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CAPÍTULO 4 |
Era sábado por la tarde y se acordó, de que se había citado con
José, el gitano que había conocido en el salón de juegos y con el
que había jugado al billar. Estuvo un momento indeciso, no sabía
bien si acudir al encuentro con aquel chico, no porque tuviera algo
en su contra, sino porque ignoraba si era aconsejable ahondar en
esa amistad. Al fin, después de pensárselo un buen rato, se dijo que
debería ir, pues había dado su palabra. Así que se encaminó hacia
la calle donde se encontraba aquel salón de billar. Iba pensando en
que la amistad con José no debería llegar a más, se quedaría en una
cosa superflua y pasajera. |
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-¡Ah, nada de eso! Es cierto que pinto y he vendido algún cuadro;
pero eso es más bien cosa bastante rara. En cuanto a lo de escribir
es únicamente una afición mía. Quizás te di la impresión de que
con eso podía vivir, pero no es así. No quería aparecer como un
fracasado ante un desconocido. |
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-No pienses que tengo algún interés especial en que entres a formar
parte de la organización. Te lo decía únicamente, porque podrían
ayudarte a encontrar un trabajo. |
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-¿Por qué no? Lo que tú escribas es lo que yo pienso y te confío,
sólo que tú lo expresas mejor, digamos de un modo más bello. Las
mujeres suelen ser románticas y les agradan esas cosas, la poesía y
demás... |
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logro hacer amistad con ella, ya me las apañaré para explicarle,
para hacerle comprender cuanto la quiero. |
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Querida Tania: |
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Puso su dirección y la metió en un sobre. El miércoles se la
entregaría a José. Tenía curiosidad por oír lo que opinaba de ésta. |
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cobardía, en realidad más que cobardía sería timidez. Él suponía
que ahí estaba la verdad, si no, ¿por qué recurría a él para escribir
una carta? Al fin decidió no cambiar nada, si no le gusta, que se las
arregle como pueda, pensó, y decidió meterse en la cama. |
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-Habrás advertido que he puesto mi dirección, pero podrías poner
la tuya si te parece. |
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muchas cosas, pero también gran parte de la magia que lo llevaba a
adoptar unas formas y unos ritos, que lo acercaban más a lo natural,
a la identificación con la idea de Dios. |
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que le aturdía un tanto. No dijo nada a José, y la
verdad era que hacía una eternidad que no había venido por aquel
sitio, quizá estuviera algo trascordado, por otro lado, tampoco había
dormido muy bien esa noche, lo que explicaría en parte su pequeño
malestar. Ya se me pasará, pensó y continuaron andando hasta
llegar a la estación. Efectivamente, no habían hecho más que llegar
y ya se encontraba mejor. Antes de partir, desayunaron en el bar de
la estación. El autobús salió con un poco de retraso. |
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-Por supuesto, pero, por qué. Ella sólo sabrá decir que tú no le
agradas; pero poco o nada más. Existe algo que despierta
instintivamente simpatía o animadversión hacia los demás, y eso no
es tan fácil de explicar. |
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por cuyo cuerno salía un gran chorro de agua, que llenaba la ancha
pila que la cercaba. Las casas en su entorno estaban pintadas en
colores diferentes, pero todas en tonos suaves y claros. A Daniel,
no sabía bien porqué, le pareció aquello un sitio extraño. Hasta la
gente que se veía, e iba de un lado para otro, no parecía normal,
como si sus movimientos estuvieran estudiados de antemano,
dictado por alguien que hacía una obra teatral. Tenía esa sensación
de que todo era irreal, como si fuera un producto de su fantasía.
Cerró un momento los ojos y sacudió la cabeza, como queriendo
ahuyentar la ilusión y entrar de nuevo en la realidad, pero al abrir
los ojos, comprobó que estaba en el mismo lugar, pero que todo
parecía normal. |
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-¿Por qué harían antes las calles tan estrechas? -se preguntó José. |
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-¿Se casan por la iglesia? |
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-¿Por qué no preguntas por tu querida Tania, a cualquiera de tus
conocidos? -le dijo Daniel a José un tanto burlonamente. |
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y muy bellas facciones, la otra más bien castaña, pero también
igualmente guapa. |
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pero sí un amigo mío al que deseo ver. Mintió
descaradamente Daniel. |
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-Daniel -contestó éste-. No le parece que deberíamos dejar de
hablarnos de Vd. |
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-Sí -contestó Daniel-, estoy constantemente mirando entre la gente
y no consigo verlo. Seguramente no está, o no vendrá, o bien
vendrá más tarde. ¿Quién sabe? Por otra parte no tiene mayor
importancia. Ya lo veré otro día. |
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-Bueno, ya está todo aclarado -afirmó Daniel-. Ahora pienso que
nos deberíamos marchar -dijo dirigiéndose a José. |
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-Bueno, venga, que estáis invitados, y que os divirtáis -dijo aquel
hombre y se marcho. Como no se presentó, Daniel no supo cómo se
llamaba ni quién era, aunque la verdad sea dicha, tampoco le
importaba nada. |
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-Sí, es verdad -dijo José-. Mañana me espera un día duro de
trabajo. |
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