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CAPÍTULO 9 |
Pasaron unos días en los que Daniel intentó por todos los medios
posibles a su alcance, acercarse a Tania con la intención de
conversar con ella y proponerle el trato que se había imaginado
para ganar su favor; pero no le fue factible, pues ella siempre se
mostraba esquiva. No había podido averiguar dónde se hallaba
José, era para él un misterio que éste hubiese desaparecido tan de
repente, sin dejar rastro alguno. Tomó la decisión de ir esa noche a
visitar a su amigo Salomón, quería confesarle lo que pasaba en su
interior, el cambio que iba notando se formaba en su carácter, en su
modo de comportarse, la seducción de que era víctima por ese amor
desmesurado que profesaba a Tania, y que le torturaba el alma, y
del que apenas podía librarse, tener descanso en algún momento del
día o de la noche. Tal vez él tuviera una explicación. |
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necesitan dormir. El camino se le hacía largo. La noche era serena,
no hacía apenas viento, la leve brisa no bastaba para agitar las
desnudas ramas de los árboles. Las hojas estaban ya caída y
formaba un manto que cubría el camino que llevaba a la casucha de
su compañero. La plateada luna en el cielo debería recordarle que
él, Daniel, tenía por fuerza que encontrarse en su mundo, no
obstante parecía que no lo estaba. Si toda esta gente, se decía, de
este maldito pueblo son espíritus. ¿Qué era él? ¿Era sin ser?
¿Estaba sin estar? No había manera de que su mente terminara de
asimilar tal situación, por la sencilla razón de que eso era un
despropósito. |
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Daniel agudizó la vista tratando de reconocer de quién se trataba,
pero no pudo apreciar en la oscuridad la persona que fuera. |
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-Pues veras, según he logrado saber ella mato a su padre, le clavó
un cuchillo en el corazón, después de una más que agria disputa
habida por el caso, de que su novio, al que amaba locamente,
muriera como consecuencia de una sobre dosis de heroína que le
diera el padre, que traficaba con drogas. Tras el parricidio, ella
huyó despavorida al ver lo que había hecho. Subió a su casa y se
arrojó por el balcón a la calle, y murió horas más tarde en el
hospital. |
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que me ayudara -manifestó Daniel-. Debo confesarte que estaba
dispuesto a traicionarte; decirle a Tania lo de nuestra amistad, que
la había observado en el bosque, y que nada, ninguna cosa me
importaba con tal que ella me permitiera amarla. |
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consciente en su mundo, cuando lo está en el nuestro -razonó
Carmen y tuvo la aprobación de Salomón. |
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-Te equivocas, me he levantado temprano, he estado dando un
paseo y me ha pasado una cosa muy curiosa, a la que no soy capaz
de darle ninguna explicación coherente. |
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-Sí hombre, no te me vayas a morir de hambre -comentó, y casi se
reía a carcajadas, a la vez que se alejaba hacia la cocina. |
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la materia es un tiempo relativo, el
verdadero tiempo de lo eterno es una constante infinita. Todo tiene
un principio y un fin dentro del universo; pero éste, el universo
mismo, no tiene principio ni fin, siempre está, estuvo y estará; es
cambiante su composición de la materia que en él se mueve, su
contenido vivo de las cosas y de los seres que se procrean, siendo
todo en su interior vida y movimiento por lo eterno, porque lo
infinito es uno con Dios mismo. |
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-Está averiado -dijo Tania apareciendo de pronto por detrás de
Carmen-. Creo que tiene el motor roto. ¿Se puede saber a qué has
venido? |
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-Estarás contenta -dijo Tania cuando ya los dos salían-, has
conseguido lo que pretendías. |
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chabola; supongo que algo habrá descubierto sobre el paradero de
José, y querrá hablarlo con nosotros. |
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-No se me ha pasado por alto su titubeo. No esperaba que nos
interesáramos por José. Ahora ya están advertidos de que le
echamos de menos. Tal vez no haya sido bueno, que sepa que le
buscamos. |
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-Tengo la impresión de que no me habéis creído, cuando os dije
que nada sabía del lugar dónde se halle José, y esa es la verdad.
Sólo sé que mi padre lo mantiene oculto, pero ignoro dónde. |
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-Pero yo aún no estoy muerto, quizá pueda recuperarme -apostilló
Daniel. |
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-Recuérdate que fue José el que lo propuso, y ya estaría
aleccionado por mi padre. A propósito, Carmen, tú apoyaste todo el
tiempo a José en su pretensión -dijo Tania mirando a Carmen. |
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ha venido nadie. Parece raro -Daniel advirtió que el hombre que
parecía dormitar, había desaparecido. |
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igual, que nunca antes hubiera sido capaz de soñar. Incluso Tania
había sido apartada de su pensamiento en aquellos instantes. De
aquella fuerza inaudita, se fue pasando poco a poco a una suave
laxación que despacio, de un modo dulce y relajado, lo dejó al final
extenuado, hasta que quedó al fin profundamente dormido. |
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-¿Suele haber aquí también envidia y celos? |
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experiencia en todos los asuntos que concernían, a lo que allí se
estaba tramando. |
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-Ignoraba que pudierais desaparecer así, tan de repente -comentó
Daniel. |
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Bajaron por unas angostas escaleras hasta llegar al sótano. Salomón
hizo abrir con su poder una puerta. En su interior se almacenaban
un sin fin de especies de lanzas, como la que él había visto que le
clavaban a Álvaro en el bosque. |
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