho trabajo y poco tiempo de ir a buscarte.
  Pero en fin, es cosa tuya si quieres hacerlo.
  -¿Rogelio? ¿Qué puede tu marido tener que decirme?
  -No lo sé; pero si tienes tiempo, ven, así matas dos pájaros de un tiro, como se suele decir, encontrándote con Malva.
  -Me lo pensaré, pues tampoco yo tengo mucho tiempo. He de poner muchas cosas al día en la librería. De todas formas, dile a Malva cuando vuelva que me llame.
  -De acuerdo, así lo haré.
  Ricardo se quedó pensativo. ¿Qué sería lo que Rogelio le quería comunicar? Lo que parecía seguro, es que éste se veía en una posición fuerte, y no dudaba en darlo a entender, cuando se atrevía por medio de su mujer a pedirle que fuera a verle. Naturalmente que éste tenía que estar enterado de que él también pertenecía, aunque fuera en contra de su voluntad, a la organización.
  Miró su reloj. Las doce, pensó en salir a tomar una cerveza. No sabía bien porqué, pero el hecho de que Rogelio quisiera hablar con él, lo había puesto un tanto nervioso. Él no tenía, ni nunca antes había tenido una gran amistad con Rogelio; es más, el hombre no le era precisamente simpático, simplemente habían salido un par de veces juntos, con Malva y su mujer.
  Esperaría unos minutos por si su novia le llamaba. La tendría que poder llamar al móvil, pero no lo tenía encima, ni sabía dónde lo habría dejado. Ese maldito nuevo aparato, siempre lo tenía extraviado.
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  El teléfono sonó poco después.
  -Beatriz me dice que querías hablar conmigo.
  -Efectivamente, deseaba ponerte al corriente de lo que pasa con Samara. No la quieren dejar libre hasta después de que nos casemos, pero Eusebio, ya sabes, el jefe de la congregación a la que ella pertenece, dice que o la dejan de inmediato libre, o no hay trato; claro que esto es siempre que nosotros consintamos en esa medida de presión. ¿Tú qué dices?
  -Me parece bien, si tú también lo ves así.
  -Creo que es lo mejor que podemos hacer a favor de Samara; me siento algo responsable de lo que le pasa; si no fuera por mí, tal vez no se viera en la situación en que se halla.
  -Te comprendo, aunque pienso que no te atañe culpa alguna.
  -Oye, ¿tienes tú idea de lo que Rogelio tenga que hablar conmigo?
  -En absoluto. ¿Te ha dicho que quiere hablar contigo?
  -Él no, su mujer, Beatriz me lo ha comunicado antes, cuando he llamado y tú no estabas.
  -Pues no tengo la más mínima idea.
  -Es igual, sea lo que sea, yo no pienso moverme. Si él tiene algo que decirme, le corresponde a él procurar verme.
  -¿Le pregunto qué es lo que desea de ti?
  -No, para nada, no pienso demostrarle interés alguno, por lo que tenga, o quiera decirme. Te seguiré teniendo al tanto de lo que pase. Ahora tendremos que vernos más a menudo, ya que de un modo tan precipitado, y por circunstancias bastante ajenas a las que en un tiempo atrás hubiésemos pensado, vamos a casarnos.
  -Sí, tendremos que acordar muchas cosas, entre ellas dónde vamos a vivir, pues yo tengo mi trabajo aquí, y tú en la ciudad. Si tendremos que comprar algo nuevo, y a qué personas vamos a invitar.
  -Bueno, ya hablaremos de todo eso si tú quieres, pero lo dejo más bien a tu elección lo de comprar e invitar; en cuanto a dónde vamos a vivir, pues yo creo que circunstancialmente lo podemos hacer en un lado o en otro, no pienso que eso sea ningún gran problema; por lo menos de momento. Más adelante ya decidiremos.
  Malva estuvo en principio de acuerdo.
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  Después de la conversación mantenida con su novia, Ricardo se fue a tomar una cerveza.
  Aunque no quería a sí mismo confesárselo abiertamente, la verdad era que le tenía intrigado el hecho de que Rogelio quisiera hablar con él. ¿Sobre qué? Estaba temiendo, de que tal vez ese intentara que él se implicara más en el negocio de la droga que se efectuaba en la fábrica. Ahora que ya estaba todo descubierto, y no había que fingir nada; de esa manera lo tendrían más cogido, más atrapado dentro de la red de la organización.
  ¿Se vería algún día libre de la pesadilla que suponía estar bajo el control de aquellos criminales? ¿Cómo iba a poder seguir viviendo de esa forma, con el temor de terminar en la cárcel en cualquier momento, en el instante en el que por cualquier motivo todo se descubriera? Naturalmente que serían ellos, principalmente Malva y él, los que estarían como principales culpables y que serían juzgados y condenados, a sabe Dios por cuantos años de prisión.
  No quería hundirse en la desesperación. Lo importante, se decía, lo primordial, era sobrevivir en aquella intrincada selva de la delincuencia y la perversidad; pero tendría que cavilar la manera de buscar una estrategia, que en el futuro lo librara de la pertenencia a aquella malvada organización. Ardua tarea era verdaderamente poder salir ileso de aquella tremenda lucha, que probablemente no terminaría hasta la muerte, pero no le cabía otra alternativa que intentarlo por encima de todo sufrimiento, y nunca, jamás rendirse ante la adversidad, por muy cuesta arriba que se le pusiera.

  Llegó el día en el que la organización tenía que pronunciarse si aceptaba o no la condición impuesta por la congregación, para cerrar el trato de que Ricardo se casara con Malva, es decir, la pronta puesta en libertad de Samara.
  Habló Ricardo por la mañana por teléfono con Eusebio, éste le dijo que estaba esperando de un instante a otro la contestación, afirmativa o no de la organización para comunicárselo.
  Ricardo optó por irse a la congregación, y esperar allí los acontecimientos.
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  Algo como una media hora desde la llegada de Ricardo, sobre las doce ya del medio día, sonó el teléfono. Eran ellos dando una respuesta favorable a la exigencia impuesta por la congregación, sólo que ahora pedían la entrega sin paliativo de Mauricio.
  La ley moral de la congregación, impedía a Eusebio entregar a la organización al miembro, caído en desgracia de ésta. Tras un largo tira y afloja se llegó a un acuerdo: Mauricio sería liberado por la congregación, pero no entregado directamente, sino que tendría una posibilidad de escapar. Pasaba a ser una cuestión personal de Mauricio, el intento de eludir la venganza de la que hasta hacía poco tiempo antes, había sido su organización, a la que había pertenecido, y entregado en cuerpo y alma.
  Era un castigo, como una burla del destino. El desgraciado de Mauricio, siempre tan vengativo, tan en contra de Ricardo, al que al parecer odiaba sin aparentemente ningún motivo especial; quizá por un carácter intrínsecamente malvado, se tendría que ver ahora huyendo de los que hasta hacía poco tiempo, habían sido sus mismos compañeros ideológicos.
  Se pondría pues en libertad a Mauricio. Él intentó prolongar aún algún tiempo su estancia allí, al amparo de la congregación, pero no pudo ser aceptada su petición; tan sólo se le advirtió de que la organización sabía que se le iba a dejar libre, y que empezarían a buscarlo, así que tenía que andarse con mucho cuidado.
  Ricardo fue a verlo la noche en que se le daba la libertad, una libertad que era como una condena a muerte.
  -Créeme que lo siento por ti -le dijo-. Fuera eres la oveja que persiguen los lobos, lobos de tu misma camada. Tus posibilidades son mínimas, por no decir nulas. No sé si ahora te arrepentirás, de haber sido uno de ellos.
  -¿Qué voy a hacer? Tampoco he tenido otra oportunidad en la vida. Moriré matando, que es el mejor modo de morir -dijo con una mezcla de amargura y rabia en el tono de su voz, y a la vez una burlona sonrisa en su boca de finos labios.
  -Para irte al infierno, seguramente -le dijo Ricardo, maravillado de que ni tan siquiera en el momento difícil que se le presentaba, era capaz de tener una actitud más humana.
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  -No te pienses que tú estás a salvo de todo mal. El peligro de la organización seguirá acechándote, pues no puedes servir a dos ideas diferentes y contradictorias; tú perteneces a ellos, y no te dejarán ir con tanta facilidad, créeme.
  -Sí, lo sé. Cada uno jugará sus cartas lo mejor que pueda, procura tú jugar bien las tuyas -dijo Ricardo y se marchó.

  Samara fue efectivamente puesta en libertad. Dos días después de haberse acordado con la organización, se presentó ante sus amigos en la congregación.
  Ricardo fue a verla. La encontró muy cambiada y evasiva, le parecía que era otra mujer; más dura y a la vez más encerrada en sí misma. Tenía la impresión de que la habían hecho sufrir; conociendo a aquella gente, desde luego nada le extrañaba.
  -¿Qué, cómo lo has pasado estos días? -le preguntaba Ricardo.
  -¿Cómo crees tú que lo puede pasar una, estando apresada por el enemigo?
  -Naturalmente que nada de bien, pero, ¿cómo te han tratado es lo que quiero saber? A un enemigo se le puede apresar, pero también se le debe respetar como tal, sin tener que hacerle pasar ninguna clase de vejación o agravio.
  -Comprende que no se trata aquí de dos ejércitos combatientes, que se atengan a unas determinadas reglas. Nos enfrentamos a la pura maldad del individuo, perteneciente a una organización que hace del Mal su religión.
  -Lo sé, y yo mismo he sufrido el resultado de su protervia; por eso me pregunto ¿qué tratamiento habrán tenido contigo?
  -Tengo entendido que te casarás en breve con tu novia; y que a ello se debe mi puesta en libertad. Yo os lo agradezco sinceramente, y espero me invitéis a la boda.
  -Veo que eludes hablar de tu, digamos arresto, en la organización. Respeto tu silencio; pero intuyo que no te ha ido bien, y lo siento de veras.
  Lo nuestro parecía una quimera, el destino no ha querido que llegara a realizarse; pero yo tengo que decirte que te sigo queriendo, __________

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y Malva lo sabe. Créeme que el principal motivo de nuestro casamiento, es el de salvarte de las garras de esa banda de criminales.
  -No creo que Malva se merezca que te cases con ella sin amor. Es una buena mujer, y tú debes de quererla.
  -La verdad es que aunque te parezca inverosímil, yo también la amo, no puedo evitar quereros a las dos. No podría decidirme por ninguna de vosotras, probablemente nunca me hubiera decidido por mí mismo, pero el destino ha sido el que ha resuelto mi problema.
  -Gracias -dijo Samara y se dio la vuelta. Parecía que en sus bellos ojos verdes, brillaban unas lágrimas.
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