superior en grado sumo a los que defendían el poder del Bien.
Salomón advirtió la maniobra que intentaba el enemigo y ordenó el
contraataque embistiendo como flechas en todo el rededor, para
hacer mella en ese círculo que ya empezaba a cerrarse sobre ellos.
El choque de las dos fuerzas fue espantoso, la lucha cuerpo a
cuerpo, mejor dicho, entre espíritu y espíritu era brutal en su
fiereza, dureza y contundencia. Daniel falló sus primeros intentos
de pinchar con su lanza algún adversario, y tuvo bastante dificultad
en eludir las arremetidas de sus contrincantes. Miró a su alrededor,
y vio como todos los suyos peleaban denodadamente, eliminando a
muchos enemigos. Observó que abajo, la tierra, se iba sembrando
de cuerpos, que aunque era verdad que no morían, si estaban
inconscientes, y serían prisioneros de aquellos que vencieran en la
contienda.
Al fin pudo Daniel eliminar a uno, que después de haber esquivado
con éxito su ataque, logró clavarle la punta de su lanza en la
espalda; apretó el receptor del mango de su arma, y quedó aquel
inerte después de dar unas cuantas y grandes convulsiones.
Miguel peleaba con una furia inaudita, eliminaba a todo aquel que
se le ponía por delante.
Daniel miraba intentando descubrir a Tania, pero ésta al parecer no
participaba en la lucha.
El Bien se esforzaba, era una lucha encarnizada, no obstante, la
supremacía abrumadora del enemigo se iba haciendo notar, y el
número de los defensores del Bien se veía menguar a pasos
agigantados. No había que hacerse ilusiones, sería muy difícil
poder salir de allí ileso.
Vio en aquel instante como Salomón se libraba de un enemigo y
arremetía contra la vieja Angustia, ésta se defendía bien, a pesar de
su obesidad; pero la mayor pericia de Salomón la redujo, la pudo
desarmar y llegó a clavarle la pica en el pecho, la bruja se retorció
en brutales espasmos, y quedando al fin inmóvil se precipitaba a
tierra, pero Salomón lo evitó, cargó con ella, y emitiendo un
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