Portada
© Rodrigo G. Racero




LA ANTESALA DE LOS MUERTOS


CAPÍTULO 5


Como tenían acordado, Daniel y José se vieron en el salón de billar, el jueves a las ocho de la noche, para entrevistarse con un miembro de importancia, dentro de aquella extraña organización a la que José pertenecía, y que decía, intentaría encontrarle alguna colocación.
Se saludaron, pero a Daniel le pareció notar un punto de frialdad en el saludo de José. No quiso callárselo, y le preguntó sin más paliativo:
-¿Te ocurre algo? Te veo como triste. Pensé que deberías estar contento, ya que el domingo estuviste con Tania.
-Sí, precisamente es eso lo que me pasa -contestó José espontáneamente-. Tengo la impresión de que yo no le importo lo más mínimo. Sin embargo creo que tú le has agradado, vi que estaba muy interesada por ti.
-¡Vamos, hombre, no digas tonterías! Te aseguro que de mí no tienes por que tener ningunos celos. No estoy para nada pensando en enrollarme con ella. En cuanto a que ella se interese por mí, creo que son imaginaciones tuyas.
En tanto hablaban, caminaban en dirección hacia donde se encontraba aquella organización. Atravesaron diferentes calles, y cuando después de un rato cruzaron la amplia alameda de grandes sicomoros, tuvo Daniel la impresión, de que sabía donde se encontraba la casa de dicha organización. Efectivamente, poco más tarde estaban ante las puertas de la casa, donde él se había resguardado de la lluvia unos días atrás; y en la que oyó aquel extraño discurso.
No quiso decirle nada a José, de que él ya había estado allí. Decidió esperar para ver qué pasaba. Recorrieron el pasillo que Daniel ya conocía, y entraron por la misma puerta, ante la cual le sorprendió aquel vigilante, unos días atrás. Atravesaron el amplio salón ahora vacío. José empujó una puerta que estaba sólo entornada, al otro __________

Página 97



lado del salón, y siguieron por otro nuevo pasillo. José se detuvo ante una puerta, en la que golpeó un par de veces con los nudillos. Aguardaron unos instantes, hasta que una voz un tanto ronca, pero recia y fuerte dijo:
-Adelante.
José empujó la puerta, la cual se abrió con un breve chirrido, y ambos pasaron al interior. A poco más de un metro se encontraba un hombre, su edad andaría por la mitad de los cuarentas; era corpulento, de inflados carrillos y gruesas cejas negras, igual que el pelo, donde se le advertía ya unas entradas. Estaba sentado tras una amplia mesa de despacho. En sus ojos negros se notaba una mirada interrogativa. José avanzó unos pasos y dijo:
-Buenas noches Señor Andrés. Quedamos en que hoy vendría con mi amigo...
-¡Ah, ya! Sí, hombre. Perdona, se me había olvidado. Podéis sentaros -dijo señalando un par de sillas que había junto a la mesa-. ¿Cómo te llamas? -demandó aquel hombre dirigiéndose a Daniel, cuando éste, al igual que José, se hubo sentado.
Respondió Daniel a todas las preguntas que el hombre le fue haciendo: Dónde vivía, qué edad tenía, qué estudios y en qué había trabajado; cuáles eran sus ideas políticas y religiosas, y qué aspiraciones tenía en la vida. Lo cierto era que Daniel había mentido, o no había dicho la verdad, en cuanto a sus ideas políticas y religiosas. Se confesó ser creyente, pero no muy practicante en lo religioso. En lo político se podía definir como de centro izquierda, pero la verdad era que no entendía mucho de política.
-Bien -dijo el llamado señor Andrés-, veremos lo que podemos hacer por ti. Vuelve dentro de una semana. Ya no hace falta que vengas acompañado de José. Preguntas por mí, si alguien te dijera algo, dices que estás citado conmigo. Ven más o menos a esta hora. Se despidieron con un apretón de manos del señor Andrés y salieron en silencio a la calle.
__________

Página 98



Continuaron un rato andando sin decir palabra, hasta que al fin José rompió el mutismo y preguntó:
-¿Qué te ha parecido?
-No sé qué decirte. Puede que bien. Aún es pronto para hace alguna consideración. Ya veremos qué es lo qué pasa. Oye, ¿no dijiste que hoy teníais reunión?
-Normalmente son lo jueves cuando las hay, aunque no siempre.
-¿Y no avisan cuando es anulada?
-Siempre al final de toda reunión se informa de cuando es la próxima, o si hay algún cambio de horario o del día; pero en la última reunión no dijeron nada. La cosa no tiene gran importancia. Lo interesante aquí es que te encuentren un trabajo, y eso es lo único que te interesa.
-Sí, tienes razón, eso es lo que más me apremia. Habrá que ver qué clase de trabajo.
-De momento debes tomar cualquier trabajo por bueno.
-Sí, naturalmente, siempre que sea un trabajo honesto.
-¿Piensas que te puedan ofrecer cualquier empleo inhonesto?
-No, de ninguna manera -mintió Daniel, que sí se le había ocurrido pensar, que tal vez hubiese alguna irregularidad en el trabajo que le ofrecieran; pero no quiso expresárselo así abiertamente a José, y dijo-. Quizá me haya explicado mal, he querido decir, que esté remunerado correctamente.
-Sí, hombre. Además, es mejor algo que nada. Siempre se empieza por poco y se trata de ir a más. ¿O no es así?
-Sí, claro. Por supuesto que yo aceptaré cualquier trabajo sin más pegas; por lo menos de momento. Luego ya se verá si vale la pena de continuar.
-Bueno -dijo José-, nos veremos después de que hayas hablado con el señor Andrés, la próxima semana. Ya me contarás en qué ha quedado todo. Si te parece bien. Ahora me tengo que ir, pues que mañana me espera un día largo y duro de trabajo, y me encuentro cansado.
__________

Página 99



-De acuerdo -contestó Daniel, se daba cuenta de que José seguía enfadado. Seguramente porque advirtió que no había conseguido nada positivo con Tania. Quiso Daniel volver a insistir en que él no era para nada culpable de lo que le pasaba; pero se calló en el último momento. Quizá fuera mejor no remover más la cosa-, nos vemos en el salón de billar dentro de una semana -terminó diciendo, y se despidieron con un apretón de manos.

Un día antes de que se cumpliera la semana, para ir a ver al señor Andrés, Daniel se encontró inesperadamente con Tania en la calle. La vio avanzar de cara hacia él, por la misma acera por la que él andaba. Quiso apartar la vista, mirar a otro lado, pero advirtió que ella también lo había visto a él, y desistió de querer hacerse el disimulado; por el contrario, hizo un gesto de agradable sorpresa y dijo:
-¡Vaya, qué casualidad, dichosos los ojos que te ven! ¿Qué es lo que trae por aquí?
-Pues he venido a visitar a mi tía. ¿Y tú, qué haces?
-Simplemente paseaba. Podía hacer cosas, pero es la verdad que no tengo ganas.
-¿No trabajas?
-No tengo trabajo, estoy desocupado, o parado, como quieras decir.
-Vaya, hombre. Mala cosa esa de no tener trabajo. ¿En qué trabajabas hasta ahora?
-No sé si debo de avergonzarme, si te digo que aún no he trabajado en mi vida. Bueno sí, en pequeños trabajos; pero no he estado nunca fijo en ninguna empresa. Hasta el día de hoy tan sólo he estudiado, pero la verdad es, que para nada me ha servido.
-¿Estudias alguna carrera?
-Eso pretendía, pero las cosas se han torcidos. Preferiría no seguir hablando de esto. Si no te importa podemos hablar de cualquier otro asunto.
__________

Página 100



-Perdona, no era mi intención ahondar en tu intimidad. En realidad nos conocemos muy poco. Una pregunta a dado lugar a otra, eso ha sido todo.
-Te invito a tomar un café -dijo Daniel con la intención de cambiar por completo el rumbo de la conversación. Se le ocurrió en ese momento, que podría hablarle a ella de José, y así comprobar qué sentía ella por su amigo, así pues le dijo-. Quisiera preguntarte algo, que naturalmente no tienes por que responderme, si no lo deseas, pues es una cosa que corresponde a tu intimidad.
Se dio cuenta de que había conseguido intrigarla, pues había un interrogante en la mirada de sus grandes ojos negros.
-Acepto el café -contestó sonriente, y añadió-. ¿Qué es lo que tienes que preguntarme?
-Entremos primero al local -respondió Daniel señalando un café que había a pocos metros de donde estaban ellos.
Una vez que se hubieron acomodado ante una de las mesas, preguntó Tania con una sonrisa burlona:
-¿Estás sin trabajo y te puedes permitir invitarme?
-Bueno, mujer, tan pobre tampoco estoy, como para no poder permitirme pagar un café.
-Y bien -dijo Tania-, estoy esperando tu pregunta.
-Verás..., lo cierto es qué, no sé cómo empezar. Bueno, quizá hayas notado que José está locamente enamorado de ti. En realidad fuimos al pueblo porque él deseaba verte. Él me pidió que le acompañara, pues es bastante tímido con las mujeres. La cuestión es que ahora está el hombre triste, y de cualquier modo como enfadado conmigo. Él supone, que tú no te interesas lo más mínimo por él, que no te gusta para nada, y piensa que por el contrario, lo cual es ridículo, sí te sientes atraída por mí. Yo quisiera, y esta es mi pregunta, que si quieres hacer el favor de decirle que está equivocado, que lo que él cree no es verdad.
-Yo no veo que tenga que darle ninguna clase de explicación a José, sobre lo que yo sienta o no sienta. Por otra parte, tampoco tú __________

Página 101



nada sabes de mí. Los sentimientos de cada persona son cosas íntimas, como tú mismo has dicho; tan sólo a esa persona le corresponde hablar de ellos libremente, si así lo desea. Lo que José crea o deje de creer, me trae sin cuidado. Tan sólo te diré una cosa; y si quieres se lo puedes comunicar, él está en lo cierto cuando piensa que no me atrae en absoluto. Y ahora discúlpame, me tengo que marchar -dijo, y se levantó, parecía bastante airada, al dirigirse con pasos rápidos hacia la salida.
Daniel se levantó y fue tras de ella diciendo:
-¡Tania! ¡Por favor óyeme! ¡Espera un poco!
Ella no contestó, pero apretó el paso, saliendo a la calle. No tuvo más remedio Daniel, que volverse y dirigirse al mostrador, para pagar la consumición. Después salió apresuradamente a la calle mirando a todas partes, buscando a Tania. La debía de encontrar, quería disculparse. Pero, ¿por qué se había puesto tan enfadada? ¿Sería verdad que ella se interesaba por él? Creyó distinguir algo más adelante, entre algunas personas, la chaqueta roja que vestía. Corrió tropezando con unos individuos que protestaron airadamente, hasta que al fin pudo darle alcance.
-Para, mujer -le dijo tocándole suavemente el brazo-. Perdona, si de alguna manera te he ofendido, no he sido consciente de ello.
-Vale -contestó Tania-. Reconozco que tú querías ayudar a tu amigo. Pero lo más normal es que fuera él, quien se dirigiera a mí. ¿No lo crees tú así?
-Sí, claro, por supuesto.
-Oye, me puedes decir dónde vives -preguntó inesperadamente Tania.
-Vivo aquí, ya te lo dije.
-Que vives aquí en la ciudad lo sé; pero ¿dónde? ¿En qué calle y número, en una palabra, cuál es tu dirección correcta?
-Pues... Daniel dudaba. Sospechaba que ella intentaba averiguar la dirección de la carta; pero no quería mentir y dijo la verdad.
__________

Página 102



-Lo suponía -dijo Tania-. Tú eres el amigo del amante desconocido. Abrió su bolso y saco la carta. ¿No es cierto?

-Es verdad -no tuvo más remedio que reconocer Daniel.
-No eres solamente el amigo, sino que eres también el autor de la carta. ¿Tengo razón?
-Sí, tienes toda la razón; pero no le digas nada a José. Él creerá que he sido yo, el que lo ha descubierto todo. Ya que piensa que nosotros...
-Nos conocimos hace unos días. ¿Cómo puede pensar que haya algo entre nosotros? -argumentó Tania.
-Naturalmente no que tengamos alguna relación, sino simplemente que simpatizamos o, yo qué sé. Él cree que nosotros de alguna forma, nos sentimos atraídos el uno hacia el otro. Y yo supongo que él está celoso.
-Déjalo que lo esté, ese es su problema, supongo yo.
-Sí, lógicamente. Pero resulta que no es mala persona, me parece a mí, tampoco lo conozco de mucho tiempo. Se porta bien conmigo. Hasta se ha interesado en que alguien que él conoce, trate de buscarme un trabajo; por eso me sabe mal que él crea, que yo he tratado de conquistarte, como si de cualquier manera intentara arrebatarle toda la ilusión del amor que siente hacia ti.
-Todo esto es absurdo. Se trata de mí. ¿No comprendes que no está en tu poder, hacer que yo le quiera? Puedes aconsejarle que me busque y me declare su amor. Yo sabré decirle que no existe fuerza alguna, que haga posible que yo le ame -Tania miró su reloj de pulsera y dijo-. Ahora de verdad te tengo que dejar, pues ya se me hace tarde -dicho esto apretó el paso y se alejó de él.
Daniel se quedó parado en la acera viéndola marchar. Tenía la extraña sensación de haber hecho un poco el ridículo ante ella. Quiso llamarla, pero desistió en el último momento de ello. En realidad,  ¿qué le importaba a él todo aquello?  Él  no  era  para  nada responsable  de  que  el  amor  de  José,  no  fuera  por  Tania __________

Página 103



correspondido. Sin embargo actuaba como si se sintiera culpable de ello, aunque no sabía bien porqué.

Llegó el día en que tenía que entrevistarse con el tal señor Andrés. Se dirigió hacia aquel extraño caserón, donde se encontraba la rara organización de la que nada en concreto sabía, tan sólo que ayudaban, al parecer filantrópicamente, al necesitado. Tenía curiosidad por ver si esta vez, sí había reunión, pues la vez anterior sólo estaba aquel señor Andrés. El portalón estaba, como las veces anteriores, tan sólo entornado; se abrió con solo empujarlo con la mano, y continuó por el pasillo y las puertas que ya conocía, hasta llegar a la habitación donde debería estar el señor Andrés. Golpeó con los nudillos un par de veces y esperó un instante. Una recia voz lo invitó a pasar. Volvió a encontrarse con la ya conocida figura del hombre que, al parecer, le iba a proporcionar un trabajo.
-Buenas tardes señor Andrés -saludó Daniel en tono alto, con la pretendida intención de querer demostrar firmeza-. Estaba citado con Vd.
-Siéntate -le dijo señalándole una silla junto a su mesa de escritorio. Daniel tomó asiento, esperaba con expectación las palabras del señor Andrés-. Veras -dijo éste hablando en tono bajo y pausado, como si quisiera que Daniel se enterara bien de lo que decía-. Creo que tengo un buen trabajo para ti -Daniel asintió moviendo la cabeza en sentido afirmativo, pero sin pronunciar palabra alguna-. Se trata de verdad de un muy buen trabajo. El sueldo de momento no será muy alto; pero conforme vayas tomando experiencia en el asunto, la cosa irá siempre a más -abrió un cajón de su escritorio, pareció que rebuscaba algo en éste, y al fin le entregó una tarjeta de visita diciendo-. Ve a esta dirección mañana mismo, sobre las nueve. Pregunta por este señor y le dices que vas de mi parte, para el nuevo empleo. Él ya sabe de qué se trata. Prepararé los papeles que más adelante tendrás que firmar, y que te hace miembro de la organización. Como ya sabes, tendrás que pagar una cuota __________

Página 104



mensual, pero no es mucho, va siempre en relación con lo que se gana -se incorporó extendiendo la mano que Daniel estrechó. Y pocos minutos más tarde andaba por la calle preguntándose qué clase de trabajo le esperaba, pues no se le había dado detalle ninguno sobre qué es lo que haría. Se acordó que había quedado con José en el salón de billar, para hablar de cómo le había ido la cosa, así que se dirigió despacio hacia allí, en tanto que no dejaba de pensar en cómo sería su futuro trabajo.
José se encontraba en el salón de billar jugando con otros jóvenes. Estaba tan concentrado en el juego que no advirtió su presencia, ni siquiera cuando le saludó con un:
-Hola José, qué tal -después de unos instantes, y viendo que parecía que José no se daba cuenta de que él estaba allí, supuso que tal vez quisiera ignorarlo. Pensó en marcharse; pero quiso tener la plena certeza, salir de la duda, saber si su amigo ahora no quería seguir teniendo amistad con él. Así pues se acercó, cuando José parecía estar estudiando el modo de hacer la próxima carambola, y le tocó en el hombro al tiempo que decía: -¿Qué pasa hombre?
José se giró y con cara de sorpresa dijo:
-¡Ah, eres tú!
-¿No te recuerdas que quedamos en vernos hoy?
-Sí, pero te esperaba más tarde. Aguarda un momento a que termine esta partida, iremos después a tomar una copa.
-De acuerdo -contestó Daniel, que aún no estaba muy seguro de que su amigo no se hubiera hecho el disimulado con él.
Como esperaba, José terminó la partida haciendo las carambolas que le faltaban, de una sola tacada y ganó.
-Vamos -dijo dirigiéndose a Daniel, y después de haber cobrado el dinero que había ganado.
-Bien, cuéntame -dijo José ya en el bar, y ante una caña de cerveza en la barra.
__________

Página 105



-Pues nada, que he estado allí, y el señor Andrés me ha dado una dirección, donde me he de presentar mañana mismo, para por lo visto, empezar a trabajar.
-Has visto, ya te lo dije, que te buscarían un trabajo. Pero dime, ¿qué clase de trabajo es? ¿De qué se trata? ¿Qué es lo qué tienes que hacer?
-La verdad es que no lo sé, no se me ha dado información ninguna al respecto; ya me dirán la función que he de desempeñar, cuando me presente en ese lugar.
-Bueno, hombre, siempre hemos dicho que lo más importante es empezar a trabajar, lo demás vendrá por añadidura. De verdad que me alegro por ti -dijo José, y a Daniel le sonaron sinceras sus palabras. Pensó que quizá se hubo equivocado al juzgar una animadversión de su amigo hacia él, por el asunto de Tania. Sopesó mentalmente si debiera contarle el encuentro que tuvo con Tania. Al fin creyó que sería lo mejor referírselo, y dijo:
-Hace unos días me encontré por casualidad con Tania por la calle, la saludé, y me dijo que iba a visitar a su tía.
-Sí, sé que tiene familia en la ciudad; pero yo preferiría no hablar nada sobre ella.
-¿Por qué? Pienso que tú estás enamorado de Tania.
-Precisamente por eso, es por lo que intento olvidarla lo antes posible.
-Ya, comprendo. Tú te imaginas que ella se interesa por mí, pero eso son tan sólo suposiciones tuyas, que no tienen por que corresponder a la verdad.
-Yo sé que corresponden a la realidad. Es posible que tú no estés enamorado de ella; pero ella sí lo está de ti, y créeme que no me equivoco. Comprendo que a ti no te cabe culpa alguna. He sido yo el responsable de que os hayáis conocido.
-Quisiera decirte no obstante, que ella sabe que la carta que le mandamos es obra mía.
-Ahora me da ya igual que se lo hayas dicho.
__________

Página 106



-Se lo he tenido que decir, pues ella ya lo sospechaba. Me preguntó que dónde vivía, y al darle mi dirección, comprobó que era la misma que llevaba la carta. ¿Comprendes?
-Sí, comprendo. Fue una estúpida idea pedirte que escribieras aquella carta.
-Bueno, qué se va hacer, han pasado así las cosas. Creo que deberías buscarla y declararle abiertamente tu amor, y salir de una vez por toda de dudas.
-Pero la cuestión es que yo no tengo ninguna duda. Ella jamás se enamorará de mí.
-La verdad es que no sé, de dónde sacas esa certeza.
-Eso uno lo siente, lo percibe; es como una voz interior que te advierte y te aconseja, que lo mejor es olvidar, ya que ganar ese amor, es imposible.
-Creo que tú te rindes demasiado pronto, arrojas la toalla antes de tiempo, ante el más leve tropiezo abandonas y no estás dispuesto a luchar, por aquello que más te importa y deseas; eres fatalista en cuestión de amor, quizá venga motivado por tu timidez con las mujeres. Acuérdate del refrán que dice que "el que la sigue la consigue".
-¿Por qué te empeñas en que yo insista, en una partida que tengo de ante mano perdida?
-Créeme que me duele verte triste, desearía verte feliz.
-Me parece que tú tienes mala conciencia. Te sientes como un poco responsable de lo que me pasa, tan sólo porque te digo que ella es a ti a quien desea; pero tú no tienes culpa ninguna, en realidad nadie tiene culpa de nada, las cosas son como son y basta.
-Tan sólo intentaba ayudarte. Pero si tú crees firmemente que la cosa con Tania no tiene solución, será pues olvidarla lo mejor.
-Sí, eso es lo que pretendo. Pienso que deberíamos dejar de vernos durante algún tiempo. Quiero estar solo en las próximas semanas. Cuando haya conseguido superarlo, me pondré en contacto contigo, __________

Página 107



y me dirás cómo te va en tu nuevo trabajo -dicho esto, José se dirigió hacia la puerta, se volvió un instante y dijo-. Adiós.
Daniel se quedó, como se suele decir, de una pieza. No esperaba aquella reacción por parte de su amigo que, aunque sabía que estaba dolido, nunca creyó que se comportara así con él. No llegaba a comprender bien el modo de actuar de José, cuando había llegado a reconocer que la culpa no era de nadie, no obstante se apartaba de él. No veía el sentido que pudiera tener ese modo de proceder. Tan sólo entendía el que en su dolor o decepción quisiera estar solo, pero eso sería cuestión de un par de días todo lo más, en fin, después de todo, eso era cosa suya. Salió Daniel del bar, pocos instantes después de que lo hubiera hecho José y se dirigió pensativo hacia su casa.
La señora Margarita, la dueña de la casa donde vivía, le llamó cuando ya subía la escalera hacia su habitación.
-Quería preguntarte si has cenado. Podías si no te importa hacerme compañía y cenar conmigo.
-Se lo agradezco de verdad, pero ya he comido. Ahora pretendo escribir algo; y me iré pronto a la cama, pues mañana temprano tengo una cita para un posible trabajo.
-Me alegro por ti. Que tengas suerte hijo, buenas noches.
-Buenas noches -contestó Daniel, y se encerró en su habitación.
Se levantó temprano al otro día, pues tenía que presentarse en la dirección dada, para tener su primer empleo. Le picaba la curiosidad al pensar en la clase de trabajo que fuera a desempeñar.
Entró en el bar en el que solía desayunar. El camarero se sorprendió al verlo aparecer tan de mañana y comentó:
-Parece que hoy madrugamos.
-Sí, tengo una cita. Quizá logre una colocación.
-Vaya, me alegro que lo consigas.
Cuando después de haber terminado su café, y al dirigirse hacia la salida, el del bar le gritó:
-Que tengas suerte, chico.
__________

Página 108



-Gracias -contestó Daniel.
Se dirigió hacia la próxima parada de autobús. La dirección a la que tenía que ir estaba bastante lejos, en las afueras de la ciudad. Conocía el barrio; pero no sabía dónde estaba la calle, tendría que preguntar.
Cuando se hubo apeado del autobús, al llegar éste a su destino, le preguntó a la primera persona que encontró, por la calle que buscaba. El hombre en cuestión, le orientó amablemente por el sitio que debía ir. Pasado unos minutos se encontraba ante la puerta de la casa, en la que tenía que presentarse. "Detective privado", leyó en una placa fijada en la pared a la entrada de la casa. La puerta de la calle estaba abierta. Daniel sacó del bolsillo interior de su chaqueta, la tarjeta que llevaba con la dirección, y leyó que era en el segundo piso donde tenía que personarse. El nombre coincidía con el de la placa: Damián Aramal. Subió las estrechas escaleras de aquella más que antigua casa. Buscó con la mirada el timbre en la puerta, y presionó en él fuerte, durante un tiempo que le pareció razonable. Esperó unos instantes, y ya se disponía a repetir la llamada, cuando se abrió de golpe la puerta, y apareció la agradable figura de una joven sonriente que preguntaba:
-¿Qué desea el señor?
-Vengo mandado por el señor Andrés.
-Pase, le están esperando, dijo aquella rubia y guapa señorita sin dejar de sonreír, al tiempo que le indicaba una puerta al fondo de un corto pasillo.
Daniel se dirigió hacia la puerta indicada, tocó levemente con los nudillos, y empujó ésta pasando al interior. Un hombre con bigote, rubio y delgado, le miraba desde una mesa de escritorio situada a pocos pasos de él.
-Pase, siéntese -habló el hombre aquel, indicándole una silla cerca de él-. Es Vd. Daniel -dijo, y no era una pregunta, sino una afirmación.
__________

Página 109



-Sí -contestó Daniel al tiempo que tomaba asiento-. Me envía el señor...
-Sé de parte de quién viene. Le estaba esperando. Tengo un trabajo importante para Vd., que espero lo resuelva satisfactoriamente -dijo sin presentarse a sí mismo.
-¿De qué se trata? Demandó Daniel interesado.
-Se lo explico al momento. Verá, Vd. tiene que controlar los pasos de una determinada persona. Se trata de momento tan sólo de eso, de ver lo qué hace, a dónde va, de dónde viene, qué costumbres tiene, en qué bar entra, cuánto tiempo suele estar dentro; con quién habla... en fin, todo lo que de ella pueda averiguar. Lo anota y me lo comunica detalladamente. La observación durará como mínimo una semana. ¡Ah, tenga cuidado en que no advierta, que Vd. Está observando sus movimientos!
-¿Quién es esa persona? ¿Dónde la puedo encontrar? ¿Cómo la reconozco? Pero sobre todo, ¿cuál es el motivo por el que se la vigila?
-El porqué de este seguimiento, no tiene que interesarle, por lo menos de momento no. Vd. lo único que tiene que saber, quiero decir, reconocer, es naturalmente, su fisonomía para poder seguirle, y para eso aquí tiene esta foto. El tal individuo vive en Noreal, es un pueblo que no queda muy retirado.
-Está bien, si prefiere no darme más información sobre la tal persona, lo acepto, pero, ¿qué pasa con los gastos de desplazamientos y otros que pueda tener? Además, hasta ahora ignoro qué sueldo he de recibir, y cuales son las condiciones exactas de trabajo.
-Deduzco por lo que dice, que Vd. no está bien informado. Debe saber que no es para mí, para quién Vd. trabaja, sino para aquel que le ha mandado venir. Es como si yo hubiera pedido a una empresa, me enviara un albañil para reparar o hacer un muro en mi casa, le pongo por ejemplo, para que lo entienda.
-Perdone, yo nada sabía... suponía que venía a trabajaba para Vd.
__________

Página 110



-Sí, hoy trabaja para mí; creo que mañana podrá trabajar para otro, allí donde su jefe lo mande. Yo le pago a su jefe, y él le paga a Vd. ¿Entiende?
-Sí, ahora comprendo perfectamente.
-Bien, hombre, así pues haga lo que le he dicho, y preséntese aquí en algo así como una semana para informarme. ¿Estamos de acuerdo?
-Vale, así lo haré -dijo Daniel al tiempo que se alzaba de su asiento.
-Espere un momento -dijo el señor aquel. Sacó una cartera del bolsillo interior de su chaqueta, y cogiendo unos cuantos billetes de banco, se lo alargó a Daniel diciendo-. Tome, ya que supongo que está sin blanca. Lo descontaré del pago final; pero fírmeme este recibo. Supongo que su jefe estará de acuerdo. La verdad es que sin dinero, tampoco se puede trabajar.
Daniel firmó el recibo, comprobando que la cantidad era la misma que le había sido entregada, y estrechando la mano que el hombre le tendía, se despidió dándole las gracias, y con un: "Hasta la próxima semana".
-Espero que haga bien su trabajo -le dijo el otro, cuando Daniel ya salía.
Todo aquello le parecía a Daniel arto extraño. A él, que no tenía en absoluto experiencia alguna en el trabajo de detective, le ordenaban semejante tarea. ¿A qué se debería? Y por otro lado, se le antojaba también chocante que la persona a la que tenía que observar, fuera precisamente de Noreal, el pueblo de José. ¿Sería todo una simple coincidencia, o habría algo detrás de eso, que él ignoraba? Él, que era por naturaleza una persona desconfiada, pensaba que era aquello bastante raro. Así pues resultaba que trabajaba en realidad para aquella organización. Todo el tiempo había estado creído que se le buscaba un trabajo fuera de ella. No cabía ahora la menor duda, que tendría que hablar con el tal señor Andrés para que le explicara las condiciones de su trabajo. ¿Por qué no le habían explicado las cosas claras? ¿Qué se escondía detrás de todo aquello? Era verdad que __________

Página 111



se le había dicho que más adelante debería firmar unos papeles, pero él pensó que eran los de su admisión como miembro de la organización. En fin, esperaría hasta ver qué pasaba.

Al día siguiente, temprano por la mañana, cogió el autobús dirección a Noreal. Ya acomodado en su asiento, sacó del bolsillo de su chaqueta la foto del hombre al que tenía que espiar. La estuvo observando durante algún tiempo. Le parecía que el tal individuo era de raza gitana; estaría entre los cincuenta y sesenta años de edad, ojos agudos y frente amplia; de rostro alargado, cabellos negros y nariz algo achatada. Pensaba en cuál sería el motivo por el que se le sometía a observación. ¿Podría ser cosa de la esposa celosa? Desechó la idea, no le parecía normal entre gitanos. ¿Qué otra causa pudiera haber? Tal vez extraños negocios, o quizá engaños entre socios por cuestión de dinero. Bueno, en últimas instancias no le importaba mucho, procuraría hacer bien su trabajo y nada más.
El autobús lo dejó en la misma plaza que ya conocía. Se dirigió hacía el restaurante donde se hubo celebrado la boda. Era el único lugar conocido por él. Quizá allí hubiera habitación para alquilar, y pasar la semana que tenía para realizar su trabajo.
Entró Daniel en aquel para él, ya conocido amplio salón. Se dirigió al mostrador y pidió una cerveza. Echó una ojeada a su alrededor. Había algunas mesas ocupadas con hombres mayores, seguramente jubilados, que jugaban al dominó. Notó que todas las miradas se posaron en él. Pensó que aquello era lo más normal del mundo; él era allí una persona extraña, y la gente mira siempre con curiosidad lo que no conoce.
-Dígame -dijo Daniel dirigiéndose al que acababa de servirle la cerveza-, ¿conoce Vd. una pensión donde pueda pasar la noche?
__________

Página 112



-Sí, aquí, tenemos un par de habitaciones por si se da el caso. La verdad es, que es bastante raro que alguien las ocupe. Si necesita una, puedo mandar que la preparen.
-Sí, claro. Si fuera tan amable.
-¿Por cuánto tiempo la necesita?
-No lo sé con certeza. En cualquier caso, algo así como una semana, más o menos.
-¿Soy indiscreto si le pregunto, qué le trae por aquí?
-No, en absoluto. Lo más normal del mundo: Descanso y tranquilidad para estudiar.
-¿Se puede saber qué estudia
A Daniel le estaba resultando un poco demasiado preguntón el individuo. No quiso sin embargo demostrar irritación y contestó:
-Preparo unas oposiciones -dijo con la esperanza de que no le preguntara a qué se presentaba. Al hombre debió parecerle que ya estaba bien de preguntas, y sólo añadió:
-Bien, pues daré orden de que le arreglen una de las habitaciones -y diciendo esto se marchó.
Cogió Daniel su cerveza y se sentó en una mesa. Desde el lugar que estaba, podía observar relativamente bien a casi todos los que allí se encontraban, tan sólo un par de ellos les daban las espaldas. Pensó, haciendo un esfuerzo mental, en la fotografía que llevaba en el bolsillo, de la persona que tenía que vigilar, para ver si se encontraba en el local; pero al parecer no estaba presente. Se levantó y fue al servicio, con la intención de que al volver, pudiera ver de cara a aquellos que ahora les daban las espaldas. Miró con disimulo al tornar del lavabo, a aquellos individuos, pero ninguno de ellos era el hombre que buscaba.
Acomodado ya en su habitación; sacó de su bolso unos libros y libretas que puso sobre la mesa, así como unos lápices y bolígrafos, para dar la impresión de que verdaderamente estaba estudiando. Pensaba en qué podría hacer para dar con el individuo que buscaba. Naturalmente no podía preguntar a nadie por él. Tendría que __________

Página 113



limitarse a dar vueltas por el pueblo y observar a los parroquianos que acudieran al restaurante. De momento no se le ocurría que pudiera hacer otra cosa.
Estuvo el resto de la mañana, hasta bien pasado el medio día en la habitación leyendo uno de los libros que se había traído. Bajó sobre las dos para pedir algo de comer. El mismo camarero que le sirviera la cerveza, se acercó preguntándole qué deseaba.
-¿Qué tienen de comer?
-Tan sólo el menú de la casa: puede elegir entre patatas fritas con huevos, o bien con chuleta de cerdo; de primero sopa de lentejas, y de postre una naranja o una manzana, de beber una cerveza, o si lo prefiere un vaso de vino.
-Bien, me lo puede servir. Prefiero los huevos, el vino y la manzana.
-Va volando -dijo el camarero y se marchó con rapidez.
Como quiera que la suerte o lo que sea así lo quiso, entró en ese momento al restaurante el personaje de la fotografía. Daniel lo miró un instante de modo intensivo, pero se dio cuenta al pronto de que no debería llamar la atención del hombre hacia su persona, y apartó la mirada de él, y se concentró en su plato de lentejas.
El individuo en cuestión se acercó al mostrador saludando en voz alta al camarero, y pidiendo una cerveza. Daniel advirtió que hablaban entre ellos, ahora en voz baja, y miraban hacia él. Seguramente el recién llegado se informaba de quién era la persona desconocida que estaba comiendo. Después de unos cuantos minutos entraron dos nuevos personajes en el local; se dirigieron en silencio hacia donde estaba el hombre de la foto, hablaron un momento y fueron luego a sentarse, cerca de la mesa que ocupaba Daniel.
Se oyó sonar el teléfono, lo descolgó el camarero y dijo después en voz alta:
-Rafael, para ti.
__________

Página 114



-Voy -contestó levantándose uno de los dos que entraron últimamente.
Tras hablar unos minutos por teléfono, mejor digamos oír, porque el tal Rafael no movió la boca para pronunciar palabra alguna; hizo un gesto con la mano a sus compañeros de mesa, y salieron todos juntos y en silencio.
Terminó Daniel su comida y salió a la calle. Justo en ese instante paraba un coche a las puertas de restaurante. Los tres personajes, que por lo visto habían estado esperando, montaron en él, y marchó éste a toda velocidad. Daniel se fijó en el número de la matrícula, por si por cualquier circunstancia fuera importante. Deambuló sin rumbo fijo por las estrechas callejuelas de aquel pueblo, que hacia tan sólo un par de días ni siquiera sabía que existía. Sus pasos le llevaron de un modo instintivo, quizá porque era el lugar en el que ya había estado antes, a la calle en la que según había dicho José, vivía Tania. Sin saber bien porqué, se paró frente a la casa y miró hacia el balcón, quizá creyendo ver a la joven tras las cortinas. Fue tan sólo un instante, de inmediato continuó su paseo. Pensaba si sería conveniente anotar lo poco que había logrado saber sobre la persona que tenía que espiar, más que nada el número de la matrícula del coche en el que se marchó junto con los otros, uno de los cuales se llamaba Rafael. Sacó del bolsillo de su chaqueta una pequeña agenda y anotó lo acontecido. Estaba tan abstraído escribiendo, que no advirtió a la persona que por detrás se acercó hasta él y le tocó en el hombro. Sorprendido se volvió bruscamente, ocultando con rapidez la agenda en su bolsillo. Tenía la sensación de haber sido cogido en alguna acción delictiva.
-¡Ah, tú eres! No te esperaba, ni me podía imaginar encontrarte aquí, Tania.
-No creo que sea tan raro, yo vivo aquí, y este pueblo no es muy grande. A demás esta es mi calle, lo cual hace aún menos raro el poder verme.
-Sí, lo sé; no obstante no pensé en verte.
__________

Página 115



-Dices que no pensabas verme, y has estado parado frente a mi casa, mirando hacia mi balcón. A dado la casualidad que he mirado hacia la calle en ese momento, y te he visto; creí que tú también me habías visto. Me he preguntado ¿cómo sabe dónde yo vivo?
-Me lo dijo José cuando estuvimos aquí el día de la boda.
-Perdona, si no ha sido por mí, ¿a qué has venido al pueblo?
-Buscando tranquilidad para estudiar.
-Creo que me dijiste que ya no estudias, y que pensabas trabajar en no sé qué cosa.
-Que busco una colocación es cierto; pero también sigo estudiando por mi cuenta, siempre me puede hacer falta, según qué clase de trabajo me salga, es mejor estar preparado.
-¿Y cuánto tiempo te vas a quedar?
-Sólo un par de días. En una semana espero contestación de mi tío. Es posible que me presente en el ayuntamiento de la ciudad para un empleo, lo que no sé es para qué, pero seguro que me harán un examen, por eso estoy repasando algunas cosas.
-Me alegro por ti. Pero la verdad es que me has desilusionado. Yo creí que tu venida se debía a tu deseo de querer verme.
Daniel no quiso que la conversación se encaminara por esos vericuetos, y preguntó:
-¿No has visto a José desde que estuvimos juntos?
-Por favor te lo pido, no empieces otra vez con el tema de José. Para que quede claro te diré que aunque él fuera el único hombre sobre la tierra, nunca me iría con él.
-Pues yo pienso que José no sería mal partido para ti -dijo Daniel-. Él es una buena persona, trabajador, y sobre todo te adora, que es lo más importante para que un matrimonio persista, quiero decir, que sea duradero,  que no llegue al fracaso,  y que a la postre seáis felices.
-¡Estupendo! -contestó Tania riendo de buenas ganas-. Podríamos añadir que fueron felices y comieron perdices; y colorín colorado, este cuento se ha acabado. No seas casamentero. Ignoro por qué te __________

Página 116



empeñas en que me haga novia de José, cuando tú sabes muy bien que no le quiero. Mi sueño va por otro camino, tiene otro anhelo. Todas las noches, cuando estoy en mi cama, en la oscuridad de mi alcoba, pienso solamente en la persona que en silencio amo.
Tania se miró insistentemente en los ojos de Daniel, al pronunciar las últimas palabras. Daniel lo advirtió, pero no quiso darse por enterado.
-Es que veo al pobre tan desesperadamente enamorado, que me da lástima. A veces pienso que está próximo a hacer cualquier locura.
-Intentas darme a entender que se pueda suicidar por mi causa, que llegue a quitarse la vida por un amor no correspondido. ¿Quieres que ceda a sus pretensiones por miedo a que haga lo que tú piensas que pueda hacer? ¿No te parece que eso se parece mucho a un chantaje?
-Tienes razón. Ni te puedo, ni tampoco soy yo nadie para reprocharte nada. Quizá he pensado en voz alta, cuando he dicho, o dado a entender, que José pueda caer en algún estado de enajenación mental.
-Debes tener cuidado, pensar en voz alta puede ser peligroso.
-¿Qué quieres decir?
-Nada más que lo que he dicho. Según qué cosas, puede ser contraproducente, que los demás se enteren de lo que uno piensa. ¿No lo crees tú así?
-Posiblemente sí; tienes razón.
-Te aseguro de nuevo que preferiría quedarme toda la vida soltera, que casarme con José, aunque no hubiera más hombre en el mundo.
A Daniel se le ocurrió en ese preciso instante, un cuento fantástico. Le sucedía con frecuencia; cuando trataba de explicar algo a alguien, o poner un ejemplo, recurría a contar una historia que se imaginaba al momento, así pues le contó a Tania lo siguiente:
-Existía en un tiempo una mujer joven y bella, que vivía sola en el bosque. Pensaba que no necesitaba a nadie, pues se bastaba a sí misma para subsistir. Tenía todo a su alcance: Agua, caza y frutos __________

Página 117



de los árboles. La naturaleza se lo ofrecía todo, y era dichosa en su soledad. El tiempo pasaba. Transcurrido que fueron unos años, le entró una gran tristeza, al no encontrarle sentido a su vida. Una mujer, pensaba últimamente, debía tener hijos; ser madre es el verdadero destino de una mujer, pero antes de poder ser madre, debía ser amante. Fue y rogó al dios de la naturaleza, pidiéndole ayuda, la librara de la soledad. El dios le aconsejó que formara un hombre de arcilla y lo secara al fuego. Ella así lo hizo; y cuando el hombre estuvo acabado y se normalizó la temperatura en su cuerpo, se descuidó ella un momento. El hombre empezó a correr y se escapó. La mujer lo perseguía por todas partes, que su más ardiente deseo era ser madre. El hombre se hacía hierba cuando pasaba por la hierba y no se le veía. Se convertía en agua cuando en el agua entraba y desaparecía. La mujer lo descubrió después en el monte; pero el hombre saltó desde lo alto de una peña, y se hizo uno con el viento y nunca más apareció. Vertió amargas lágrimas la mujer. Al final se quedó sola, se hizo vieja y nunca fue madre, que el dios de la naturaleza no la quiso volver a ayudar; pues que ella dejó pasar su ocasión.
-Creo que es una triste historia, y pienso también que es injusto, que fuera castigada por el dios por tener un simple descuido. De cualquier forma, yo aún no estoy en esa situación.
-Naturalmente que no lo estás; pero el tiempo pasa inexorablemente. Cuando uno se hace mayor, piensa que los años se fueron volando. La juventud no vuelve, y hay muchas cosas que uno quisiera haber hecho de otra manera.
-Hablas como si tú fueras ya una persona madura; eres sin embargo todavía muy joven.
-Sí, y la verdad es que no tengo experiencia alguna en cuestiones de amor. Hablo tan sólo por intuición. A mí me parece que sería lo más normal del mundo, que toda mujer desee ser madre; tener hijos es la misión de la mujer en la vida, naturalmente que es el amor el mejor conductor para la consecución de ello; pero el amor que se __________

Página 118



va adquiriendo paulatinamente en el continuo vivir, es también de apreciar; no tiene que ser siempre la pasión el impulsor de ese deseo, sino también el cariño sosegado el que lo consiga.
-Yo pienso que un matrimonio sin amor, pude llegar a ser nido de odio entre los cónyuges.
-Sí, puede ser, pero incluso aquellos que se casan muy enamorados llegan a odiarse, que como se suele decir, el amor está cerca del odio.
-Puedo aceptar el odio, y responder a éste con amor, o con doble odio; que para mí el verdadero enemigo del amor es la indiferencia.
A Daniel le sorprendía la madurez que demostraba tener aquella chica, en su forma de expresarse, y dijo:
-Creo que en eso tienes toda la razón. Dime, ¿qué haces? ¿Dejaste ya la escuela? ¿Trabajas en algo? ¿Tienes, o aprendes algún oficio?
-¡Dios, cuántas preguntas de una vez! Pues no, no trabajo en nada, ni voy ya a la escuela; hago tan sólo las cosas de la casa.
-Entiendo, ayudas a tu madre en las tareas de la casa.
-Mi madre hace años que murió. Yo me encargo de todo lo de la casa. En mi tiempo libre leo, leo de todo y mucho.
-Siento lo de tu madre; pero es estupendo que leas, es una buena afición. A mí también me gusta leer, leo siempre que puedo. ¿Qué clase de lectura prefieres?
-Aunque te parezca raro me gusta la poesía, y la buena novela, sobre todo cuando trata de asuntos de justicia social. También leo diariamente el periódico.
-Sí, no es precisamente lo más normal la lectura de la poesía hoy en día. Quería preguntarte: ¿Tienes hermanos o eres hija única?
-No, no tengo más hermanos. Después de la muerte de mi madre, mi padre no se ha vuelto a casar. Vivo sola con él. A veces pasan un par de días en los que no aparece para nada. Anda siempre con sus negocios. Tan sólo los martes es cuando se encuentra casi con toda seguridad en casa; pues suele reunirse con sus compañeros para hablar de los trabajos que tienen que hacer, o negocios que __________

Página 119



tengan que llevar a cabo, en realidad yo no entiendo mucho de sus asuntos, ni él me habla nunca de ello.
-¿Te puedo preguntar a qué se dedica?
-No me está permitido a mí preguntar a mi padre por sus negocios. Tan sólo sé, más que nada por oída, que se trata de algo que tiene que ver con la compra y venta de cosas diferentes, como pueden ser casas, solares, ropa... en fin, negocia con muchas cosas.
-Ah, vale, no quería ser indiscreto.
-No lo eres. Tan sólo que yo no sé mucho de él; la verdad es que tampoco me interesa. Sí es cierto que hay momentos en los que me encuentro muy sola. La mayoría de la gente del pueblo, es gente ya mayor, por no decir anciana.
-¿Y tu amiga Carmen, no os veis para salir juntas?
-Ella está en la ciudad con su tía, y viene muy poco por el pueblo, aunque aquí viven sus padres. Hay otra chica más aquí, pero no tengo ningún interés en su amistad.
-Has dicho que te gusta la poesía. Tengo unos libros que te puedo prestar si lo deseas; pero son de poesía clásica.
-Yo lo leo todo, aunque unos temas con más agrado que otros. El que tiene libros de poesía, es porque también a él le gusta la poesía; pero pudiera ser que los tuviera por cualquier otro motivo o razón.
-A mí la poesía me apasiona hasta el extremo, de que también yo me atrevo a componer algunos pequeño poemas; pero debo reconocer que dejan bastante que desear.
-¡Ah, sí! No sé bien por qué, pero me lo suponía. Me interesaría mucho leer lo que escribes; claro, suponiendo que no tengas nada en contra.
-No, para nada. Sólo que temo no sea de tu agrado, pienso que a ti te guste otra clase de poesía diferente a la que yo escribo.
-No creo que lo sepas, es muy posible que te equivoques. Déjame algo tuyo, y te diré con sinceridad mi opinión, aunque comprendo que mi juicio de nada te sirva, con respecto a saber si es bueno, quiero decir si tiene algún valor literario, sólo sabré decirte si me __________

Página 120



gusta. También es posible que no lo entienda por ser demasiado culto para mí. ¿Llevas algo de lo que escribes contigo?
-Por supuesto; tengo una libreta con los últimos poemas, los releo siempre, por si los pudiera mejorar.
-He oído hablar y he leído sobre métrica y rima, pero no sé bien qué es. ¿Me lo puedes explicar?
-Es un poco complicado hacértelo comprender con todo lujo de detalles. Te diré no obstante lo más esencial, para que tengas una idea de qué se trata. Verás, hay gente que confunde verso con poesía; la poesía es una forma, un género literario de expresar sentimientos, también naturalmente la ficción de la fantasía. La poesía, según los temas que trate, puede ser lírica, épica, bucólica, etc. La poesía es pues lo general, el conjunto, el total. El poema es la obra escrita en poesía; el verso es una parte del poema, o mejor, es una parte de la estrofa que compone el poema, para que lo entiendas, el verso es sólo una línea, el conjunto de un número determinado de líneas, es decir, de versos, forman una estrofa y el conjunto de estrofas conforman el poema. La métrica es, o está dada por la cantidad de sílabas que el verso contiene. De dos hasta ocho se dice que son versos de arte menor, y de nueve en delante de arte mayor. Este número de sílabas está sujeto a unas reglas, de modo que no son sílabas gramaticales normales, sino que varía por razón de su misma regla, como la sinalefa, que es cuando una palabra termina en vocal y la siguiente empieza también en vocal, se funden ambas y se cuenta como una sola sílaba; después tienes otras licencias poéticas, como es la que considera la separación de un diptongo en dos sílabas, llamada diéresis; y la sinéresis que forma de la unión de dos vocales fuertes una sola sílaba. La terminación del verso debe ser en palabra llana, por eso cuando el verso termina en palabra esdrújula, las dos últimas sílabas se cuentan como una sola, y por el contrario si la palabra fuese aguda, la última se cuenta como dos; después debes tener en cuenta los acentos, bien ortográficos o prosódicos que existan dentro del verso y que deben de caer __________

Página 121



en determinadas sílabas, por ponerte el ejemplo más común, el endecasílabo que es un verso de once sílabas, debe tener la sexta sílaba acentuada, o en su defecto, la cuarta y la octava, a éste verso se le llama sáfico. Por último te diré que existen dos clases de rimas llamadas consonante y asonante, la consonante se da cuando a partir de la última vocal acentuada todos los sonidos son iguales, es decir, vocales y consonantes, y la asonante  que  se  forma  cuando  son  sólo  los  sonidos  vocales  los  que son  iguales  y  desiguales  los  consonantes.  ¿Lo has entendido?
-¡Vaya, hombre! Si eso es tan sólo lo más esencial, me parece un poco complicado ese montón de reglas para escribir poesía. He de confesarte que no he entendido mucho, pero en fin, las cosas son como son.
-Bueno, ahora me voy a estudiar un poco. Ya nos veremos en otra ocasión.
-¿Cómo en otra ocasión? ¿No me vas a dejar tu cuaderno de poesías?
-Está bien, si tanto lo deseas; mañana nos vemos a la misma hora aquí. Yo te lo traeré.
-¿Por qué no te acompaño y me lo dejas, o bien tú me lees algo?
-Es posible que si nos ven juntos, puedan pensar mal, lo digo por ti; tú sabes como son la gente, enseguida sospechan de cosas que no son ciertas.
-Si a mí no me importa, tampoco debe importarte a ti. ¿O eres tú el que no quieres que te vean conmigo?
-¡Por Dios, no! En absoluto. Ven si quieres.
Siguieron andando los dos sin decir ni una palabra, hasta llegar al restaurante. Entraron en éste, que estaba completamente vacío.
-Ve tú solo a tu habitación -dijo Tania con una sonrisa-, no sea que piensen mal de ti. Te espero aquí tomando una coca-cola.
Daniel no tuvo por menos que también sonreírse, cuando se dirigía a su habitación. Se le pasó por la imaginación, que no era negocio __________

Página 122



aquel enorme restaurante en un pueblo tan chico, de tan pocos habitantes.
Cuando volvió Tania hablaba con el camarero, que se había sentado a su lado en la mesa. Tenía la impresión de que hablaban de él.
-Hola -dijo Daniel dirigiéndose al camarero.
-Hola -respondió éste-. Siéntese. Tania me ha dicho que es Vd. Un poeta.
-Tania exagera. Soy un simple aficionado -dijo Daniel sentándose al lado de Tania.
-¿Por qué no nos lee algo de lo que tiene? Me gustaría oírlo.
-No me diga que a Vd. también le agrada la poesía.
-Por supuesto, siempre me ha gustado aquellas que decía "Pepe Pinto" en sus canciones. Eran estupendas. ¿No cree?
-Sí, ya. Pero mi poesía es otra clase de poesía, que nada tiene que ver con esa.
-Es igual, oigámosla. ¿No? -dijo dirigiéndose a Tania.
-Naturalmente -respondió ésta, que advirtió que a Daniel no le gustó mucho la presencia del camarero en la lectura de sus poesías.
-Bien, de acuerdo -dijo Daniel abriendo el cuaderno que portaba. Ojeó un momento las páginas del mismo, y al fin se paró en una de ellas y leyó: __________

TODO LO DE SIEMPRE Todo está cerca y todo está lejano: El Bien y el Mal, el odio y el amor. Se levanta el espíritu guerrero que va expandiendo ciego el dolor. Todo arde en el momento de la furia. Todo tiene su instante de tristeza

Página 123



Y duele, cuando pasa la alegría y el goce del amor y la certeza. Todo llega al punto de la vida. Todo torna al punto de la muerte, y empieza la esperanza en la existencia del hombre, cuando pugna con la suerte. Todo se forma y todo se ordena, y todo se transforma en la cordura de un principio, de un fin desorientado, que busca con afán en la locura. Todo se ignora dentro de la duda, y toda la verdad que nunca existe, se llena de creencia y fanatismo en una eterna lucha que persiste. Nada sabe el hombre de sí mismo. ¿En qué misterio se procrea el alma? ¿Cuándo acaba la carne de la vida para que hallar pueda la muerte calma?

-Es estupenda -dijo Tania-. Me ha gustado mucho. Lee otra por favor.
-Sí, está muy bien -afirmó el camarero.
Al pronto se oyó una recia voz decir:
-Tania, ¿se puede saber qué haces aquí?
Todos miraron sorprendidos, como si hubiesen sido cogidos haciendo una mala acción, hacia el lugar de donde procedía la voz.
-¡Papa! -dijo Tania levantándose de su silla. El camarero también se alzó diciendo:
-¿Qué hay Miguel?
__________

Página 124



Daniel reconoció al hombre de la foto que estaba ahora a dos pasos de él. Cerró su cuaderno de poesías y permaneció sentado. Advirtió en la cara del camarero un gesto de temor y respeto hacia el que había resultado ser el padre de la chica.
-¿Quién eres tú? -dijo el tal Miguel mirando fijamente a Daniel-. ¿Qué se te ha perdido en este pueblo? Que no te vea yo más junto a mi hija. Si vienes por ella, quítatelo de la cabeza, o estás expuesto a perder ésta. Creo haber hablado claro.
-Yo también quiero hablar claro -contestó Daniel-. Lo que yo haga o deje de hacer en este pueblo, le interesa a Vd. bien poco. En cuanto a su hija; no le quepa la menor duda que no voy detrás de ella, quiero decir que no ando cortejándola.
-Ten cuidado, ten mucho cuidado, te advierto que puede pasarte cualquier cosa cuando menos te lo esperes -dijo el padre de Tania con gesto colérico. Acto seguido cogió bruscamente a Tania por el brazo y ambos salieron del establecimiento rápidamente.
El camarero se quedó mirando aún con cara de sorpresa a Daniel, y dijo después:
-No le había visto nunca tan enfadado. En realidad él le deja bastante libertad a la hija. Naturalmente que ella debía de haber estado en su casa, para cuando él viniera -continuó el hombre como hablando consigo mismo-. En fin, son cosas de familia. Creo que a la chica le falta su madre. Bueno a nosotros bien poco nos importa. ¿No es eso, o quizá me equivoco?
-Ya lo he dicho antes, no pretendo hacerme su novio; aunque no lo entiendas somos simples amigos, no existe ninguna otra cosa entre nosotros. De verdad te lo digo... ¿Cómo te llamas?
-Roberto -contestó el hombre y siguió-. Mira, yo no lo pongo en duda, pero su padre tal vez sí. Por otro lado la mayoría de la gente cree bien poco en la amistad entre un hombre y una mujer.
-Sí, eso parece, por lo que se ha visto. Bueno, me voy a mi habitación. Quiero estudiar un poco. Adiós.
-Vale. No pienses en lo sucedido, ni te lo tomes muy a pecho.
__________

Página 125



-No, para nada -contestó Daniel ya subiendo las escaleras.
Una vez en su cuarto, Daniel pensaba que, ¿qué habría motivado la cólera de aquel hombre? Él no había hecho nada reprobable. Acababa de leer aquella poesía. Su hija estaba allí; pero estaba el camarero también presente. No existía motivo alguno aparente para su enfado. En verdad que aquello le resultaba muy raro.



__________

Página 126



Subir
Elegir otro capítulo



Portada

© Rodrigo G. Racero