I
Debía de contar porque querían
oír los niños, de bruja y hada un cuento.
Rebusqué y rebusqué, hurgué en la memoria,
mas nada se me vino al pensamiento
que no fuera por ellos conocido.
Tenía que contar un cuento nuevo.
¿Cómo hacer?, con los mismos personajes
que de siempre hay en todo cuento viejo.
El mundo gira, rueda en el espacio
y parece que todo sea eterno.
Las mismas cosas vuelven, se suceden
inexorable en el pasar del tiempo.
Un personaje, un héroe debía
imaginarme rápido, al momento.
El relato tenía que empezar,
pues ellos insistían con sus ruegos.
Sin lugar de pensar ninguna trama
mi saber todo me traje al recuerdo
y empecé sin saber lo que diría
en las palabras próximas del verso:
«En un país remoto de la tierra
existía un monarca justo y bueno.
En un respeto mutuo convivía
con reyes todos de vecinos pueblos.
Era feliz y amado por sus súbditos
que trabajaban en paz y contentos.
No recordaba guerra la memoria
de los hombres, ni jóvenes ni viejos.
Tuvo dos hijos con la hermosa reina.
Honrado como el padre era el primero,
como la reina soberbio el segundo.
Cientos los años de su vida fueron.
Su fama se extendió por todo el mundo
y expiró, y fué llorado por el pueblo.
Heredó la corona Elidor su hijo
y sintió envidia el corazón soberbio
del hermano menor: príncipe Esiri...
Elidor se casó tras algún tiempo
y tuvo con su esposa un hijo hermoso.
De odio lleno, quedó Esiri soltero...
II
De la madre era Esiri el preferido.
Que intrigando ella estuvo en modo tanto,
que al no poder ceñirle la corona
le hizo tener del ejército el mando.
Los generales de su parte estaban.
Decían que Elidor era muy blando.
Dobló Esiri el poder bélico en hombres
y gobernaba en verdad en palacio.
El pueblo murmuraba descontento,
pues alzó los impuestos al trabajo.
Fabricar ordenó muy buenas armas
y bien pagó y vistió a todo soldado.
En la sencilla gente campesina
había un desconfiar, un miedo innato.
El que pagar no fuera lo predicho
en dinero, animales o bien grano,
debía de entregar sus propios hijos
para vendidos ser igual que esclavos.
En secreto empezaron a reunirse
y remedio buscar contra el tirano.
Se formó poco a poco una gran banda
de rebeldes; llegaban por asalto,
robaban y mataban a los ricos
favoritos de Esiri y sus soldados.
Por el monte y el bosque se escondían
teniendo con los pobres buen contacto
e instando al pueblo que en armas se alzara.
Continuaba el abuso del tirano
que decían: Tenía preso al rey.
Exigió el pueblo ver al soberano,
mas dijeron que estaba grave enfermo.
Un general tomó de pronto el mando
de los rebeldes contra el cruel Esiri.
Entraron de improviso en el palacio
y pusieron tras una breve lucha
al rey Elidor con su familia a salvo...».
Hice una corta pausa y mis oyentes
que atentos escuchaban me apremiaron.
Bebí tranquilo un buen sorbo de vino.
Después quedé dormido, ellos callaron.
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