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© Rodrigo G. Racero




LA ANTESALA DE LOS MUERTOS


CAPÍTULO 10


Era bien avanzada la mañana, casi medio día, cuando Daniel se despertó. Había estado durmiendo todo ese largo tiempo, pues se había encontrado muy cansado. Ahora le invadía una intranquilidad que le embargaba todo el ánimo, pues desconocía en dónde desembocaría aquella más que extraña lucha que se esperaba, y qué papel desempeñaba él en todo aquello.
¿Era él allí un mero espectador, o por el contrario debía tomar parte activa en la contienda? Salió del cuarto en donde había estado descansando el resto de la noche y buscó a su amigo, pero no lo halló por parte alguna. Ya empezaba a preocuparse cuando vio abrirse la ventana y entrar por ella a Salomón.
-He ido a buscar algo de comer. Sé que tú lo necesitas. Debes de estar fuerte para entrar en combate -dijo a la vez que mostraba una bolsa que contenía algunos alimentos-. Vamos a sentarnos a degustar lo que traigo. Beberemos también un vaso de vino, y esperaremos a que vengan los otros.
-No sabía que yo fuera a tomar parte en la contienda.
-Tú eres el motivo principal por el que esto sucede. Tienes que acabar tu vida en el que es todavía tu mundo; para ello has de recuperar tu alma, por lo que hay que librar a José de las garras de Miguel, y tienes sin más remedio que luchar para poder salir del estado de coma en el que te encuentras.
-No me quiero negar a luchar contra el Mal; pero ignoro el modo de empleo de esas para mí extrañas armas.
-No es nada de difícil, aprietas un botón que hay en el mango al mismo instante que la clavas en tu enemigo, procurando tenerla así el mayor tiempo posible, aunque tienes que mantenerla siempre otra vez dispuesta para defenderte del ataque de los demás.
-¿Qué me pasará si sucumbo, quiero decir si caigo atravesado por una de esas armas?
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-No morirás, sólo que permanecerás un tiempo inactivo. Lo peligroso en tu caso es, que en tanto más tiempo pases aquí, menos posibilidades tienes de tornar a tu mundo, por eso hay que tratar de vencer lo más rápido que podamos.
La verdad era que Daniel no las tenía todas consigo. Aunque no quería confesarlo, el miedo, más bien el pánico se iba apoderando de él de un modo trepidante, que le costaba un gran trabajo poder disimular ante su compañero. Como si éste advirtiera lo que pasaba por la intimidad de Daniel le dijo:
-No tengas temor. El destino es ineludible; pero casi siempre únicamente para aquellos que se entregan en los brazos del azar, y no emplean la fuerza de su voluntad para vencer.
-¿Piensas que tenemos posibilidad de salir victorioso de la contienda?
-No debemos perder la esperanza, tener confianza es siempre un punto a favor.
Estuvieron conversando durante un gran espacio de tiempo, durante el cual Salomón intentaba animar y convencer a Daniel de la necesidad inevitable de enfrentarse sin miedo alguno a la lucha contra el Mal. -Amedrentarse -le dijo al final-, no conduce más que a ser víctima denigrante de tu enemigo.
-¿Cuánto  tiempo  crees  que  tardarán  aún  en   llegar   los   demás? -preguntó Daniel, y se notaba un deje de impaciencia en el tono de sus palabras.
-No pienso que tarden mucho. La noche ya se avecina.
-¿Seremos los suficientes para oponernos a ellos, con alguna garantía de éxito en la batalla?
-No puedo saber con exactitud cuántos serán los otros y cuántos nosotros; pero supongo que habrá un cierto desequilibrio en las fuerzas de uno y otro bando, que se incline a favor del Mal, esto es casi siempre así.
-¿Por qué será que son siempre más los malos que los buenos?
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-El camino que conduce a la maldad, es más fácil y hacedero, y también más halagador el aparente beneficio a corto plazo; la senda de la bondad está llena de dolorosas espinas, y a veces, de terribles injusticias que desanima, y hace que el que no es fuerte en su convencimiento, sucumba y abandone desilusionado.
-¿Qué pasará con los caídos si perdemos la batalla?
-Como estaremos inactivos, nos harán prisioneros. Despertaremos en las mazmorras del castillo negro, que es su fortaleza, donde de seguro nos torturarán e intentarán que pasemos a ser adictos del Mal; eso es lo que siempre procuran conseguir.
-No dejo de preguntarme qué le habrá ocurrido a Tania.
-Quizá podamos saberlo después de la batalla.
Se oyó de pronto un ruido raro, como el revoletear de cientos de pájaros. Salomón usó del poder de su fuerza mental y abrió de par en par la ventana por la que empezaron a penetrar unos singulares seres alados. Daniel miró interrogativamente a su compañero, nunca antes había visto cosa igual. ¿Quiénes eran? Jamás se había topado con semejantes entes.
-Los espíritus podemos tomar diferentes formas; las alas nos ayudará en la contienda para pelear mejor.
-Me imagino que los espíritus del Mal dispondrán seguramente también de ellas.
-Sí, por supuesto, pero las nuestras son mejores, en eso les ganamos. Ellos tienen alas de murciélagos, las nuestras son iguales a las de las libélulas; nuestro vuelo es más rápido y desequilibrante, el suyo más torpe y lento.
Carmen se presentó ante Salomón; parecía que hubiese salido de la tierra, tan de repente fue su aparición.
-Muchos son los que han respondido a la llamada; pero según tengo oído, nos doblan nuestros enemigos, que ya se están formando delante del castillo negro -comunicó con gesto de preocupación.
-No te debe de extrañar, siempre ha sido así. Aún está por llegar Ernesto, esperemos que con su aportación, las fuerzas se nivelen.
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Salomón se puso de inmediato a dar órdenes: mandó que se apostaran centinelas por ver si el enemigo atacaba por sorpresa; los demás fueron armándose con las conocidas lanzas y formándose en filas en el exterior del palacio, dispuestos para la inminente lucha.
No tardó en llegar Ernesto con una gran multitud de los mismos seres alados que habían venido con Carmen. Ernesto y ahora también el propio Salomón y la misma Carmen, tenían o se habían provistos de las mismas alas. Todos estaban ya formados fuera del palacio. Daniel miraba ahora el palacio desde fuera, y quedó maravillado de la radiante blancura que expandía en el contorno, como una luz segadora, y se extrañó de no haberlo advertido al llegar, y así se lo hizo saber a Salomón.
-Llegamos directamente al interior por la prisa que teníamos. En este momento pero, nos debemos de concentrar firmemente en lo que se avecina. Debes de probar tus alas para poder acostumbrarte a ellas.
Daniel se quedó pasmado al comprobar que también él estaba provisto de aquellas peculiares alas; hizo un gran esfuerzo por moverlas, pero éstas no se estremecieron ni tan siquiera un ápice.
-No debes intentar emplear la fuerza física que ya no tienes, o por lo menos no posees en este momento; tus movimientos deben ser controlados a través de tu potencia mental, piensas en lo que quieres hacer y te saldrá -le explicó Salomón.
Intentó hacer lo que se le decía, y la verdad es que se quedó estupefacto al reconocer, que efectivamente la cosa funcionaba, tendría no obstante que perfeccionarse un poco para poder dominarse plenamente en el vacío. Después de varios intentos y ensayos, admitió que podía moverse con plena facilidad.
-Quiero advertirte -le dijo Carmen que se había acercado a ellos- que los espíritus del Mal se transfiguran cuando entran en batalla, sus rostros toman el más horrible de los aspectos, son como terroríficas fieras, cuyas fauces muestran amenazantes colmillos y dan una espeluznante imagen que espanta y llena de canguelo a __________

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toda débil voluntad, por eso has de proveerte de valor y coraje para enfrentarte a ellos y ser fuerte, sabiendo vencer al miedo, si no lo consigues, serás fácil víctima de su perfidia.
-Has hecho bien en advertirle -aprobó Salomón.
-¡Claro! Es mejor estar prevenido -dijo Daniel agradeciéndoselo a Carmen.
Al fin todos estuvieron delante del palacio formados, listos para entrar en batalla contra el Mal. Todos iban armados con la misma pica, aquella como garrocha especial en ese mundo, y que era tan ligera, que apenas se notaba el peso de ella. Lo importante era naturalmente que tuviera efectividad no sólo de ataque, sino también defensiva, pero esto, pensaba Daniel, estaría más que en otra cosa, en la habilidad de él para esquivar al enemigo. Advirtió que Carmen estaba junto a él y le sonreía, parecía querer darle ánimo en ese momento decisivo.
Salomón estaba al frente de aquel más que enorme ejército de espíritus alados. A una seña suya, todos alzaron el vuelo, pero quedaron suspensos en el aire sin avanzar. Salomón hizo otra seña y todos se pusieron en varias líneas, como en forma de fila india, tras un tercer gesto del que sin duda era el jefe, comenzaron a avanzar volando de un modo pausado y en un perfecto orden.
A bastante distancia por delante, marchaban dos expertos que exploraban atentos tierra y cielo.
Tras pasado que fue un tiempo relativamente corto, los que inspeccionaban el terreno dieron la voz de alarma, pues presto el enemigo se avecinaba. Aparecieron en efecto con rapidez volando las fuerzas del Mal. Se expandieron comenzando a formar un gran círculo que intentaba rodear, abarcando a todos los seres alados del Bien, dejándolos en el centro para que nadie pudiera escapar. Eran unos monstruosos entes, como fabulosas fieras, repugnantes a la vista a la vez que temibles por el aspecto aterrador que ofrecían, que a Daniel le procuraba un instintivo pavor que casi no podía controlar. El número de los que atacaban mandados por Miguel, era __________

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superior en grado sumo a los que defendían el poder del Bien. Salomón advirtió la maniobra que intentaba el enemigo y ordenó el contraataque embistiendo como flechas en todo el rededor, para hacer mella en ese círculo que ya empezaba a cerrarse sobre ellos.
El choque de las dos fuerzas fue espantoso, la lucha cuerpo a cuerpo, mejor dicho, entre espíritu y espíritu era brutal en su fiereza, dureza y contundencia. Daniel falló sus primeros intentos de pinchar con su lanza algún adversario, y tuvo bastante dificultad en eludir las arremetidas de sus contrincantes. Miró a su alrededor, y vio como todos los suyos peleaban denodadamente, eliminando a muchos enemigos. Observó que abajo, la tierra, se iba sembrando de cuerpos, que aunque era verdad que no morían, si estaban inconscientes, y serían prisioneros de aquellos que vencieran en la contienda.
Al fin pudo Daniel eliminar a uno, que después de haber esquivado con éxito su ataque, logró clavarle la punta de su lanza en la espalda; apretó el receptor del mango de su arma, y quedó aquel inerte después de dar unas cuantas y grandes convulsiones.
Miguel peleaba con una furia inaudita, eliminaba a todo aquel que se le ponía por delante.
Daniel miraba intentando descubrir a Tania, pero ésta al parecer no participaba en la lucha.
El Bien se esforzaba, era una lucha encarnizada, no obstante, la supremacía abrumadora del enemigo se iba haciendo notar, y el número de los defensores del Bien se veía menguar a pasos agigantados. No había que hacerse ilusiones, sería muy difícil poder salir de allí ileso.
Vio en aquel instante como Salomón se libraba de un enemigo y arremetía contra la vieja Angustia, ésta se defendía bien, a pesar de su obesidad; pero la mayor pericia de Salomón la redujo, la pudo desarmar y llegó a clavarle la pica en el pecho, la bruja se retorció en brutales espasmos, y quedando al fin inmóvil se precipitaba a tierra, pero Salomón lo evitó, cargó con ella, y emitiendo un __________

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extraño y agudo grito ya acordado, todos los seres del Bien empezaron la retirada, cada uno de la mejor forma que pudo. Daniel y todos sus amigos se defendían con valor a la vez que retrocedían. Carmen eliminó en el último momento, a uno que intentaba atravesar a Daniel con su lanza.
Los espíritus del Bien estaban diseminados. Tras sufrir una considerable pérdida fueron al fin derrotados, mas los pocos que se libraron lograron refugiarse en el palacio blanco, donde ningún enemigo era capaz de penetrar.
Todos estaban extenuados, el cansancio y la desilusión se reflejaba en las facciones de todos los que habían tenido la suerte de poder escapar, saliendo ileso de aquella desastrosa campaña. Tan sólo una cosa les era favorable, el que Salomón hubiera podido hacer prisionera a la bruja Angustia; aquello sí pudiera tener sus ventajas, pues que los otros que también habían logrado apresar, eran espíritus de poca importancia para Miguel.
-¿Qué vamos a hacer ahora? -se preguntaban algunos con gestos de desesperación.
-Hemos sufrido una muy importante derrota, nunca me imaginé que pudiéramos ser vencidos con tal contundencia -comentó Carmen.
Salomón se reunió con unos cuantos espíritus de su mayor confianza, para deliberar sobre qué podían hacer en aquellas desgraciadas circunstancias. ¿Cómo poder afrontar esa situación, qué postura tomar ante tal adversidad?
Daniel y Carmen también se hallaban entre ellos.
-El número tan descomunal de los que han obedecido la llamada de Miguel, ha sido una cosa extraordinaria, no esperaba que fueran tantísimos, han venido de lugares lejanos para combatir a su lado -se lamentó Salomón.
-Es cierto, pero ahora no vale ni sirve queja alguna -dijo Ernesto-. Hay que actuar de cualquier manera para mejorar nuestra posición.
-Todavía se encuentran una gran cantidad de ellos fuera; están al acecho por si intentamos la salida -aseguró Carmen.
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-Sí, y ahí permanecerán sabe Dios cuanto tiempo -comentó Daniel, que comprendía que era a él, a quien más le podía afectar la duración del estado actual en que se hallaban.
-La verdad -dijo uno a quien Daniel no conocía- es que ahora estamos mucho peor de lo que lo estábamos antes.
-Sí -recalcó otro-. Lo cierto es que sin lugar a duda, ha sido una acción precipitada por nuestra parte. Antes de actuar deberíamos de habernos procurado información de los planes del enemigo. Ellos tienen bastantes espías en nuestras filas, aunque no sepamos quienes son. Nosotros deberíamos de hacer lo mismo.
-Como ha dicho Ernesto -habló Carmen-, no debemos entrar en consideraciones de qué hubiera sido lo mejor hacer; los hechos son los que son, las cosas pasan porque de cualquier forma tienen que pasar, y hay que mirar hacia delante y no amilanarse. Ellos han hecho muchos prisioneros de los nuestros; nosotros tan sólo uno que tenga importancia relevante, pero esto es muy importante; la bruja Angustia es una apreciada aliada de Miguel, éste estará seguro dispuesto a negociar para recuperarla.
-Naturalmente -asintió Salomón-, por eso puse todo mi empeño en poder capturarla, es la única baza que tenemos, y debemos de jugarla bien.
-Debemos canjearla por un gran número de los nuestros -propuso un otro de los concurrentes.
-No -contestó Salomón-, tenemos que cavilar muy bien lo que hacemos. Creo que lo mejor será exigirle la libertad de José y Tania, pues supongo que a ella también la mantienen retenida contra su voluntad.
-Debemos de tratar de sacar el máximo provecho posible. Veremos hasta dónde es capaz de llegar para liberar a su preferida compañera -manifestó Carmen.
-Habrá que elegir a un emisario que lleve nuestra propuesta de mantener un diálogo, para poder pactar un acuerdo -dijo Salomón.
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-Yo me ofrezco voluntario para llevar a cabo esa misión, si es que nadie tiene nada en contra -declaró Ernesto.
-No está exenta de peligro esa tarea -dijo otro de los reunidos que hasta ese momento había permanecido callado-. Es muy probable que le atraviesen el pecho antes de que pueda hablar. Después exigirán el cambio de Ernesto sólo por la vieja bruja, porque saben que es un miembro importante para nosotros. Así no conseguimos nada, será mejor mandar a otro que sea para ellos un desconocido.
-Creo que no le falta razón para pensar así -vino a reconocer Carmen-, de los malvados todo se puede esperar.
-Bien,  pues  enviemos  a cualquiera  que  sea  para  ellos un extraño -convino Salomón.
Eligieron a un joven inexperto, llamado Ciriaco, que hacía poco tiempo que se hallaba entre ellos, pero que era consciente de que había pasado a ser sólo espíritu, y de que tenía que luchar al lado del Bien. No puso inconveniente alguno, y estuvo entusiasmado de servir para salvar en lo posible la desastrosa situación en la que todos se encontraban.
Así pues salió con un halo resplandeciente de luz blanca en la mano, señal de tregua y paz para el diálogo. Inmediatamente los guardianes del Mal que estaban al acecho, lo apresaron y llevaron consigo hasta la presencia de Miguel.
-¿Qué clase de misión traes? -le preguntaron al llegar al castillo negro; pero sin darle tiempo a responder, hicieron mofa de él y se rieron a grandes carcajadas. Otros que también se burlaron, le dijeron que lo habían tomado por tonto, que, o se unía a ellos o lo pasaría muy mal. Al fin Miguel mandó callar y quiso saber lo que el emisario tenía que decir.
Ciriaco miró el lugar donde se encontraba, era una espaciosa nave cercada de gruesas columnas negras. La iluminación era opaca, pues apenas pasaba la luz por las gruesas cristaleras de las ventanas, en las que se advertían pintadas tétricas escenas de martirio y dolor, y repugnantes seres mitológicos e infernales. Él se veía cercado por __________

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una muchedumbre de seres alados, semejantes a enormes vampiros que le observaban con gestos siniestros y amenazantes.
-Bien, sepamos qué es lo que vienes a proponer -habló Miguel que estaba sentado en una especie de trono de mármol negro, a cuyos ambos lados ardían dos columnas de fuego. En su cabeza ostentaba una extraña corona en forma de serpiente, en la parte delantera, sobre su frente, el ofidio mantenía la boca abierta y la lengua fuera.
-Vengo..., quiero  decir  que  me  envían  para  proponeros  un  trato -comenzó a hablar el joven espíritu que era Ciriaco, un tanto cohibido.
-Venga habla, explícate, pronto -le acució gritándole el que parecía ser allí la autoridad de los espíritus malignos.
-En nuestro poder se encuentra la vieja Angustia. Salomón te ofrece el canje de ella por la de José y Tania.
-¿Por la de José y Tania? No comprendo qué interés pueda tener para vosotros mi hija y su novio.
-Yo nada sé, tan sólo traigo el mensaje.
Miguel se levantó de su trono, con el rostro enrojecido por la cólera, chilló diciendo:
-Encerradlo y torturadlo sin piedad alguna, hasta que su voluntad sea quebrada y esté dispuesto a obedecernos y ser parte íntegra de nuestra causa.
-No es justo -intentó protestar Ciriaco, pero de nada le sirvió. El Mal no entiende de justicia, ni de orden, ni de ley o derecho; el caos y la sinrazón de su poder, es su razón de ser.
Lo cogieron y llevaron por la fuerza a la parte inferior del castillo; a uno de los sótanos, era una especie de mazmorra con instrumentos de tortura, y allí lo encadenaron.
En el palacio blanco esperaban impaciente la vuelta del joven Ciriaco que no llegaba, ni quizá llegara jamás.
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-¿Qué puede haber pasado? -se preguntaban-. La tardanza es ya demasiado grande, hace tiempo que debía de haber tornado.
-Me temo -dijo Salomón-, que lo habrán hecho prisionero e intentarán ponerlo de su parte. Por fortuna él no sabe nada que pueda delatar. Por lo visto a Miguel no le importa mucho la suerte que sufra su incondicional Angustia. No está dispuesto a dejar en libertad a José y Tania.
-Me lo temía -dijo Carmen-. Miguel intentará por todos los medios ganarse a la pareja, pues sabe que Tania y José comienzan a encontrar el camino del Bien, y eso lo desespera y encorajina.
-Me parece recordar que quedamos con Tania en vernos -dijo Daniel dirigiéndose a Carmen- por si ella hubiera averiguado algo sobre el paradero de José. No pudo entonces venir; quizá la podamos ver ahora.
-Es cierto, prácticamente lo había olvidado -respondió ésta-. Pongámonos de inmediato en marcha, quizá nos pueda comunicar algo importante.
-Debe de estar retenida, cuando no acudió a vuestra cita. No la pueden dejar en libertad, cuando saben que nosotros nos interesamos por ella, tanto como por José -argumentó Salomón.
-Es cierto, tienes razón -dijo Daniel-, no había caído en la cuenta de eso.
-¿Qué podemos hacer ahora? -se preguntó Carmen.
-Habrá que pensar alguna estrategia. Conozco a un buen amigo que lleva mucho tiempo entre ellos, y me avisa siempre que puede de sus planes, y de todo lo que traman las huestes del Mal. Por él supe que nos querían atacar -terminó de explicar Salomón.
-Ponte pues en contacto con él,  para que sepamos  a  qué  atenernos -propuso uno de los allí concurrentes.
-Hemos acordado en que yo nunca buscaría su comunicación, es muy peligroso. Él me avisará, haciéndome partícipe de cualquier circunstancia que considere de vital importancia para nuestra causa. Naturalmente siempre que le sea posible. Así pues no nos queda __________

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más remedio que esperar. Me llamará en la primera ocasión que encuentre, sin lugar a ninguna duda.
-De cualquier forma deberíamos ir al restaurante del pueblo, por si Tania hubiese sido capaz de salir y esperara allí para entrevistarse con nosotros, como quedamos -propuso Carmen.
-Podéis intentarlo si queréis -dijo Salomón-, pero no creo que consigáis nada.
-Te acompaño. Pero, ¿cómo burlamos a los que aún permanecen fuera y están al acecho? -preguntó Daniel.
-Hay un sitio secreto para salir -les aclaro Salomón- que sólo lo sabemos los que estamos aquí, y ahora también vosotros dos, pero es conveniente que mientras menos gente lo sepa mejor.
-Guardaremos plenamente el secreto -prometieron ambos-, nunca lo delataremos.
Bajaron por un estrecho y pendiente pasadillo a una de las dependencias del sótano.
Abrió Salomón una puerta donde aparentemente no la había. Ante ellos apareció un estrecho corredor oscuro.
-Debéis introduciros por este pasadizo. Después de andar durante unos diez minutos aproximadamente, os encontraréis con las raíces de un árbol. Podréis subir por ellas y salir por sus ramas. Está lo bastante retirado como para que no os adviertan los que espían fuera -explicó Salomón.
-¿Cómo vamos a poder entrar por las raíces y salir por las ramas del árbol? -le preguntó Daniel a Carmen, incrédulo y a la vez maravillado.
-Te olvidas con frecuencia que nosotros somos espíritus y podemos traspasar toda materia. Tu espíritu ha salido momentáneamente de tu cuerpo; pero tu mente sigue viendo las cosas que te rodean como los humanos, porque no estás plenamente integrado al no estar aún muerto, y puedes tornar a la vida en cualquier momento.
-Me cuesta mucho trabajo admitir, que vosotros no seáis como yo os veo. Es de locura, francamente inadmisible.
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-Te acostumbrarás con el tiempo, a no ser que tornes a la vida, entonces todo te habrá parecido un sueño, quizá una pesadilla, aunque lo más seguro es que de nada te acuerdes.
-Probablemente tengas razón. Bien, intentemos la marcha -dijo Daniel más animado.
-Debemos andar con cautela. Es posible que allí, en el restaurante, permanezcan igualmente al acecho -advirtió Carmen.
-Nos acercaremos con precaución. Es posible que Tania sepa lo acontecido y ponga todo el máximo cuidado, cuando intente contactar con nosotros.
-Si quisiera ponerse en comunicación conmigo lo haría, a no ser que esté estrechamente vigilada y no pueda hacerlo.
-¿Es eso posible? -quiso saber Daniel.
-Claro, todos los espíritus se pueden telecomunicar si así lo desean; sólo tienen que abrirse para recibir el envío. He intentado varias veces manifestarme a ella y notificarle mi aviso, pero su alma permanece cerrada a todo pensamiento exterior -aclaró Carmen.
-Ignoraba esa peculiaridad -dijo Daniel cada vez más sorprendido, al saber todo lo que en ese mundo acontecía-. ¿Y por qué crees tú que se cierra para no recibir ni trasmitir nada?
-Seguramente está siendo observada atentamente por Miguel, porque desconfía de ella. Los demás advierten cuando un espíritu está en comunicación con otro.
-¿Pero cómo lo pueden notar?
-Por el aspecto de concentración en que se halla el alma en el momento de la comunicación -aclaró Carmen.
Casi sin que Daniel lo advirtiera recorrieron aquella oscura galería; atravesaron el árbol y poco después estaban delante, pero a prudencial distancia del restaurante, escondidos entre las ramas de uno de los árboles que había cerca de la plaza del unicornio.
-Ha sucedido todo tan rápido, que no puedo creer que ya estemos aquí -comentó Daniel-. ¿Cómo ha sido posible? Salomón dijo que tardaríamos unos diez minutos sólo en el trayecto del pasillo.
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-Sí, lo sé, pero él trataba tan sólo de darte una idea aproximada de relación humana, para tu comprensión.
-Parece que no haya nadie en los alrededores -dijo Carmen-. Aunque bien pudieran estar escondidos, agazapados en cualquier lugar. Esperaremos un poco, a ver si ocurre algo.
-¿Qué  te  parece  si  voy  a  dar  una  vuelta,  por  si  observo  algo? -propuso Daniel.
-No creo que eso sea lo más conveniente -contestó Carmen-. Te harían prisionero si te ven. Ahora ellos ya saben, que tú estás enterado de todo lo que pasa en este mundo, y que has tomado partido a favor nuestro.
-Quizá tengas razón -admitió Daniel.
Estuvieron esperando un gran rato, pero nada se movía ni hacía sospechar que allí hubiera espías apostados. Se acercaron con prontitud, pero con toda la precaución posible al restaurante y entraron en él. Nadie se advertía, y reinaba el silencio más absoluto. Inspeccionaron no obstante todas las estancias para cerciorarse, y no hallaron rastro de espíritu alguno.
-Me parece muy extraño que esto se encuentre abandonado -dijo Carmen-. Esta es la guarida de Miguel, cuando no está en el castillo negro. Aquí sus espías tenían controlado a todo aquel que tenía tendencia de pertenecer a la parte del Bien.
Al oír las palabras (más bien digamos el pensamiento de Carmen, pues era ese en realidad el modo de comunicación, aunque él ahora lo advertía plenamente) se acordó Daniel de la reunión que observó una noche desde lo alto las escaleras, y en la que también se encontraba la señora Angustia, que, no cabía la menor duda, estaba allí en calidad de espía.
Un peculiar ruido, como el revoletear de miles de aves, se oyó súbitamente venir desde el exterior. Alarmados, Carmen y Daniel miraron por la ventana, y se vieron rodeados al pronto por una inmensa maraña que formaban los espíritus malignos. Antes que __________

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reaccionar pudieran, fueron hechos prisioneros por las huestes del Mal.
Daniel se daba por perdido. Todas las esperanzas puestas en poder tornar de nuevo a la vida terrenal, las veía desvanecerse al haber caído prisionero del endiablado poder de Miguel.
Carmen se reprochaba su imprudencia, al no haber sabido ser más precavida.
¿Qué harían ahora? ¿Qué suerte les esperaba bajo las garras del furioso Miguel? El Mal era siempre astuto, y casi siempre vencía.
Repentinamente se vieron encerrados en las mazmorras del castillo negro. Las horas pasaban, según la apreciación de Daniel y nada sucedía. El miedo le embargaba el ánimo, y sentía un como doloroso vacío en la boca del estómago, y el corazón le latía apresuradamente. Pensaba que si tenía estas físicas sensaciones de su organismo, es que debía de estar aún seguro vivo; aunque su espíritu hubiera salido momentáneamente de su cuerpo. Se tranquilizó un tanto al recordar que Salomón le dijo que no lo podían matar, si acaso infligirle dolor, pero tenía que poder soportarlo. La incógnita ahora era saber cómo salir de aquella situación. Quizá Salomón, con ayuda de su confidente pudieran tramar la forma de librarlos a todos los que estaban prisioneros. La verdad era que en el actual momento, su estado se había complicado y era en realidad harto difícil de solucionar.
Miró en su alrededor y vio a mucha gente igual que él encadenada, puso la máxima atención en observarlos, pero no descubrió entre ellos a Carmen, ni tampoco a Tania y José. ¿Dónde estarían? Lo habrían llevado a cualquier otro sitio. Lo estarían interrogando; quizá lo pudieran estar torturando, haciéndoles padecer. Pensando en todas esas cosas, cayó en una especie de sopor; estaba como adormecido, entre vigilia y sueño.
Así estuvo sabe Dios cuanto tiempo. Su mente era un verdadero torbellino de ideas encontradas, que no sabía cómo dilucidar. ¿Cuál era el verdadero motivo por el que él se hallaba en aquella __________

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circunstancia? ¿Qué mal había hecho? ¿Qué pecado había cometido para que Dios lo hubiera llevado a experimentar tal situación? ¿O era acaso Dios ajeno a su destino? ¿Era Dios consciente de todo lo que a Él le sucedía? Porque él, Daniel, era también una parte de Dios, según su propio modo de comprender la idea de Dios, y por lo tanto debía de ser consciente de su particular desdicha. Tal vez Dios deja que las cosas pasen sin influir directamente en ellas. Ese sería el juego, el plan de dejarlo todo al libre albedrío, que el todo se desarrolle y experimente por sí mismo, es decir, que Él, Dios, no se dicta condiciones previas. Que en ese dejar actuar en libertad al todo, se venga a reconducir por sí mismo en la lógica última de vencer al Mal, y encontrar el Bien.
Repentinamente vio en su mente la figura de aquel individuo que estaba en el restaurante, echado sobre el tablero de la mesa, como si estuviera durmiendo. Muy probablemente hubiera sido un espía, y los había delatado al oír la conversación que ellos tuvieron con Tania. Ese, pensaba, tenía que haber sido el motivo por el que tan rápidamente lograron presentarse allí y capturarlos.



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