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© Rodrigo G. Racero




ENTRE EL BIEN Y EL MAL


CAPÍTULO XVI


Todos los periódicos del día se hicieron eco del doble asesinato ocurrido en aquel céntrico restaurante de la ciudad.
  Se daban diferentes versiones de la causa que hubiera dado motivo a tal hecho. Parte de la prensa se inclinaba, sabe Dios por qué razón, a incluirlo en un acto de venganza, llevado a cabo por cualquier persona que hubiese trabajado para uno, o tal vez para los dos empresarios, y que se hubiese sentido de alguna manera ofendida, quizá denigrada o perjudicada, y defendía así su honor o bien satisfacía su rabia. Otros periódicos insinuaban un ajuste de cuentas por cuestiones de negocios más o menos ilegales o sucios, como el lavado de dinero negro.

  Samara tomó la decisión de tratar de verse con Malva. Dudaba entre ir directamente a la empresa de su padre para hablar con ella, o bien intentar un acercamiento más disimulado y encubierto.
  Tomó la determinación de hacer lo último, y se puso en camino, dirección al pueblo donde vivía y estaba la fábrica, con la intención de verla en el restaurante donde sabía por Ricardo, que solía comer junto con otras personas de las oficinas de la empresa.
  Una vez que hubo llegado al pueblo, no le fue complicado dar con el restaurante, era el único que había en aquel lugar.
  Penetró en ese restaurante donde esperaba encontrar a Malva. Nunca la había visto, pero esperaba reconocerla por la foto que de ella tenía Ricardo, y que en una cierta ocasión, le había enseñado para que la conociera.
  El local estaba poco concurrido. Miró su reloj y comprobó que faltaba un cuarto de hora para las dos, probablemente aún era pronto para aquella gente, que almorzarían algo más tarde.
  Se sentó a una mesa y pidió una cerveza. Estuvo tentada de preguntarle al camarero por Malva; pero se contuvo en el último instante. Esperaría todavía un rato, se dijo, y si nadie apareciera quizá entonces...
  Unos minutos después vio que entraron unas personas vestidas todas de negro; entre ellas reconoció a Rogelio, lo cual era negativo __________

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para sus pretensiones, y creyó acertar con quién era Malva, la novia de Ricardo. Quedó muy sorprendida al ver la esbelta figura de aquella mujer en verdad bella. Instintivamente sintió algo así como unos celos.
  Se comparó mentalmente con Malva, y no se supo decir por qué Ricardo iba ha preferirla a ella.
  No sabía qué hacer para impedir que Rogelio pudiera verla.
  Se levantó y se fue al servicio. Acababa de lavarse las manos, y se retocaba en ese momento el peinado, cuando la suerte quiso que entrara Malva. Esperó Samara para hablar con ella, y cuando ésta se lavaba también las manos le dijo:
  -Créame que siento mucho lo ocurrido; le doy mi más sincero pésame.
  -¿Nos conocemos? -demandó Malva, algo sorprendida.
  -No, pero tenemos algo en común.
  -¡Ah, sí! ¿Y qué? -preguntó Malva un tanto intrigada.
  -Supongo que estamos enamoradas, que queremos al mismo hombre.
  -Usted debe ser entonces la amante de Ricardo. ¿Y se atreve a venir a mí en estos momentos?
  -Tan sólo quería advertirle que no haga caso, si alguien intenta culpar a Ricardo de la muerte de su padre. En realidad él ha matado al hombre que asesinó a su padre.
  -No puedo creer en sus palabras, cuando usted es la amante de mi novio. Por otro lado tiene razón al suponer que alguien me pueda informar de lo ocurrido, pues ya lo han hecho. Yo la verdad, no sé a quién creer, ni qué pensar. Yo estaba en la creencia de conocer a Ricardo, pero me ha traicionado. Tiene negocios delictivos con personas entre las que se cuenta usted. Ha fingido un secuestro para obtener dinero de nosotros, y ahora no estoy segura, de que no sea el autor de la muerte de mi padre. ¡Váyase por favor! No estoy en condiciones de seguir hablando con usted.
  -Créame si le digo que la comprendo perfectamente. Quiero no obstante que recapacite seriamente, ya que en el fondo le interesa conocer la verdad, y ésta la podrá conocer sólo a través de Ricardo; pero él se expone a un cierto peligro si se deja ver, por eso le pido __________

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que tenga la amabilidad de oírme, si no en este momento, lo podemos dejar para otro día. Le ruego que no me rechace, no soy su enemiga, ni me interpondré entre ustedes.
  -Dígame si no es una realidad, el que Ricardo está viviendo con usted.
  -Yo le doy cobijo porque lo necesita; su vida está en peligro. También he estado a su lado cuando se encontraba solo, y la tristeza y desesperación lo embargaba.
  -¡Qué bien que encontró en usted consuelo!
  -No sea usted sarcástica. Si de verdad siente algo por Ricardo y desea verlo, póngase en contacto conmigo, y yo lo haré posible; así tendrá la oportunidad de aclararlo todo con su novio -dijo Samara al tiempo de entregarle una tarjeta que sacó de su bolso, y terminó diciendo-: Tenga mucho cuidado con Rogelio, él es su enemigo.
  Samara salió de los lavabos. Dejó un billete sobre la mesa en la que aún permanecía su cerveza a medio consumir, y salió discretamente del local. Montó en su coche y puso dirección a la ciudad.

  Pasaron unos cuantos días. Ricardo seguía escondido en la casa de la congregación de los "Soldados de Dios". No había asistido al entierro de Cristian por consejo de Eusebio y Samara; y se desesperaba sin poder hacer nada. No había vuelto a aparecer por su casa, ni tampoco sabía cómo irían las cosas por la librería, tenía sus negocios abandonado. Ignacio de seguro se preguntaría dónde se encontraría su jefe.
  Mauricio seguía oculto en la congregación, continuaba allí por voluntad propia, quería dejar pasar el tiempo; que creciera hierba sobre aquel asunto, aunque bien sabía que la organización no perdonaba nunca, creía tener así más posibilidades de escapar a la venganza de los que antes habían sido sus hermanos en el crimen.

  Samara entró en la habitación dormitorio de Ricardo. Últimamente las relaciones amorosas entre ambos habían sufrido una cierta destemplanza, un desconcierto tal vez más que un enfriamiento, que __________

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quizá fuese provocado por un lado, por el traumatismo emocional producido en el ánimo de Ricardo, y por otro, lo acontecido en aquel restaurante que trajo como consecuencia la muerte de Sebastián y Cristian; y también por parte de Samara, ya que ella había prometido que no sería un estorbo en el enlace de la pareja que formaban Ricardo y Malva.
    -Buenos días -dijo Samara y se sentó en la cama.
  -Buenos días -respondió Ricardo que se hallaba sentado a la pequeña mesa que había como único mobiliario en la habitación, y parecía escribir una carta.
  -¿Escribes a alguien en particular? -indagó ella.
  -Escribo a Malva, dándole explicación detallada de todo lo acontecido; pero es tan sólo para descargar de mí el peso y la rabia que me invade el verme en una situación tan injusta; y el que ella haya perdido toda la confianza en mí, e incluso me crea culpable de la muerte de su padre; pero no tengo ninguna intención de enviarla.
  -Cuando hablé con ella en ese restaurante de su pueblo, tuve la impresión de que ella estaba algo despechada; en realidad tenía celos de mí. Creo no equivocarme si te digo que no ha dejado de quererte. El dolor por la muerte de un ser amado, tan inesperado, la tiene lógicamente muy triste y confusa; pero el tiempo pondrá todas las cosas en su sitio, en el lugar que le corresponde tener a cada uno de nosotros, y tu puesto deberá ser seguramente estar a su lado.
  -No lo sé muy bien, ni lo tengo tan firme, ni son tan inquebrantables ahora mis sentimientos hacia ella. No puedo negar que tú ocupas un lugar muy grande en mi corazón.
  -Te agradezco tus palabras; pero también tú hablas así porque estás dolido con ella, al comprobar que pone en duda tu integridad e inocencia, en los hechos acaecidos. Pero en una cosa tiene motivo y razón para ser suspicaz y recelosa, y es que la hemos traicionado.
  -Tienes razón, de eso soy únicamente yo el culpable.
  -En estos casos, la culpa no es nunca de uno solamente, los dos hemos consentido, hemos caído en la tentación; el pecado es por igual para los dos. Debemos intentar dejar lo nuestro. Ella quizá no se merezca lo que le hemos hecho.
  -Te juro que mis  sentimientos  están  divididos,  y no sé qué hacer -dijo Ricardo, y parecía abatido.
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  -Nuestra conversación ha tomado un derrotero que yo en realidad no pretendía. Venía a decirte que Eusebio ha convocado una reunión para hablar de un asunto interesante, que al parecer te atañe a ti de un modo personal.
  -¿De qué se trata? -demandó Ricardo interesado.
  -No lo sé,  él nos lo dirá.  Estamos citados esta tarde a las cinco en el salón grande -dijo Samara tras un breve silencio en el que los dos se miraban, y en su fuero interno deseaban abrazarse; pero parecieron resistirse, y ella se marchó con un-: Bueno, hasta luego.
  Ricardo quedó algo intrigado. ¿Qué asunto podía en especial ser de interés para él? Su situación no había para nada mejorado. Él se atrevería a decir, que como consecuencia de lo acaecido últimamente, había si acaso empeorado, pues que ahora no tenía que temer tan sólo a las represalias de la organización, sino también a la posibilidad de que la policía descubriera de cualquier manera, que él había sido el autor del disparo que procuró la muerte de Sebastián. Estaba seguro de que el viejo tendría dentro de la sociedad una respetable, y honorable reputación, una conducta intachable, y que tendría suficientes testigos que tal honradez avalara. Habría más de uno dispuesto a testificar que él lo había matado a sangre fría, quizá, ¿por qué no? Que había asesinado igualmente a su suegro. Estaría claro que los motivos para el doble crimen se debían encontrar, en el caso de Sebastián, por la deuda del maldito manuscrito, y en el caso de su suegro, por quitar un testigo de en medio, y probablemente también por venganza, ya que no quiso pagar el rescate que exigía la banda a la que él mismo pertenecía, y que querían de esa forma hacerse con una gran suma de dinero. Un experto fiscal tendría un trabajo fácil con esos argumentos pensó Ricardo triste y compungido. Aunque el que él hubiese sido el autor de la muerte de ambos, debería ponerse en tela de juicio, pues la duda tenía su razón de ser; y tenía que ser elemental poder comprobarlo, viendo que las balas que dio muerte a cada uno de ellos eran diferentes, y la policía debería tener la pistola con la que Sebastián mató a Cristian, y él podría alegar legítima defensa, al ver que el viejo quería matarlo también a él. Pero, ¿por qué iba __________

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Sebastián querer matar a un amigo, con el que hacía buenos negocios? Se podría alegar que precisamente porque esos negocios no serían tan buenos y habría diferencias entre ellos. Aquí también, pensó Ricardo, podría un buen abogado defensor construir un buen argumento para una buena defensa.
  Todo esto pensaba Ricardo; pero la realidad, se dijo, era que él se hallaba en unas circunstancias adversas, y se encontraba recluido en aquella casa, anulada toda posibilidad de maniobra. ¿Adónde desembocaría todo aquello? ¿Qué fin le aguardaba en el futuro? ¿Cómo se desenvolvería en adelante sus relaciones con Samara, y en qué posición quedaría con respecto de Malva? Se auscultaba así mismo, trataba de analizarse, quería comprender los sentimientos que tenía para la una, y para la otra. No podía por menos que confesarse, que Samara ejercía una atracción pasional en él, y que por Malva sentía un cariño más apacible y sosegado, más de amistad y compañerismo. Samara era la locura del deseo, el perderse en el fuego de su cuerpo; Malva era el remanso de paz y descanso, de un amor dulce y suave. Comprendía que era imposible alcanzar ambas cosas. De todas formas, pensó, su vida estaba pendiente de un hilo que podía romperse en cualquier momento. La muerte soluciona todos los problemas del muerto, y dejaba a los vivos peleando por ellos. Pensaba ahora en lo que le había dicho Samara: Eusebio hacía una reunión para hablar de un asunto que le incumbía a él de una manera peculiar. ¿Qué asunto podría ser ese?
  Llegó la hora de asistir a la reunión que Eusebio había citado. ¿Qué gente acudiría a esa convocatoria? Si en realidad era una cuestión que le atañía exclusivamente a él, ¿por qué no lo hablaba con él a solas, por qué tenían que estar presente otras personas ajenas a él?
  Eran las cinco en punto cuando Ricardo subió al salón donde se reunían los congregantes de aquel sector, de los así mismos llamados "Soldados de Dios".
  Siete personas había allí reunidas, contando con Samara y Eusebio. Casi todos volvieron la cara cuando le oyeron llegar.
  Samara le tenía un sitio a su lado para él reservado. Aquello parecía ser una especie de consejo, donde seguramente se tomaban las decisiones, y la línea a seguir por la congregación de los __________

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"Soldados de Dios".
  Ricardo, tras saludar, se dirigió hacia el lugar que estaba Samara y se sentó junto a ella. Eusebio se hallaba de pie ante aquellos personajes.
  -Te estábamos esperando -dijo ella.
  -Me dijiste a las cinco, y ahora son las cinco -aclaró Ricardo.
  -Bueno, siéntate y oigamos lo que nos tenga que decir Eusebio.
  -La organización "El Anillo Rojo" -comenzó diciendo el que era el jefe de aquel sector de la congregación de los "Soldados de Dios"- nos ha enviado una misiva, en la cual nos anima a llegar a un acuerdo respecto del porvenir de Ricardo, aquí presente -dijo señalando con la mano al mismo- así como también con lo que acontezca en el futuro con Mauricio; que como todos sabéis, se encuentra aquí con nosotros; ahora por su propia voluntad.
  El planteamiento que nos hacen para llegar a un acuerdo que satisfaga a las dos partes, es el que a continuación os voy a dar a conocer:
  Ellos se comprometen a no perseguir a Ricardo ni causarle mal alguno, siempre que éste acate unas determinadas condiciones.
  La primera de esas condiciones es que se case con su novia de siempre, la señorita Malva. La segunda es que nunca podrá divorciarse; la tercera es que hagan encargado general de la fábrica de muebles al señor Rogelio; la cuarta impone que los negocios de la empresa sean llevados por un grupo nombrado por la organización, y la quinta y última es que nosotros entreguemos al señor Mauricio a la organización a la que pertenece.
  Hay en estas proposiciones, como podréis apreciar, algo positivo y mucho negativo. Someto a vuestra consideración esa propuesta de la organización, para que opinéis sobre ella, y procuremos llegar a un acuerdo, para dar una respuesta en la que todos nos comprometamos y seamos coherentes.
  -El primero que tiene que hablar para dar su aprobación -dijo Samara- es por lógica Ricardo; no se le puede obligar a hacer nada en lo que él esté en desacuerdo.
  -Cierto, él puede exponer, dar su versión; declararse a favor o en contra de lo que de él pretende o exige la organización -manifestó __________

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Eusebio-. Por eso le hemos hecho llamar. Todos volvieron sus rostros hacia Ricardo; sus miradas eran interrogativas.
  -Yo -dijo Ricardo- no puedo decidir tampoco; pues no depende en exclusiva de mí. Malva tendría que dar su consentimiento, nadie la puede obligar a casarse conmigo. No se la puede forzar contra su voluntad. En las demás cosas es también ella la que tendría que disponer, ya que suya es la fábrica. Creo que tan sólo en el caso de Mauricio, os atañe a vosotros resolver la cuestión de lo que se pueda hacer.
  -Sí -dijo Eusebio-, pero quisiéramos saber si tú estarías en principio de acuerdo con esa solución, independiente de lo que después diga Malva.
  -Me es imposible contestar a eso -dijo rotundo Ricardo.
  -A propósito -demandó uno de los presentes-, ¿cómo es que ellos saben que Mauricio se encuentra con nosotros?
  -Lo más seguro -habló Samara- es que Rogelio haya sido testigo mudo del momento en que apresamos a Mauricio en aquel casino.
  La organización está muy pendiente del comportamiento de cada uno de sus miembros, de modo que todos se espían unos a otros, para ganarse la consideración de los de arriba, y ascender a una mejor posición que le haga mejorar sus condiciones, tanto económicas como de mando dentro de ella. La lacra de Mauricio es el juego. Es verdad que la organización consiente todo pecaminoso comportamiento de su gente; pero no el que nadie sea dominado por ningún vicio.
  Ahora, por supuesto que saben que fue Mauricio el que nos delató dónde y a qué hora se iba a efectuar el crimen contra Cristian, por eso pudimos salvar a Ricardo de continuar en las manos de la organización.
  -Me parece una amoralidad -dijo tomando la palabra otro de los allí presentes- el hecho de tratar o negociar nada con semejante gente, que lo único que buscan es conseguir un beneficio económico a costa y en perjuicio de otras personas, y así expandir el Mal por el mundo. Hay que combatirlos hasta exterminarlos.
  -Comprendo que ese convenio es bueno para Ricardo -manifestó __________

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otro de los que componían aquel grupo de los principales de la congregación-. Muy perjudicial sin embargo para Mauricio (aunque éste no se merezca otra cosa) que sería como bien podemos imaginar rápidamente eliminado. En cuanto a lo referente a la fábrica no cabe la más mínima duda, de que el interés que demuestran por tener en sus manos las riendas de esa empresa, es porque de alguna manera obtienen un gran beneficio en el comercio de la misma. Como ya sospechamos que trafican con estupefacientes, es de suponer que es en ella donde se cuece el negocio de la droga; y desde ahí lo expanden a otros territorios, seguramente escondido en los muebles que producen. Yo me inclino más a ser contrario al pacto, ya que los males que causan éste, superan con mucho al bien de librar de las garras de la organización a Ricardo.
  -Naturalmente -corroboró otro hablando por primera vez-, lo que se tendría que hacer es procurar acumular pruebas irrefutables, fidedignas, de que esa empresa sirve de tapadero para el tráfico de todas clases de narcóticos, y denunciarlo a la policía.
  -Creo -dijo uno de los principales- que había que tener en cuenta las consecuencias negativas, que para muchas personas les sobrevendrían en el caso de que todo se descubriera, saliendo a luz. Cuando digo esto pienso en los trabajadores, que perderían su puesto de trabajo, y llevaría a muchas familias a la miseria. Los pobres son siempre los que más pierden en este orden de cosas; los ricos y los ladrones saben como apañárselas para salir incólume, libre de culpa, y con su fortuna a buen recaudo. Lógicamente no quiero con esto decir, que esté a favor de que se les permita seguir indemne practicando su perverso comercio con la droga; pero sí que habría que pensar cómo hacer para que el mal que esto cause, sea en lo más posible atenuado.
  -Lo que yo me temo de todo eso -dijo Ricardo- es el perjuicio que le traerá consigo a Malva, pues ella, creo firmemente, no tiene nada que ver con los sucios negocios que hacía su padre.
  -Es verdad, no está exenta de fundamento esa sospecha. Si la policía descubriera toda esa trama de la droga, culparía por lógica también a la novia de Ricardo -argumentó Samara-. Hay que __________

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considerar que ella trabaja en las oficinas de la empresa; y nadie se creería firmemente el que ella fuera ignorante, que estuviera al margen de todo lo que su padre negociaba; en definitiva, que no estuviera al tanto del tráfico con las drogas.
  -Sí -dijo uno de los que hasta ese momento aún no había hecho comentario alguno-, son bastantes las circunstancias negativas que conlleva el aceptar esa propuesta de la organización, por no decir nada de lo que supone esa gran cantidad de estupefacientes en el mercado, el gran daño que causa; sobre todo a la juventud.
  -Bien -dijo Eusebio-, cada uno de vosotros ha emitido su opinión. La mía, por lo que acabo de oír, no cambiaría para nada la tendencia negativa de la mayoría para aceptar lo que la organización nos propone; no obstante debe de efectuarse la votación, para que el resultado sea correcto. Que levanten la mano los que estén en contra de llevar a cabo el trato que se nos ofrece.
  Aquellos cinco individuos; a los que Ricardo veía por primera vez, alzaron el brazo como señal que corroboraba su desacuerdo.
  -Lo siento -dijo Samara dirigiéndose a Ricardo. Ella y Eusebio se habían abstenido; pero la mayoría estaba clara, para que no se pudiera resolver aquel asunto en beneficio de Ricardo.
  La reunión se disolvió con diversos apretones de mano.
  -¿Qué vamos a hacer ahora? -preguntó Samara a Eusebio.
  -No sé, desde luego habrá que comunicarle a la organización "El Amillo Rojo" la posición contraria de la congregación a pactar con ellos un acuerdo bajo esas condiciones.
  -Perdón -dijo Ricardo-. ¿No tendría la congregación que exponer en qué circunstancias sí sería posible un pacto o acuerdo, o es que se parte ya de la convicción de que no es posible, de ninguna de las maneras un convenio con la organización?
  -Se podría hacer, todo se puede hacer. Pero estamos seguros de que ellos nunca aceptarían nuestra imposición, nuestras reglas. El máximo que nos otorgan, y es porque les interesa, es respetar tu vida, no vengando la muerte de Sebastián; porque estarían en las mismas, pues llegarían a conseguir aquello que ya antes pretendían, es decir, que tú te cases con Malva, para tener guardadas las espaldas y continuar con el negocio de la droga. Ellos conocen bien __________

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nuestra posición, como nosotros conocemos la de ellos. Nos ofrecían no atentar contra tu vida; y eso era un punto tan positivo, que pensaron pasaríamos por alto el resto de la delincuencia que tienen proyectado llevar a cabo, ¿lo entiendes?
  -Lo comprendo perfectamente. Digamos que vuestra moral no os permite admitir nada que sobrepase un determinado límite de rectitud o justicia.
  -Así es. Habrá que pensar algo con respecto a tu protección. No odemos consentir que seas víctima de su represalia, pues creo que si no te pueden  usar  para  sus  maquinaciones,  intentarán  eliminarte -dijo Eusebio.
  -Os lo agradezco; pero creo que debo tomar en mis manos mi propia defensa, aunque me arriesgue a sucumbir en la aventura -dijo Ricardo con ira contenida.
  -No te dejes llevar por la rabia, ésta es mala consejera. Hay que ser astuto para procurar burlarlos. Nosotros procuramos siempre hacer el bien hasta donde nos sea posible; pero también sabemos repeler con contundencia toda agresión. Si contra nosotros emplean la fuerza, tendrán la fuerza como respuesta -así se expresó Samara resoluta.
  -No obstante -dijo Eusebio- y tan sólo por cubrir las apariencias, podemos en nuestra contestación a la organización, exponerle nuestras consideraciones. Pero está claro que si nada les ofrecemos, tampoco nada nos darán. No podemos entregarle a Mauricio; pues a pesar de que creemos que éste terminará indefectiblemente sucumbiendo a manos de ellos, está reñido con nuestra moral cederlo para que lo eliminen. En cuanto a tu casamiento, se escapa de nuestro poder el hacer algo. Es una cuestión vuestra. Esto es lo que le haremos saber a la organización. Después Dios dirá.

  Pasaron unos días en los que parecía que la vida rodaba en paz para la congregación. Nada se había vuelto a saber ni oír de la organización, y de sus pretensiones de conseguir llegar a un pacto negociado, en el que Ricardo se viera libre de la amenaza de ser en cualquier momento asesinado, si se atrevía a salir del recinto en el que se hallaba amparado por sus amigos.
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  Samara lo visitaba alguna que otra vez. Había encontrado un nuevo trabajo de camarera en una cafetería.
  Sus relaciones amorosas habían terminado por enfriarse casi al completo.
  Un día recibió una llamada de Malva diciéndole que deseaba tener un encuentro con ella. Dio su conformidad y se citaron en el parque de la ciudad, el día que Samara tenía libre, a las diez de la mañana.
  Hacía un día de sol, de agradable temperatura que invitaba al paseo por el parque entre los frondosos árboles y los verdes y floridos parterres.
  Malva estaba sentada en un banco del parque. Al ver llegar a Samara se levantó, y se dirigió al encuentro de ésta.
  El saludo entre ambas fue algo distanciado, impersonal y más bien frío; no apareciendo en la faz de ellas sonrisa alguna.
  -Buenos días -saludó Malva-. Gracias por venir. Mi nombre es Malva, ¿y el suyo?
  -Buenos días -contestó Samara y añadió-. No hay de qué. Fui yo la que se lo propuse. Me llamo Samara.
  -Sí, por eso recurro a usted. Me dijo que podía hacer que Ricardo y yo nos viéramos. Tengo necesidad de hablar con él. Por favor.
  -Por supuesto. Si no soy indiscreta, ¿podría saber a qué se debe ese cambio de actitud?
  Malva pareció dudar un instante. Al fin se decidió y dijo:
  -Debo de reconocer que, desde que hablé con usted me he vuelto más suspicaz con los empleados de la fábrica. He hecho alguna que otra visita a los talleres; y me ha parecido que tratan de ocultarme algo que no alcanzo a comprender qué pueda ser. Me han puesto ciertas trabas con extrañas disculpas, sobre todo Rogelio, que me da la impresión se toma unas atribuciones que en realidad no tiene.
  -Yo le podría contar a qué se debe todo eso; pero prefiero que lo sepa por boca de su novio. ¿Le importa tomar un café conmigo?
  -No, naturalmente que no.
  -Venga conozco una cafetería aquí cerca.
  Las dos mujeres caminaron en silencio durante un buen rato.
  -Sabe usted -dijo inopinadamente Samara-. Desde que ocurrió lo de su padre, mis relaciones con Ricardo han decaído mucho. Si le __________

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interesa saberlo, no somos amantes. Yo creo que debía de recomponer sus relaciones con él; al fin y al cabo ustedes sois novios, según tengo entendido, desde hace mucho tiempo.
  -Sí, y me cuesta mucho trabajo creer que hayamos llegado a esta situación; impensable para mí unos meses atrás.
  Sentadas ante una taza de café siguieron conversando.
  Instintivamente se fue acrecentando la simpatía entre ellas.
  -¿En qué trabaja usted? -quiso saber Malva.
  -Ahora de camarera en una cafetería. Como ve estoy muy lejos de su posición dentro de la sociedad.
  -Eso para mí no significa nada. Nuestra postura, me refiero a mi familia, con el mundo de los trabajadores asalariados, digo esto porque en realidad todo el mundo trabaja, sólo que no todos tenemos un sueldo; yo por ejemplo trabajo en mi propia empresa, mejor dicho en la de mi familia; ha sido siempre muy liberal, y hemos respetado al obrero en lo que vale, nadie tiene que avergonzarse por ganarse la vida honradamente.
  -Por supuesto que yo no tengo nada de qué sentir abochornamiento. Algunos piensan que toda mujer que trabaja en una sala de fiesta, es prácticamente una mujer de la vida; pero créame que no es así. Yo, seguramente ya usted lo sabe, estaba empleada en el "Cisne Negro", ese local del cual era encargado el viejo Sebastián, amigo o socio de su padre, que no sé bien lo que era, ni lo que negociaban.
  -¿Encargado? Yo he estado siempre en la creencia de que era el dueño de ese restaurante. Aunque la verdad es que no lo he conocido mucho tiempo.
  -No, yo lo sé bien; el negocio es de una organización a la que Sebastián pertenecía, así como también Rogelio, ese señor que trabaja para usted.
  -¿Organización? No entiendo. ¿Qué clase de organización? -dijo Malva en verdad extrañada-. Pero por favor, no crees que deberíamos dejar de hablarnos de usted.
  -Por mi parte no tengo ningún inconveniente -dijo Samara, y esbozó una leve sonrisa, que fue contestada por Malva, y continuó-. Para hablarte bien de ello, tendríamos que ahondarnos en una __________

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conversación sobre el Bien y el Mal. Basta con decirte que se trata de una banda de delincuentes que trafican con drogas y prostitución, que practican el robo, el pillaje, el engaño, y todo lo que de negativo haya en este mundo. Poseen negocios aparentemente legales; y se extienden en verdad por todos los países. El que cae en sus redes está perdido, o se alía a ellos o le espera la muerte.
  Le tendieron una trampa a Ricardo, y él, como no podía ser de otra manera, se metió de lleno en ella. Nosotros; me refiero a la congregación a la que pertenezco, le estamos ayudando en lo que podemos. Tengo la sospecha de que todo esto que te cuento, tendría que explicártelo tu novio; porque también creo que habrá cosas que, tendrá que ser él quien te las confiese.
  -Te refieres a su intimidad contigo -dijo, más bien afirmó Malva.
  -No sólo. Pero referente a eso, él se hallaba solo y perdido; no encontraba apoyo, quizá no quiso inmiscuirte a ti en toda esa trama. Yo le aconsejé, porque me pareció una persona decente y honrada, que se alejara de esa especie de gente, que no mantuviera clase alguna de negocios con ellos; pero ya era tarde. Tengo que admitir que en mí buscó y encontró consuelo.
  -Tal vez no esté yo libre de culpa; pues no advertí, o quizá no quise oír su silenciosa llamada de auxilio -dijo Malva pensativa-. Él tuvo un tiempo la memoria perdida. Me habló de un restaurante y un viejo, ahora pienso que sería ese Sebastián. Entonces yo lo achaqué a un exceso de trabajo. Pero dime, ¿qué congregación es esa a la que dices que perteneces?
  -Es todo lo contrario de lo que antes te dije que es la organización. En ella se intenta ayudar al necesitado, naturalmente dentro de nuestras posibilidades. En el "Cisne Negro" donde trabajaba, he logrado sacar del mal camino a más de una jovencita, que con falsas promesas de hacer una carrera como cantante, terminaban abocadas a ejercer la prostitución, eran mujeres necesitadas, venidas de países pobres.
  -No comprendo de qué forma pueda estar mi fábrica metida en algún comercio delictivo. Ahora soy yo, al faltar mi padre, la única que queda para llevar el negocio, mi madre murió hace un par de __________

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años. Me tengo que poner al frente de la empresa, y tengo por fuerza que poner orden en ella, y aclarar toda esta extraña situación: ¿Cuáles eran los negocios que existían entre mi padre, y ese hombre mayor llamado Sebastián?
  -Yo te lo puedo decir, aunque antes dije ignorarlo, te lo puedo aclarar, si lo quieres saber.
  -Por supuesto que sí, explícame por favor, te lo ruego -dijo Malva manteniendo cierta expectación.
  -Espero que no me lo tomes a mal, lo que me veo obligada a decir de tu padre, máxime cuando está tan reciente su muerte.
  -Me duele en verdad que se hable mal de mi progenitor; pero si ha habido algo negativo en su vida, prefiero saberlo.
  -Sabemos, me refiero a la congregación, que en vuestra fábrica se trafica con drogas. A lo primero a espaldas de tu padre. El promotor de ello es Rogelio. Parece ser que tu padre lo advirtió y quiso denunciarlo, pero la organización le amenazó de muerte si hablaba, al mismo tiempo se le ofreció participar en los beneficios; no le quedó a tu padre otra alternativa que aceptar. Pasado un tiempo exigió tu padre una mayor parte en la distribución económica de las ganancias. La organización se resistió, después terminó cediendo a regañadientes; pero sospechamos que Cristian, tu papá, volvió a pedir un nuevo aumento, una mejora de lo que percibía, y esa fue su sentencia.
  -Es increíble, estoy asombrada. Jamás nunca pude imaginar que tal cosa fuera posible en mi familia. ¡Qué mi padre haya sido capaz de llegar a tal extremo! Supongo que tendrás pruebas de lo que afirmas, no es que dude de ti, pero para mi conformidad...
  -Lo sabemos por un obrero de tu empresa, que pertenece a nuestra congregación. Como comprenderás no te puedo decir su nombre, pero créeme que es tan de fiar, como que Dios está en el cielo.
  -No, si yo ya sospecho algo. Pero, ¿qué papel juega Ricardo en todo esto?
  -Veo que lo que te tenía que contar tu novio, voy a terminar diciéndotelo yo. Aunque pienso que quizá no esté del todo mal, así podrás comparar lo que yo te relato, con lo que luego te explique Ricardo, y verás que en nada te miento.
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  -No, mujer, no es por eso. Es que ya la curiosidad me pica, máxime cuando de un modo tan íntimo me atañe.
  -La malignidad de esa gente concibió el siguiente plan: Engañaron a Ricardo con la venta de un libro manuscrito, que más tarde le robaron. Le pidieron una gran cantidad de dinero por el libro, que según ellos, él les había hurtado, o bien había vendido y se había quedado con el dinero. Le propusieron que se aliara a ellos, formando parte de la organización; llegaron a amenazarlo de muerte si no aceptaba. El mismo modo de actuar que con tu padre.
  Ricardo se vio forzado a claudicar y entró en esa organización. Al ver que tu padre también pertenecía a esa banda de delincuentes, se le ponía muy difícil confesarte a ti lo que sucedía.
  Sebastián, por mandato de la organización, le dio la orden a Ricardo de matar a una persona, esa persona era tu padre; pero él lo ignoraba. Tenía que llegar a un restaurante y asesinar a un hombre por la espalda, sin saber de quién se trataba. Si no obedecía pagaba con su vida; era la vida de él, o la del otro. Entró en el local con la pistola, pero no fue capaz de ejecutar la orden; menos aún al advertir que era tu padre la víctima. Fue el viejo el que mató a tu padre al ver la indecisión de Ricardo; luego intentó disparar contra él, pero tu novio se le adelantó, y en defensa propia mató a Sebastián.
  -¡Dios mío! Y yo sin saber nada, ignorante de todo lo que acontecía. No me lo puedo perdonar.
  -No tienes nada que reprocharte; tú nada podías hacer.
  La organización busca hacerse con el control de la fábrica, poniendo a Rogelio de jefe en los talleres. En su plan tenían previsto que tú y Ricardo os casarais. Al ser él miembro de la organización, y estar comprometido por juramento, y haber firmado un contrato con ellos, tendríais que consentir con su imposición por las buenas o por las malas.
  -Voy de sobresalto en sorpresa -dijo Malva-. Pero, ¿qué fue aquello del secuestro?
  -Nosotros, en nuestra congregación urdimos ese plan. Pretendíamos buscar una salida al problema que tenía Ricardo, pues él no quería __________

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matar a nadie, y le obligaban a ello. La idea era que si conseguía coger dinero del rescate, pudiera quizá escapar al extranjero, y emprender una nueva vida. Naturalmente no quiso tocar su propio capital, para no levantar sospechas. Ya que estaba estrechamente vigilado. ¿Comprendes?
  Se apreciaba una honda tristeza en la cara de Malva. Sus hermosos ojos negros luchaban con las lágrimas, que pugnaban por brotar de ellos, y correr por su ahora pálido rostro.
  -¡En qué quedará todo esto Dios mío!
  -Hemos recibido hace un par de días en la congregación, una propuesta de esa organización, en la que nos proponen llegar a un pacto con ellos.
  -¿De qué se trata? -deseó saber Malva.
  -Desisten de vengar la muerte de Sebastián, a cambio de que Ricardo y tú os caséis, como ya tenían proyectado, y consintáis en que el negocio de la droga continúe efectuándose sin vuestra oposición. Esa, creo, es la única forma de poder evitar, el que ellos lleguen a cumplir su amenaza de represalia, asesinando a Ricardo.
  -¿Y cual es vuestra posición al respecto?
  -Nosotros le damos cobijo a Ricardo. No podemos tomar una postura por nuestra cuenta o por encima de él. Le hemos preguntado su parecer, pero él opina que tendrías que ser tú la que decidiera, pues tuya es la fábrica; y en ti deberá estar el deseo de casarte o no. Aparte de que eso implica en cierto modo, colaborar con criminales en hechos delictivos que van contra la ley y la moral de toda persona honesta.
  La congregación como tal, está en contra de cualquier acuerdo con la organización que rebase los principios de rectitud y nobleza.
  -¿Cuándo podré verme con Ricardo?
  -Le comunicaré hoy mismo tu deseo de que quieres hablarle. Que te llame por teléfono y quedáis en un punto de encuentro. Aunque tenéis que andar con mucho cuidado, pues esa gente de la organización están constantemente al acecho, tramando sabe Dios __________

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qué cosas. Dame tu número de móvil, por si acaso tuviera que comunicarte algo.
  Se intercambiaron sus respectivos números de móvil y se despidieron dándose la mano; pero tras breve duda también se dieron un beso. Malva dijo:
  -Me alegro haberte conocido.
  -Lo mismo te digo -respondió Samara con una sonrisa.
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© Rodrigo G. Racero