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© Rodrigo G. Racero




LA ANTESALA DE LOS MUERTOS


CAPÍTULO 8


Se despertó al sentir que alguien le tocaba suavemente en el hombro. Abrió los ojos; pero la claridad del día le hizo volver a cerrarlo de inmediato. Se resguardó con la mano de los rayos del sol y miró a la persona que lo había despertado. Reconoció al hombre mayor, con el que había hablado el día anterior, y que ya conocía del restaurante. Aquel anciano enigmático le preguntó, aunque más que una pregunta, a él le pareció que era una afirmación:
-¿No ha podido Vd. salir del pueblo?
-Cierto -contestó Daniel restregándose los ojos-. Creo que me he perdido. No he sido capaz de encontrar la forma de escabullirme de aquí. Este es un pueblo maldito, como maldita es su gente. Perdone lo que digo, pero así lo siento de verdad.
-No se irrite. Le comprendo en absoluto.
-Vd. quizá pueda indicarme de qué forma o manera, puede uno huir de este pueblo, al que nunca tuve que haber venido.
-Siento sinceramente no poder ayudarle; y bien que desearía poder hacerlo; pero me es absolutamente imposible; no estoy capacitado para ello, no tengo el poder necesario.
-Cuénteme -le animó Daniel, que intuía que allí pasaba algo extraño y secreto, de lo que el viejo se resistía a esclarecer, tal vez por temor a alguien o a algo-. Necesito saber lo que aquí sucede.
-Aunque yo le aclarara ciertas cosas, su situación aquí no cambiaría para nada, créame, Vd. tiene que saber valerse por sí mismo, si quiere salir de este atolladero.
-Ya ve que lo he intentado, y no lo he podido conseguir. Si no puede ayudarme a escapar, dígame por lo menos a qué me debo atener. Le voy a confiar algo, y espero que no me delate: yo os estuve observando la noche que estuvisteis reunidos en el restaurante. Sé que componéis una organización; pero ignoro a qué os dedicáis; no obstante sospecho que es una cuestión de drogas; __________

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seguramente comerciáis con ellas, y veis en mí a un espía, mas yo le aseguro que no lo soy. Tan sólo deseo desaparecer de aquí, y olvidarme de todos vosotros.
Aquel viejo esbozó una leve sonrisa. Giró la cara y miró a Daniel algo inquisitoriamente.
-¡Caramba! -dijo-. La verdad es que no anda Vd. muy mal descaminado. Está sin embargo completamente equivocado con respecto a lo que ahora aquí sucede.
-Dígame pues de qué se trata, o mejor acláreme si mi vida aquí corre por ello algún peligro.
-Pues, ¿qué quiere que le diga? Ciertamente lo ignoro, pero me inclino a creer que no, aunque por otra parte, quizá la tenga Vd. Ya perdida sin haberlo advertido.
-¿Qué quiere insinuar? Francamente no le comprendo. Dígame de una vez si mi vida está en peligro; y el motivo de por qué se me teme. Yo no pretendo hacer mal a nadie -contestó con cierta brusquedad Daniel.
-Créame que no se trata de eso. Vd. aunque quisiera no podría causar aquí ningún mal a nadie, sencillamente porque el mal está ya causado.
Daniel se desesperaba. Aquel hombre hablaba en chino para él, pues no podía comprender el alcance de sus palabras. Era de seguro un extraño juego, en el que él no conocía las reglas. Se daba cuenta de que el enrabiarse y contestar airadamente no conducía a ninguna parte. Probablemente lo mejor fuera estar a la expectativa, mostrarse comprensivo y aprovechar el mejor momento para intentar escaparse.
-Podría intentar darle una explicación -continuó hablando el hombre-; pero lo que le diga, le parecería a Vd. tan inverosímil, que de cierto me tomaría por loco, y por supuesto que no se lo creería.
-Hable no obstante -le animó Daniel-, cuénteme lo que sea, y deje de mi parte si le doy crédito o no.
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El viejo se rascó la cabeza. Miró nuevamente a Daniel con el gesto del que pide ayuda en una difícil situación.
-Admito que no sé cómo empezar, es para mí ardua tarea poder explicar lo que acontece. Resulta que nosotros, me refiero a todos los que estamos ahora en este pueblo, tenemos una vida peculiar que se sale, que se escapa de la existencia de lo que es la vida que tienen las personas normales; en una palabra, nosotros no estamos vivos, por lo menos no como los que están en la vida de la realidad tangible, del mundo en el que antes estábamos.
-Que  no  sois  normales  me  lo  viene  pareciendo  hace  ya  tiempo -comentó Daniel interesado-; pero de ahí a creerme que estáis muertos, mas viviendo de otra extraña forma, me parece un chiste.
-Este pueblo tampoco es real en el mundo tangible. Sus calles y sus casas ya no existen; y su nombre era otro -continuó el hombre, haciendo caso omiso de las palabras de Daniel.
-¿Qué quiere insinuar? ¿Cómo que no es real?
-No, no lo es. Hace ya tiempo que dejó de serlo, igual que todos nosotros, los que estamos aquí. Menos tú, supongo.
A pesar de que le había advertido aquel anciano; lo que éste le relataba ahora era tan increíblemente fantástico, que no podía por menos que pensar que el hombre estaba demente, simplemente no estaba en sus cabales, eso era todo. Aunque por otra parte le había pasado cosas tan extrañas, como el no haber podido alejarse del pueblo, y también haberse encontrado de repente en unas calles que estaban en la realidad a kilómetros de distancia, que lo mantenían en una horrible incertidumbre. ¿Sería él el que se estaba volviendo loco, y veía fantasmas por todas partes?
-No pensará que me vaya a creer semejante patraña. Pienso que soy la víctima de un juego perverso que os traéis entre manos, y del que de cierto se me escapa el sentido del mismo -insinuó Daniel con la esperanza de acertar con la verdad, de lo que ellos tramaban.
-Ya le advertí de que no me tomaría en serio -dijo el viejo.
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-Claro, ese es el truco para aparentar tener razón; pero eso es tan absurdo, que es sencillamente imposible de aceptar.
-Yo en su caso tampoco lo creería; por lo que le comprendo plenamente. No obstante es así; aquí todos estamos esperando la última decisión divina. Ignoramos el tiempo de espera, por la sencilla razón de que el tiempo aquí no existe, o tiene otra dimensión. Ya he hecho bastante atreviéndome a contárselo. Entienda que nada puedo hacer en su favor. Vd. es el único que puede ayudarse a sí mismo, y nadie más. Lo siento, pero ahora tengo que irme -se levantó del banco, grave el gesto, y se alejó con paso apresurado, desapareciendo por la calle más próxima.
Daniel se quedó sentado en aquel banco, verdaderamente anonadado. Estaba como se suele decir hecho polvo. No podía de ninguna manera dar crédito a lo que aquel viejo le contara, y no obstante dudaba, en lo más hondo de él algo le decía que, ¿qué sabe en realidad el ser humano de los misterios que ocultan el más allá, del antes y después de la vida terrenal? ¿Dónde estaba él antes de venir a este mundo? También podía con la misma lógica preguntar que dónde iría a parar tras su muerte. Lo acuciante ahora era decidir qué es lo que debía hacer, cómo debía ser su comportamiento con los demás, sobre todo con Tania. Se alzó con cierto trabajo, tenía las piernas entumecidas de haber dormido incómodamente en aquel banco. Su cabeza era un hervidero de ideas confusas y contradictorias. Comenzó a andar sin saber bien el camino que debía seguir. Pensó que en cualquier momento se vería en un lugar por él conocido, y a partir del cual pudiera dirigirse hacia el sitio al que irremisiblemente se veía abocado a ir, el restaurante.
Casi sin darse cuenta, y después de un buen rato de caminar por aquellas callejas, se halló de repente en la plaza del unicornio, donde el autobús tenía la parada. Aquello era para él harto conocido, y el restaurante no estaba lejos.
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Entró al fin en el restaurante que como de costumbre estaba casi vacío, tan sólo había un par de ancianos jugando al dominó. Se dejó caer en una de las sillas. Estaba extenuado y confuso. Aquellos hombres le miraron un memento con gesto de curiosidad en sus rostros; pero inmediatamente siguieron concentrado en su juego.
Siguió allí durante un rato sin saber bien qué hacer. Se preguntaba que dónde estaría Tania. Tenía que hablar con ella para que le consintiera poder permanecer allí hospedado, ya que el dinero apenas le alcanzaba para un par de días, y sabe Dios cuanto tiempo debería aún continuar en el pueblo; y si admitía que fuera verdad lo que el viejo le contara, entonces estaría escrito en el destino los días que todavía le faltaban, hasta hallar una oportunidad de poder escapar, y si esto era posible. Su pensamiento se negaba a aceptar que aquello que le pasaba, fuera para nada una especie de extraña realidad que había que admitir.
Por las palabras del anciano, se desprendía que aquello era poco menos que una especie de antesala tras la muerte. Si de verdad nada de lo que le rodeaba era real, ¿Cómo podía él estar allí? Instintivamente se palpó, y tocó también la mesa ante él y la silla en la que estaba sentado. Nada le parecía que fuera diferente a como había sido siempre. Se sintió a sí mismo como si estuviera haciendo el ridículo.
De repente sintió una enorme sorpresa al ver aparecer de nuevo allí, en el establecimiento, a los dos individuos, que había oído conversar en el bar al que hubo entrado a tomar una cerveza, hacía algunos días antes en la ciudad. Sí, efectivamente, ellos eran, los que mantuvieron aquella charla algo enigmática, que él había escuchado con gran curiosidad. Esta era la tercera vez que los veía. ¿Qué significaba aquello? ¿Cómo podían encontrarse allí? ¿Era aquello una casualidad, o formaban ellos también parte de todo aquel entramado, del cual él no sabía bien qué pensar? La presencia de aquellos dos individuos le hacía sospechar que todo aquel juego o comedia ya se había estado gestando antes de que él llegara a __________

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Noreal, tenía que ser incluso anterior a su amistad con José, mas, ¿cómo era eso posible? Si partía del hecho de que fuera cierto lo que el anciano le contara, tenía entonces que admitir que llevaba entre los muertos mucho más tiempo de lo que él creía; pero, ¿desde cuándo? Reconocía que era incapaz de recordar nada que le diera la más mínima pista.
Quiso mantener la cordura y desechó rotundamente la veracidad de lo que pensaba. Tenía que haber una explicación lógica a todo aquello que le pasaba, no tenía más remedio que haberla. ¿Sería aquello un sueño? ¿Una extraña pesadilla de la cual no despertaba? ¿Qué otra cosa podía suponer?
-Tania, tráenos algo de beber -oyó Daniel hablar a uno de los ancianos que estaban jugando al dominó. Giró la cabeza, y efectivamente, Tania se hallaba tras el mostrador. ¿Había aparecido en ese momento, o estaba ya allí desde hacía tiempo, y él no lo había advertido? La impresión que tenía, es que ella había aparecido repentinamente, como por arte de magia.
-¿Podrías traerme a mí también un poco de agua? -dijo Daniel mirando fijamente a Tania.
-¡Ah, pero aún estás aquí! -aparentó asombrarse Tania-. Yo te hacía ya camino de la ciudad.
-Perdona, mas creo que tú ya sabías, que el autobús no ha salido.
-Pues no, no me he enterado. No me he movido de aquí en todo el tiempo, y nadie me lo ha dicho. Lo lamento por ti, que tanto deseabas marcharte. ¿Que qué ha pasado? ¿Por qué no ha salido?
-¿Y qué sé yo? Al parecer sale en contadas ocasiones; cuando yo estaba creído que salía regularmente. Dime que tampoco tú sabías esta circunstancia.
-En realidad sí -contestó ella al tiempo que se acercaba con un vaso de agua-. Hay circunstancias en las que incluso sale más de una vez al día. Por ejemplo cuando tenemos fiesta, el último en salir es ya avanzada la noche; pero ahora me pensé que tú te habías enterado de que hoy salía. Parecías estar tan seguro.
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Daniel sospechaba que Tania le mentía, que incluso se burlaba de él; pero no quiso hacerle ningún reproche, ni confiarle lo que le contara el viejo. Debía intentar andar con la máxima cautela. Decidió cambiar el tema y le preguntó por José:
-¿Dónde está José? La última vez que os vi, estabais muy reconciliados; por lo menos por tu parte. ¿O es que acaso me equivoco?
-Hablemos claro: tú siempre me has rechazado. No estoy dispuesta a estar toda la vida esperando. Tú sabes bien que José me quiere, y yo empiezo también a quererle. Eso es todo, te guste o no.
-Estoy completamente de acuerdo, me parece estupendo. Yo tan sólo deseo desaparecer de este pueblo, podrías ayudarme a ello, así te quedabas libre de mi molesta presencia.
-No sé cómo pueda ayudarte. Tendrás que esperar a que salga el autobús, no veo ninguna otra manera.
-¿Y cuándo sale el maldito autobús? ¿Me lo puedes decir?
-contestó Daniel algo malhumorado. Se dio cuenta de ello y quiso rectificar-. Debes comprender, que me he de marchar sin más remedio.
-Lo entiendo perfectamente; pero no está en mi poder ayudarte. Lo siento, créeme de verdad que lo siento.
Daniel bebió un buen sorbo de agua. Ahora sabía que no debía esperar ninguna ayuda por parte de ella. Su situación era cada vez más crítica. De momento ignoraba qué, o quién pudiera ponerse de su parte y echarle una mano.
-Quisiera preguntarte una cosa: ¿Qué pasa si se me acaba el dinero y aún no he logrado marcharme de aquí? La verdad es que ya no me queda mucho; no esperaba estar tanto tiempo.
-Pues yo creo que me mereces la suficiente confianza como para darte un crédito. No te preocupes por eso.
Por lo menos, pensó Daniel, no se vería en la calle. Ignoraba qué estrategia tomar para salir de aquel atolladero en el que se había metido. ¿O lo habían metido?
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-Si hablas con José, te ruego no trates de indisponerlo en contra mía -dijo Tania.
-Para nada, no sé por qué iba a hacerlo. En realidad me alegro por él, que siempre te ha querido, y por ti, por supuesto. Bueno, hasta luego -dijo Daniel, y subió las escaleras en dirección a su habitación. Se echó encima de la cama. Su cabeza era un verdadero hervidero de locas ideas contradictorias. Por mucho que quisiera esforzarse en mantener la calma, en mostrarse frío, aparentando normalidad, lo cierto era que no las tenía todas consigo. Si él se hallaba entre los muertos, ¿estaría él también muerto? ¿Cómo puede uno seguir después de muerto, haciendo las mismas cosas que hacía estando vivo, dónde estaba pues la diferencia? Para él todo a su alrededor era tan real como siempre lo había sido. Él se inclinaba a creer que todo aquel tinglado del autobús que ahora no salía, y de Tania mostrándose con él esquiva, incluso de José atrayéndole a aquel pueblo, formaba todo parte de un plan preconcebido que sin lugar a ninguna duda, debía perseguir algún fin. Fuera lo que fuera, intuía que no era nada bueno para él, y que debía por todos los medios procurar escapar de aquel lugar. ¿Pero cómo? Esa era la pregunta a la que no encontraba respuesta.
Los días pasaban y no veía forma ni manera de adelantar en el modo de poder huir del maldito pueblo. Las cosas eran por el contrario, cada vez más difícil para él; parecía como si todos en el pueblo se hubieran puesto de acuerdo para esquivar su presencia, para evitar su contacto. Siempre estaba solo, y solo daba grandes paseos por todos los lugares, buscando constantemente el modo de escapar, hasta el momento infructuosamente. No había vuelto a ver a José, a Tania únicamente a la hora en que ella servía la comida en el restaurante, y en el que apenas intercambiaban unas palabras intrascendentes. Había preguntado en diferentes ocasiones por José, y nunca nadie sabía nada de él. Se preguntaba cuánto duraría aquella circunstancia, y en dónde desembocaría, pues una cosa era segura, en cualquier momento debiera ocurrir algo para que todo __________

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cambiara, ya que no podía continuar eternamente así. Sin casi advertirlo, y mientras paseaba, se halló un día en la misma plaza, en la que él se quedó dormido, y tuvo aquella conversación en la que el viejo le reveló que todos los seres del pueblo estaban hacía tiempo muertos. Se sentó en un banco, junto al naranjo. Su desesperación aumentaba según pasaban los días, se veía tan solo y desamparado, tan impotente en aquella lucha sin enemigo concreto, que era como pelearse contra furtivas sombras, que aparecían y terminaban esfumándose en su imaginación.
Oyó pasos y alzó la vista. Un hombre se acercaba hacía donde él se encontraba. Esperó expectante, no le parecía haberlo visto con anterioridad. El hombre llegó ante él, y tras saludar, preguntó:
-¿Me puedo sentar junto a Vd.?
-Sí, siéntese por favor -dijo Daniel echándose a un lado para dejar más espacio al desconocido, al tiempo que le preguntaba si era del pueblo, pues no lo había visto por allí.
-Sí, en este pueblo he estado la última parte de mi vida. Quería preguntarle cuánto tiempo lleva Vd. esperando a que se decida su caso. No deseo que se moleste conmigo, no conteste si no quiere, es simple curiosidad por mi parte. A mí me parece que llevo una eternidad aquí, y aún no sé nada.
-Sinceramente ignoro a qué se refiere. Mi única obsesión estriba en alejarme de aquí, abandonar sin más este endemoniado sitio.
-Pues ya somos dos, que yo también ansío marcharme.
-¿A qué ha venido Vd. a este pueblo? -quiso saber Daniel.
-Vd. querrá decir a qué vine. Se lo puedo decir, no es ningún secreto, pues que todo el mundo lo sabe, llegué para negociar sobre un asunto de drogas, cuando de repente me dispararon un par de balazos. Mi vida se acabó, y aquí he quedado después de mi muerte. El hombre a través de sus acciones suele castigarse a sí mismo sin saberlo; pero, dígame, Vd. ya debía tener conocimiento de ello, aquí todos solemos saber, más o menos, los pecados de los demás, no es tan fácil que nos podemos engañar. Nuestro comportamiento en __________

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la tierra, en ese mundo tangible ha sido erróneo, si así no fuera no estaríamos aquí. A propósito, ahora me doy cuenta de que yo tampoco sé nada de Vd., y esto no es normal, es verdaderamente una anomalía.
-Creí encontrar en Vd. a un aliado; pero veo que me he equivocado, todos sois iguales, estáis en el mismo juego perverso de querer martirizarme, aunque la verdad es que no comprendo el objeto o la razón de ello.
-Créame sinceramente que no entiendo nada de lo que Vd. Me habla. Ignoro a qué clase de juego se refiere. Le puedo asegurar que yo no participo en ningún juego.
El hombre aquel, de rostro moreno y profundas arrugas en la frente, parecía veraz en su espontánea respuesta. Daniel comenzó a dudar de su convicción, de que le querían jugar una mala pasada por el motivo que fuera, y por el contrario fuera cierto que se hallaba en otro mundo, por muy inverosímil que eso le pareciera.
-Francamente me es imposible aceptar lo que Vd. me relata. Yo pienso, creo firmemente que estoy vivo, y no puedo creer de forma alguna que todos vosotros estéis muertos. Supongo que quizá me esté volviendo loco.
-¿Qué quiere que le diga? Realmente yo me encuentro en su mismo caso: No pudo imaginar que un ser vivo se encuentre en este lugar, es inconcebible. Vd. se aferra en su creencia, yo igualmente en la mía, y piense que yo ya he estado en su mundo, Vd., si es verdad lo que dice, aún no en el mío, aunque sí lo está, pero no es consciente de ello. Reconozca que somos mucho los que podemos demostrarle que ya tuvimos una vida anterior, y sabemos el momento de nuestra muerte, como nos sobrevino; y tenemos plena conciencia de donde nos encontramos; aquí nos esforzamos para aspirar a entrar en una esfera superior, salir de esta especie de antesala y lograr el fin supremo de la bienaventuranza de Dios. Aunque hay otros también aquí que se empecinan en seguir los pasos de Satán, entrar en la __________

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parte oscura del infinito, el Mal eterno que lucha contra el Bien eterno, las dos caras de un mismo poder de Dios.
Daniel no sabía qué contestar ante tales razonamientos, podía pensar que esos fueran sus propios argumentos, mejor debía decir especulaciones, que él se había hecho en algunas ocasiones, cuando se entregaba a meditar sobre la existencia de Dios y el más allá. Se miró profundamente en los ojos de aquel hombre, y vino a comprender horrorizado, que éste le había dicho la verdad.
-¿Quiere insinuar que aquí haya adictos del demonio?
-No lo insinúo, lo afirmo. Puesto el caso, se lo podría probar. Dígame: ¿Cómo es que Vd. se halla en este lugar? ¿Cómo ha venido si aún pertenece a la vida terrenal?
-La verdad es que lo ignoro por completo. Me cuesta mucho trabajo creer que esto no sea la vida tal como la he conocido siempre, aunque debo confesar que me han sucedido cosas extrañas, que me han dado en pensar, incluso dudar un tanto.
-Si no se recuerda de haber muerto, lo más seguro es que no lo esté, tal vez ha estado cerca de la muerte, o lo esté en este momento. No cabe otra explicación.
-¿Y eso explicaría mi presencia aquí?
-Es lo único que lo podría hacer posible, supongo yo.
-¿Qué es lo que tendría que hacer para escapar de este lugar?
-Sospecho que nada. Vd. no está plenamente en la tierra, quiero decir en su mundo; debía estar en una zona intermedia, esperando la muerte o la recuperación a la vida; pero por cualquier circunstancia anómala, ha venido a parar a este espacio que es también de espera, pero que no es lo mismo. Aquí se decide otra cosa, aunque una de ella pudiera ser desde luego tornar a la tierra; las otras dos posibilidades son: aliarse con el poder del Mal, o formar parte de la gloria del Supremo.
-¡Dios mío! -exclamó Daniel-. ¿Qué será de mí? ¿Por qué piensa que no estoy del todo en la tierra?
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-Precisamente porque está aquí. Le tiene que haber pasado algo, y se encuentra en peligro de muerte.
Todo aquello pudiera ser verdad; pero no tenía porqué ser cierto, pensó Daniel. ¿A santo de qué iba a estar su vida en peligro? Tenía que reconocer sin embargo que en el pueblo sí pasaban singulares cosas, y aquí sí pudiera sobrevenirle algún mal.
-Procure recordar qué acontecimiento le ha ocurrido antes de venir a este lugar, quizá logre así hallar la respuesta de porqué se encuentra aquí.
-Si echo la vista atrás, todo lo que recuerdo tiene que ver con José, que es el que me trajo a este pueblo, y con Tania, de la que él estaba enamorado, lo recuerdo todo perfectamente a partir de haber hecho amistad con él, bueno, en realidad también tengo en la memoria algo sucedido primero de conocer a José. No es nada de importancia, me hallaba en un bar bebiendo una cerveza, oí una conversación que mantenían unos individuos, por cierto que luego los he visto en el pueblo, después que entré en una casa y observé a un extraño personaje que daba un discurso bastante raro, pero la verdad es que nada recuerdo de mi vida anterior.
-Todo lo que me cuenta me afianza en la creencia de que a Vd. Le ha pasado algo grave, y por lo mismo no puede salir de aquí, hasta que no salga del peligro que está sufriendo en el mundo al que todavía pertenece.
-Entonces, si eso es así, no estoy plenamente en ninguna parte.
-Tengo que reconocer que se encuentra Vd. en una situación muy peculiar, porque este no es de ninguna manera su sitio. Debíamos de intentar conocer la verdad de cómo ha sido posible tal cosa. Si me lo permite, estoy dispuesto a ayudarle a dar con la solución.
-Estaría encantado de tener alguien a mi favor. Créame que es un consuelo, y un verdadero alivio para mí contar con su apoyo. Acepto de buen grado su ofrecimiento. Dígame cómo se llama.
-Salomón, confiéseme el suyo.
-Daniel. Pensé que ya lo sabía; creo que todo el pueblo lo sabe.
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-Llevo mucho tiempo sin aparecer por aquí -dijo el llamado Salomón-. Casi todo el tiempo me quedo en el campo. Allí me refugio en una cabaña. Apenas tengo contacto con los que están en este lugar. Hoy me he decidido a echar un vistazo, y Vd. es el primero que me he encontrado.
-Antes me ha dicho que podría demostrarme la existencia de los que están, o son adictos al poder del Mal. ¿Podría saber cómo?
-Seguro. Se suelen reunir por la noche en un soto, algo retirado de la cabaña en la que yo estoy.
-¿Podríamos observarlos? Tengo curiosidad por saber si ciertas personas forman parte de ellos.
-Por supuesto, puede hacerme compañía todo el tiempo que quiera, en tanto esté Vd. aquí.
-¿Por qué se aleja de los demás y permanece solo en las afueras del pueblo? ¿Cómo se las arregla para alimentarse? ¿Cómo consigue hacer méritos para lograr salir de aquí y entrar en otra esfera superior, que según Vd. me ha contado, es lo que anhela conseguir para acercarse a Dios?
-Estando solo es el mejor modo de concentrarse y poder meditar, sólo se trata de eso, meditar profundamente para hallar la comprensión de que el Bien es el único camino que te lleva a la paz, para gozar de la bienaventuranza del creador. Todos los que estamos aquí, no nos tenemos que alimentar, pues que no vivimos realmente, quiero decir de un modo biológico; es algo así como un rito, tenemos que seguir haciendo las mismas cosas que hacíamos en vida, a la vez que una especie de rito, es también un castigo que nos recuerda que siempre podríamos volver de nuevo a la tierra, y empezar otra vez la pesada andadura por el mundo. El único mérito que se puede hacer, es llegar a la conclusión de que el Bien es lo que te lleva a la salvación. Resistir y no caer dentro del círculo del Mal. Por otra parte le diré que soy vegetariano y como lo que el campo me ofrece.
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-Vosotros, en este estado en el que os encontráis, recordáis vuestra vida anterior; pero si volvéis a la tierra no sabréis nada de vuestro paso por aquí, ¿es cierto?
-No lo sé, porque no he estado en ese caso, mas supongo que no, y creo que no puede ser de otra manera, porque si se tuviera conocimiento de ello, la vuelta a la tierra estaría supeditada, o condicionada por la experiencia aquí vivida, y hay que volver partiendo de cero, con un nuevo comienzo, en una aventura que sea para cada uno otra vez inédita.
-Creo poder entenderlo. Supongo que aquí sí os acordáis de vuestra vida terrenal para poder hacer penitencia y arrepentiros, y tener la posibilidad de enderezar el camino.
-Así es, lo ha comprendido Vd. perfectamente.
-¿Por qué pues otros se siguen aferrando a la posición del Mal?
-Creo que es porque les seduce, aparentemente el Mal siempre disfruta de un poder grande; pero que en el fondo es poco duradero, aunque intenso, como todo placer lo es. El Bien por el contrario es duradero, es un remanso de paz y amor verdadero, que forma parte del infinito de Dios.
-¿Es que no es el Mal también parte de Dios?
-Sí lo es; pero no, digamos de un modo estable como el Bien, sino que Dios se sirve de él como instrumento pasajero para sus designios, puesto que al fin todo se transforma y se inclina al lado de la bondad del creador; porque el Bien, es la meta última.
Daniel se estaba doblegando a la evidencia de que en verdad se hallaba en otro mundo sobrenatural; no sólo porque ya eran dos los que en el fondo le habían dicho las mismas cosas, sino porque era cierta su imposibilidad de escapar de aquel lugar, lo que en el mundo de los vivos no podía suceder; allí se tenía la voluntad y libertad de ir a donde a cada uno le viniera en ganas.
-¿Qué hacemos ahora? -demandó Daniel a su nuevo amigo.
-Me parece que será mejor que nos tuteemos -propuso Salomón.
-Naturalmente; si queremos estar juntos sería lo más normal.
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-Puedes venirte y estar conmigo en mi cabaña. Esta noche observaremos a los adictos del Mal, y tú podrás comprobad lo que deseas saber.
-De acuerdo, tengo gran curiosidad por verlo.
Anduvieron durante un buen rato a través del campo, subieron una pequeña colina y al fin llegaron a lo que era el domicilio de su compañero.
-Siéntate -dijo Salomón- prepararé algo de comer.
-Hay una cosa que pasó hace unos días, y de la que no tengo explicación alguna; me tiene intrigado, y no sé si tú me lo pudieras aclarar, o tal vez darme un razonamiento.
-¿De qué se trata?
-Veras, según tú me has manifestado, aquí estáis todos muertos. ¿Es esto cierto?
-Comprendo que te sea difícil de creer, pero es así.
-Bien, entonces, ¿cómo han podido matar al camarero que trabajaba en el restaurante?
-Lo conocía, se llamaba Roberto. No tenía conocimiento de que se hubiese marchado.
-¿Cómo que se hubo marchado? Tania me dijo lo mismo; pero yo lo vi en la cocina del restaurante bañado en un charco de sangre. Su cadáver desapareció después sin dejar rastro. Alguien lo tuvo que haber quitado de en medio.
-Comprendo que sea para ti complicado asimilar esa situación. Voy a tratar de exponerlo de modo que te sea comprensible: Cuando ha sido decidida la sentencia por la ley suprema, del premio o castigo que ha de recibir cada uno de los que ahora estamos aquí, entonces el individuo al que en ese momento se ha juzgado, y tiene que partir hacia su nueva experiencia, vuelve a aparecer durante un breve instante de tiempo, en el último día de su vida terrenal, para desde ahí, pasar a entrar al círculo del Bien, del Mal, o quizá tornar otra vez a la tierra. Fue una verdadera casualidad el que tú lo vieras en ese momento.
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-¿Y hacia dónde fue Roberto?
-Eso aquí nadie puede saberlo. Creo que esté ahora donde esté, tampoco sabrá que viene de esta dimensión. Su espíritu se encontrará unido a la parte buena de Dios, habrá engrosado la parte mala del espíritu de Satán, como fuerza negativa de Dios, o estará de nuevo en el mundo del que vino.
Salomón entre tanto había terminado de aderezar unos alimentos compuestos exclusivamente de verduras. Le ofreció un plato a Daniel que lo aceptó de muy buen grado, pues que tenía verdaderamente hambre. Bebieron un vaso de buen vino tinto y comieron una fruta de postre, con lo cual quedaron satisfechos.
Daniel que estaba algo cansado, se echó un rato en un viejo sillón y quedó al poco tiempo profundamente dormido.
Se despertó bruscamente al tocarle Salomón en el hombro. Había tenido una bastante extraña pesadilla: Se había visto a sí mismo flotando en el espacio infinito. Le invadía una inmensa tristeza, pues que se hallaba perdido y no sabía a dónde dirigirse, estaba solo, ignoraba a qué sitio pertenecía, cuál era su lugar en el mundo en el que se encontraba. Nada sabía de él mismo, nada podía decir...
La voz de su amigo terminó de espabilarlo por completo:
-Vamos, está anocheciendo y tenemos un rato de camino por delante.
Salieron de la casucha aquella y comenzaron a andar a buen paso.
El cielo estaba raso, y la luna nueva brillaba iluminando con una luz lechosa un paisaje fantasmal; una llanura pedregosa, donde bloques de rocas se veían de tanto en tanto, desprovistas de toda vegetación, de todo árbol, se ofrecía ahora a la vista de Daniel. Tenía que hacer enormes esfuerzos por ahuyentar el miedo que se iba poco a poco apoderando de su ánimo; no podía evitarlo, el sólo pensar que Salomón no era en realidad un ser vivo, sino una especie de espíritu del más allá, y que él se encontraba en un mundo irreal, sobrenatural, eran esos motivos más que suficientes para estar __________

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intranquilo, sobrecogido, máxime cuando había advertido que era sólo su sombra la que se proyectaba en el suelo, pero la de Salomón faltaba. Parecía que fuera lógico, ya que no era un ser del mundo tangible; pero, ¿cómo era eso posible? ¿Estaría pasando una esquizofrenia? ¿Estaría en un estado demencial? ¿Qué le pasaría al final de todo aquello? Comentó con su compañero el hecho de que su sombra no apareciera, ¿por qué pasaba de esa manera y a qué se debía? El comentario de su ahora camarada, no fue para él muy convincente: Al parecer todo era producto de su imaginación, toda la realidad que les rodeaba, se había formado en su pensamiento, él era el único capaz de advertirla, y todo era así por su condición de poeta. El mundo en el que Salomón y todos los demás se hallaban, era inimaginable para el ser humano viviente, y por ello tenía que recurrir Daniel a esa realidad común que le era más familiar, sólo que al estar su ánimo en un estado de excitación latente, veía lo que le rodeaba de un modo negativo, tétrico y sombrío, y tenía razón, porque era el modo como lo estaba experimentando.
-Como tú sabes que yo no soy un ser vivo, instintivamente comprendes que no puedo tener sombra. Si yo, por ejemplo -dijo- ando por una ciudad llena sus calles de gente, nadie me advertirá, pero yo sí los veo a todos, aunque no me pueda comunicar con ellos; me parece haber sabido que algunos de los que estamos en esta dimensión han logrado alguna vez tener contactos con seres vivos; pero esto pasa en muy pocas, contadas ocasiones, y siempre con individuos que tienen cierta especial idiosincrasia, y tampoco de un modo pleno.
-Esto que me relatas es verdaderamente delirante, ¿me dices que todo lo que yo veo, todo lo que me rodea, el pueblo, el paisaje, tú mismo, existe tan sólo en mi fantasía?
-Así es, mas una cosa es sin lugar a duda verdad: tu alma está en este instante aquí; tan sólo un débil hilo la une a la materia viva de tu cuerpo, que puede romperse en cualquier momento.
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Nosotros, los que aquí estamos, somos una realidad, pero una realidad diferente a tu realidad. Tú ves las cosas bajo la única perspectiva de tu mundo, yo bajo la del mío.
No podía poner objeción alguna a lo dicho por Salomón, pero seguía manteniendo sus dudas sobre todo lo que acontecía.
Entraron casi sin que Daniel lo advirtiera en un pequeño bosque. Salomón hizo gesto de que fueran andando con precaución, tratando de hacer el más mínimo ruido. Resguardándose de árbol en árbol caminaron durante algún tiempo. Al fin avistaron en un calvero, un corro de gente que se sentaba en torno a una gran hoguera, y oyeron murmullo de conversación. Se echaron a tierra y empezaron a arrastrarse, ayudándose con los codos, hasta estar lo más cerca posible de aquel circulo de personas. Ellos estaban en una especie de pequeño promontorio desde el que dominaban bien toda la escena que se ofrecía ante sus ojos; pero no oían con claridad lo que aquella gente decían. Daniel miraba fascinado. Agudizó la vista intentando reconocer a algunos de los allí reunidos. Cautelosamente fue acercándose algo más con la intención de ver mejor lo que allí sucedía. De pronto observó que por la parte contraria a la que él se hallaba, dos individuos corpulentos arrastraban saliendo de entre los árboles, al hombre anciano que él conocía, pero que no sabía cómo se llamaba. Empezaron a amarrar al pobre hombre a un poste que se encontraba cerca de donde estaba la hoguera.
-Yo conozco a ese hombre -dijo Daniel-, he hablado con él un par de veces. Él fue el primero en decirme que en este pueblo estáis todos muertos, y que nada podía hacer por ayudarme a escapar.
-Sí, yo también lo conozco, es amigo mío, estamos aquí casi desde el mismo tiempo. Lo estaba ganando para la causa del Bien. Seguro que algo quieren saber de él, y por eso lo van a torturar.
-¿Cómo van a torturar a un hombre, que solo lo ve mi fantasía? -se preguntaba maravillado Daniel.
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-Veo que aunque te lo he explicado, no has entendido nada. La forma humana que tiene es la que tú le has dado, pero él no es como tú lo ves, ni yo tampoco soy como tú me ves, nosotros somos espíritus, y tú no puedes ver espíritus, por eso tú nos ves a tu manara, por así decir.
-Bien, pero, ¿cómo se puede torturar a un espíritu?
-Los espíritus también padecemos; podemos sentir todos los horrores, todas las penas, mas no nos pueden causar la muerte, por lo que la tortura es para nosotros mucho peor, más intensa y dura.
Miraron nuevamente a los allí reunidos, y efectivamente, Daniel vio asombrado como masacraban pinchando con unas especies de agudas lanzas, el cuerpo desnudo de aquel desgraciado anciano. Se oían desgarrados los gritos de dolor del hombre, mezclados con la chillería de la malvada chusma. Más inaudito y sorprendente fue para Daniel lo que a continuación sucedió: Tania, sí, era ella, apareció delante de la lumbre. Sonó una extraña música, y comenzó a danzar alrededor del poste donde el viejo era torturado. Tania llevaba un vestido rojo, amplio, que dejaba ver sus bellas piernas en los giros de aquel singular baile. Era la primera vez que la veía vestida de otra forma. Estaba maravillado, y notaba que muy a su pesar le seguía seduciendo, con una fuerza de atracción irresistible. Sabía que ella hacía mal estando allí, participando de aquel horrible espectáculo, sentía que no sufría por lo que le pasaba al anciano, sino que por el contrario deseaba estar allí junto a ella y abrazarla. No obstante manifestó, como queriendo disculparse consigo mismo:
-Nunca hubiese supuesto que Tania perteneciera a la parte del Mal. Es para mí algo insólito.
-Debemos de marcharnos antes que adviertan nuestra presencia -dijo Salomón, empezaron a retirarse con la máxima cautela.
-¿Qué nos puede pasar si nos descubren? -quiso saber Daniel.
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-No descarto que también nos torturaran. Seguro que querrán saber algo concreto sobre los adictos al Bien, para intentar controlarlos y ganarlos para sus designios.
-¡Dios mío, es esto peor que la vida terrenal! -exclamó Daniel.
-Desde aquí se parte a la gloria o al infierno; quizá también a la tierra, creo que ya te lo he aclarado -le recordó Salomón.
-Si todos al final formarán parte del Bien, ¿qué mal da emprender un camino u otro?
-Es una diferencia enorme, estar o no estar condenado. Esperar una eternidad para volver a la vida y empezar de nuevo el proceso.
-Pero has dicho que es desde aquí, desde donde se puede tornar a la tierra para tener otra oportunidad.
-Los que van al infierno también la tendrán, sólo que la espera y el sufrimiento es mayor. Además están obligados a obedecer a Satán, en tanto se encuentran bajo su poder, y expandir el Mal por el mundo, fomentando guerras y terror.
-¿Y el mismo Satán, no llega a encontrar nunca el lado del Bien?
-No, porque él es la cara opuesta del ser Supremo, y nosotros, y todo lo que conforma los mundos del infinito, es el resultado de su creación eterna; digamos que somos el pensamiento de Dios, que es neutro e imperecedero, pero tiene dos rostros.
Siguieron caminando sin hablar palabra durante un buen rato. Ya se habían alejado considerablemente del lugar, en donde se reunían los espíritus malignos.
-Dime si has reconocido a algunos de los allí reunidos aparte de Tania y Álvaro.
-¿Quién es Álvaro?
-El hombre mayor al que torturaban, y que me has dicho que conoces, de haber hablado con él.
-¡Ah, sí! También he reconocido al padre de Tania, creo que se llama Miguel, y a la señora Angustia, la bruja que le ha quitado el mal de amores a José.
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Salomón quiso saber lo referente al "mal de amores" que Daniel le había comentado, y éste le relató lo acontecido.
-Miguel y Angustia son los dos espíritus más malignos de esta comunidad -dijo Salomón, y a Daniel le pareció verle como pensativo; aunque ahora sabía que eso era imaginación suya-. El ser padre o madre no tiene aquí la más mínima importancia, aquí no existen parentescos, cada uno es un espíritu independiente que ha de decidir por sí solo, con su experiencia y meditación, la continuación de su evolución.
-Pues yo diría que es casi como en la tierra -manifestó Daniel.
-En esta dimensión no se lucha por obtener riquezas, por lo que muchos humanos cometen pecados, aquí tan sólo se pugna por el poder y la supremacía, y seducir a los otros para que formen parte del bando al que son adictos.
-Existe pues el amor y el odio también entre vosotros.
-Por supuesto -admitió Salomón-. Aquí como en tu mundo, es el amor la fuerza del Bien, y el odio la fuerza del Mal.
-El hombre no puede huir del Mal, porque lo lleva consigo -opinó Daniel.
-El hombre puede encontrar el amor, cuando sepa buscarlo en sí mismo -sentenció Salomón.
-Quisiera encontrarme con José y poder hablar con él -dijo Daniel-. No sé dónde podrá haberse metido; hace días que no lo veo, y cuando he preguntado por él, nadie sabe darme norte ni seña de su paradero, lo cual es bastante extraño.
-Lo más seguro es que haya caído en las garras del Mal. Lo estarán sometiendo a un proceso de acatamiento, para que pueda entrar a formar parte de su contubernio.
-Yo sospecho que él ya pertenecería a ese perverso mundo; por cuanto él fue el que me atrajo, con malas artes, a este lugar.
-Tengo mis dudas, por aquello que me has referido que pasó en la cabaña de la bruja Angustia. Aquel rito u operación como ella lo nombró, tenía que tener algún sentido encausado a conseguir __________

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determinado efecto. Creo que debería investigar para concretar mis sospechas.
-A ese que tú le llamas Álvaro, y con el cual yo ya he hablado un par de veces, estaba en una reunión que hubo en el restaurante, a altas horas de la noche. Yo la observé sin que nadie lo advirtiera. Allí todos apostaban por seguir la senda del Bien, e intentar saber quiénes eran los que estaban de parte del Mal, para alejarse de ellos. En esa agrupación se hallaban Tania y Angustia, ésta última parecía presidir y dirigir el debate de los congregantes. Pienso que alguno hizo alusión a mi persona, como un cuerpo extraño en el pueblo. No comprendo cómo la señora Angustia y Tania formaban parte de los que torturaban a Álvaro.
-Te he dicho que la bruja Angustia y Miguel, son dos espíritus perniciosos que buscan la atracción de todos al lado del Mal. Los demonios tienen espías en todas partes, hay que andar con mucha cautela y no fiarse de nadie.
El pensamiento de Daniel era un torbellino de ideas contrapuestas. Ya no sabía dónde era derecha o izquierda; quién de la parte buena y quién de la mala. Lo que hasta este momento le parecía claro es que había dos bandos que luchaban entre sí, por acaparar el mayor número posible de espíritus a su causa. Las almas más débiles estaban expuestas a ser seducidas por el Mal, por eso el Bien debía de tratar de protegerlas. ¿En qué posición estaba Tania y José? ¿Qué pintaba él en todo aquel mundo que no era el suyo? La voz de su nuevo amigo lo sacó de su abstracción: -Creo que tú debes de seguir en el restaurante para no levantar sospechas. Pon atención a todo lo que veas, y comunícame lo que tú pienses que sea de interés para el servicio del Bien. Ven a mi cabaña cuando sea de noche, y ten cuidado de que nadie se dé cuenta y te siga.
Se despidieron los dos extraños amigos; pues que singular era verdaderamente la amistad de dos seres de mundos diferentes. Daniel caminó hacia el pueblo. Sentía un frío interior que le calaba los huesos; pero su mente ardía; notaba que su alma se iba __________

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endureciendo, que poco a poco le importaba menos todo lo concerniente a la bondad y el amor al prójimo. Deseaba ardientemente unirse a Tania, la había visto en el bosque efectuando descalza aquella danza, con su largo pelo negro suelto, jugando el movimiento erótico de sus piernas con la amplitud del vestido, y tenía que confesarse que había quedado seducido por sus encantos, hasta el extremo de que estaría dispuesto a delatarle todo lo que sabía respecto de Salomón, y formar parte sin más de los adictos a Satán. No le importaba otra cosa más, que fundirse en el cuerpo de ella para siempre. Entró en el restaurante, la puerta siempre estaba abierta, de día y de noche. Ahora comprendía que allí nadie nada podía robar, a nadie le interesaba las cosas materiales, ya que no tenían valor alguno para la consecución de los deseos e intereses que allí se perseguían. Entró en su cuarto sin haber visto a nadie, se metió en la cama y al poco quedó profundamente dormido.



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© Rodrigo G. Racero