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CAPÍTULO 8 |
Se despertó al sentir que alguien le tocaba suavemente en el
hombro. Abrió los ojos; pero la claridad del día le hizo volver a
cerrarlo de inmediato. Se resguardó con la mano de los rayos del
sol y miró a la persona que lo había despertado. Reconoció al
hombre mayor, con el que había hablado el día anterior, y que ya
conocía del restaurante. Aquel anciano enigmático le preguntó,
aunque más que una pregunta, a él le pareció que era una
afirmación: |
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seguramente comerciáis con ellas, y veis en mí a un espía, mas yo
le aseguro que no lo soy. Tan sólo deseo desaparecer de aquí, y
olvidarme de todos vosotros. |
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El viejo se rascó la cabeza. Miró nuevamente a Daniel con el gesto
del que pide ayuda en una difícil situación. |
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-Claro, ese es el truco para aparentar tener razón; pero eso es tan
absurdo, que es sencillamente imposible de aceptar. |
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Entró al fin en el restaurante que como de costumbre estaba casi
vacío, tan sólo había un par de ancianos jugando al dominó. Se dejó
caer en una de las sillas. Estaba extenuado y confuso. Aquellos
hombres le miraron un memento con gesto de curiosidad en sus
rostros; pero inmediatamente siguieron concentrado en su juego. |
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Noreal, tenía que ser incluso anterior a su amistad con José, mas,
¿cómo era eso posible? Si partía del hecho de que fuera cierto lo
que el anciano le contara, tenía entonces que admitir que llevaba
entre los muertos mucho más tiempo de lo que él creía; pero,
¿desde cuándo? Reconocía que era incapaz de recordar nada que le
diera la más mínima pista. |
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Daniel sospechaba que Tania le mentía, que incluso se burlaba de
él; pero no quiso hacerle ningún reproche, ni confiarle lo que le
contara el viejo. Debía intentar andar con la máxima cautela.
Decidió cambiar el tema y le preguntó por José: |
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-Si hablas con José, te ruego no trates de indisponerlo en contra
mía -dijo Tania. |
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cambiara, ya que no podía continuar eternamente así. Sin casi
advertirlo, y mientras paseaba, se halló un día en la misma plaza,
en la que él se quedó dormido, y tuvo aquella conversación en la
que el viejo le reveló que todos los seres del pueblo estaban hacía
tiempo muertos. Se sentó en un banco, junto al naranjo. Su
desesperación aumentaba según pasaban los días, se veía tan solo y
desamparado, tan impotente en aquella lucha sin enemigo concreto,
que era como pelearse contra furtivas sombras, que aparecían y
terminaban esfumándose en su imaginación. |
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la tierra, en ese mundo tangible ha sido
erróneo, si así no fuera no estaríamos aquí. A propósito, ahora me
doy cuenta de que yo tampoco sé nada de Vd., y esto no es normal,
es verdaderamente una anomalía. |
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parte oscura del infinito, el Mal eterno que lucha contra el Bien
eterno, las dos caras de un mismo poder de Dios. |
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-Precisamente porque está aquí. Le tiene que haber pasado algo, y
se encuentra en peligro de muerte. |
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-Llevo mucho tiempo sin aparecer por aquí -dijo el llamado
Salomón-. Casi todo el tiempo me quedo en el campo. Allí me
refugio en una cabaña. Apenas tengo contacto con los que están en
este lugar. Hoy me he decidido a echar un vistazo, y Vd. es el
primero que me he encontrado. |
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-Vosotros, en este estado en el que os encontráis, recordáis vuestra
vida anterior; pero si volvéis a la tierra no sabréis nada de vuestro
paso por aquí, ¿es cierto? |
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-Puedes venirte y estar conmigo en mi cabaña. Esta noche
observaremos a los adictos del Mal, y tú podrás comprobad lo que
deseas saber. |
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-¿Y hacia dónde fue Roberto? |
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intranquilo, sobrecogido, máxime cuando había
advertido que era sólo su sombra la que se proyectaba en el suelo,
pero la de Salomón faltaba. Parecía que fuera lógico, ya que no era
un ser del mundo tangible; pero, ¿cómo era eso posible? ¿Estaría
pasando una esquizofrenia? ¿Estaría en un estado demencial? ¿Qué
le pasaría al final de todo aquello? Comentó con su compañero el
hecho de que su sombra no apareciera, ¿por qué pasaba de esa
manera y a qué se debía? El comentario de su ahora camarada, no
fue para él muy convincente: Al parecer todo era producto de su
imaginación, toda la realidad que les rodeaba, se había formado en
su pensamiento, él era el único capaz de advertirla, y todo era así
por su condición de poeta. El mundo en el que Salomón y todos los
demás se hallaban, era inimaginable para el ser humano viviente, y
por ello tenía que recurrir Daniel a esa realidad común que le era
más familiar, sólo que al estar su ánimo en un estado de excitación
latente, veía lo que le rodeaba de un modo negativo, tétrico y
sombrío, y tenía razón, porque era el modo como lo estaba
experimentando. |
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Nosotros, los que aquí estamos, somos una realidad, pero una
realidad diferente a tu realidad. Tú ves las cosas bajo la única
perspectiva de tu mundo, yo bajo la del mío. |
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-Veo que aunque te lo he explicado, no has entendido nada. La
forma humana que tiene es la que tú le has dado, pero él no es
como tú lo ves, ni yo tampoco soy como tú me ves, nosotros somos
espíritus, y tú no puedes ver espíritus, por eso tú nos ves a tu
manara, por así decir. |
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-No descarto que también nos torturaran. Seguro que querrán saber
algo concreto sobre los adictos al Bien, para intentar controlarlos y
ganarlos para sus designios. |
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Salomón quiso saber lo referente al "mal de amores" que Daniel le
había comentado, y éste le relató lo acontecido. |
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determinado efecto. Creo que debería investigar para concretar mis
sospechas. |
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endureciendo, que poco a poco le importaba menos todo lo
concerniente a la bondad y el amor al prójimo. Deseaba
ardientemente unirse a Tania, la había visto en el bosque
efectuando descalza aquella danza, con su largo pelo negro suelto,
jugando el movimiento erótico de sus piernas con la amplitud del
vestido, y tenía que confesarse que había quedado seducido por sus
encantos, hasta el extremo de que estaría dispuesto a delatarle todo
lo que sabía respecto de Salomón, y formar parte sin más de los
adictos a Satán. No le importaba otra cosa más, que fundirse en el
cuerpo de ella para siempre. Entró en el restaurante, la puerta
siempre estaba abierta, de día y de noche. Ahora comprendía que
allí nadie nada podía robar, a nadie le interesaba las cosas
materiales, ya que no tenían valor alguno para la consecución de
los deseos e intereses que allí se perseguían. Entró en su cuarto sin
haber visto a nadie, se metió en la cama y al poco quedó
profundamente dormido. |
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