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CAPÍTULO 5 |
Como tenían acordado, Daniel y José se vieron en el salón de billar,
el jueves a las ocho de la noche, para entrevistarse con un miembro
de importancia, dentro de aquella extraña organización a la que
José pertenecía, y que decía, intentaría encontrarle alguna
colocación. |
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lado del salón, y siguieron por otro nuevo pasillo. José se detuvo
ante una puerta, en la que golpeó un par de veces con los nudillos.
Aguardaron unos instantes, hasta que una voz un tanto ronca, pero
recia y fuerte dijo: |
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Continuaron un rato andando sin decir palabra, hasta que al fin José
rompió el mutismo y preguntó: |
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-De acuerdo -contestó Daniel, se daba cuenta de que José seguía
enfadado. Seguramente porque advirtió que no había conseguido
nada positivo con Tania. Quiso Daniel volver a insistir en que él no
era para nada culpable de lo que le pasaba; pero se calló en el
último momento. Quizá fuera mejor no remover más la cosa-, nos
vemos en el salón de billar dentro de una semana -terminó
diciendo, y se despidieron con un apretón de manos. |
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-Perdona, no era mi intención ahondar en tu intimidad. En realidad
nos conocemos muy poco. Una pregunta a dado lugar a otra, eso ha
sido todo. |
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nada sabes de mí. Los sentimientos de cada persona son cosas
íntimas, como tú mismo has dicho; tan sólo a esa persona le
corresponde hablar de ellos libremente, si así lo desea. Lo que José
crea o deje de creer, me trae sin cuidado. Tan sólo te diré una cosa;
y si quieres se lo puedes comunicar, él está en lo cierto cuando
piensa que no me atrae en absoluto. Y ahora discúlpame, me tengo
que marchar -dijo, y se levantó, parecía bastante airada, al dirigirse
con pasos rápidos hacia la salida. |
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-Lo suponía -dijo Tania-. Tú eres el amigo del amante desconocido.
Abrió su bolso y saco la carta. ¿No es cierto? |
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correspondido. Sin embargo actuaba como si se sintiera culpable de
ello, aunque no sabía bien porqué. |
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mensual, pero no es mucho, va siempre en relación con lo que se
gana -se incorporó extendiendo la mano que Daniel estrechó. Y
pocos minutos más tarde andaba por la calle preguntándose qué
clase de trabajo le esperaba, pues no se le había dado detalle
ninguno sobre qué es lo que haría. Se acordó que había quedado
con José en el salón de billar, para hablar de cómo le había ido la
cosa, así que se dirigió despacio hacia allí, en tanto que no dejaba
de pensar en cómo sería su futuro trabajo. |
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-Pues nada, que he estado allí, y el señor Andrés me ha dado una
dirección, donde me he de presentar mañana mismo, para por lo
visto, empezar a trabajar. |
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-Se lo he tenido que decir, pues ella ya lo sospechaba. Me preguntó
que dónde vivía, y al darle mi dirección, comprobó que era la
misma que llevaba la carta. ¿Comprendes? |
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y me dirás cómo te va en tu nuevo trabajo -dicho esto, José se
dirigió hacia la puerta, se volvió un instante y dijo-. Adiós. |
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-Gracias -contestó Daniel. |
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-Sí -contestó Daniel al tiempo que tomaba asiento-. Me envía el
señor... |
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-Sí, hoy trabaja para mí; creo que mañana podrá trabajar para otro,
allí donde su jefe lo mande. Yo le pago a su jefe, y él le paga a Vd.
¿Entiende? |
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se le había dicho que más adelante debería
firmar unos papeles, pero él pensó que eran los de su admisión
como miembro de la organización. En fin, esperaría hasta ver qué
pasaba. |
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-Sí, aquí, tenemos un par de habitaciones por si se da el caso. La
verdad es, que es bastante raro que alguien las ocupe. Si necesita
una, puedo mandar que la preparen. |
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limitarse a dar vueltas por el pueblo y observar a los parroquianos
que acudieran al restaurante. De momento no se le ocurría que
pudiera hacer otra cosa. |
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-Voy -contestó levantándose uno de los dos que entraron
últimamente. |
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-Dices que no pensabas verme, y has estado parado frente a mi
casa, mirando hacia mi balcón. A dado la casualidad que he mirado
hacia la calle en ese momento, y te he visto; creí que tú también me
habías visto. Me he preguntado ¿cómo sabe dónde yo vivo? |
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empeñas en que me haga novia de José, cuando tú sabes muy bien
que no le quiero. Mi sueño va por otro camino, tiene otro anhelo.
Todas las noches, cuando estoy en mi cama, en la oscuridad de mi
alcoba, pienso solamente en la persona que en silencio amo. |
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de los árboles. La naturaleza se lo ofrecía todo, y era dichosa en su
soledad. El tiempo pasaba. Transcurrido que fueron unos años, le
entró una gran tristeza, al no encontrarle sentido a su vida. Una
mujer, pensaba últimamente, debía tener hijos; ser madre es el
verdadero destino de una mujer, pero antes de poder ser madre,
debía ser amante. Fue y rogó al dios de la naturaleza, pidiéndole
ayuda, la librara de la soledad. El dios le aconsejó que formara un
hombre de arcilla y lo secara al fuego. Ella así lo hizo; y cuando el
hombre estuvo acabado y se normalizó la temperatura en su cuerpo,
se descuidó ella un momento. El hombre empezó a correr y se
escapó. La mujer lo perseguía por todas partes, que su más ardiente
deseo era ser madre. El hombre se hacía hierba cuando pasaba por
la hierba y no se le veía. Se convertía en agua cuando en el agua
entraba y desaparecía. La mujer lo descubrió después en el monte;
pero el hombre saltó desde lo alto de una peña, y se hizo uno con el
viento y nunca más apareció. Vertió amargas lágrimas la mujer. Al
final se quedó sola, se hizo vieja y nunca fue madre, que el dios de
la naturaleza no la quiso volver a ayudar; pues que ella dejó pasar
su ocasión. |
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va adquiriendo paulatinamente en el continuo vivir, es también de
apreciar; no tiene que ser siempre la pasión el impulsor de ese
deseo, sino también el cariño sosegado el que lo consiga. |
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tengan que llevar a cabo, en realidad yo no entiendo mucho de sus
asuntos, ni él me habla nunca de ello. |
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gusta. También es posible que no lo entienda por ser demasiado
culto para mí. ¿Llevas algo de lo que escribes contigo? |
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en determinadas sílabas, por ponerte el
ejemplo más común, el endecasílabo que es un verso de once
sílabas, debe tener la sexta sílaba acentuada, o en su defecto, la
cuarta y la octava, a éste verso se le llama sáfico. Por último te diré
que existen dos clases de rimas llamadas consonante y asonante, la
consonante se da cuando a partir de la última vocal acentuada todos
los sonidos son iguales, es decir, vocales y consonantes, y la
asonante que se forma cuando son sólo los sonidos vocales los que
son iguales y desiguales los consonantes. ¿Lo has entendido? |
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aquel enorme restaurante en un pueblo tan chico, de tan pocos
habitantes. |
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-Es estupenda -dijo Tania-. Me ha gustado mucho. Lee otra por
favor. |
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Daniel reconoció al hombre de la foto que estaba ahora a dos pasos
de él. Cerró su cuaderno de poesías y permaneció sentado. Advirtió
en la cara del camarero un gesto de temor y respeto hacia el que
había resultado ser el padre de la chica. |
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-No, para nada -contestó Daniel ya subiendo las escaleras. |
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